(Ilustración: Claudia Gastaldo)
(Ilustración: Claudia Gastaldo)
Pedro Cornejo

Como se sabe, el manifiesto es una declaración de principios y el anuncio del surgimiento de algo enteramente nuevo en un ámbito determinado del arte. Un ejemplo de ello fue la proclama del compositor y director de orquesta francés Pierre Boulez titulada Schönberg ha muerto ( 1952 ), en la que declaraba que el estilo dodecafónico había sido superado por el serialismo integral desarrollado, en primer lugar, por el austríaco Anton Webern y, luego, por el alemán Karlheinz Stockhausen, el italiano Luciano Berio y, por supuesto, el mismo Boulez, entre otros. En obras como Pierrot Lunaire, Arnold Schönberg había introducido el principio de no repetición, la preponderancia de los intervalos anárquicos y la proverbial “suspensión” del lenguaje tonal. Schönberg también había aplicado el concepto de “serie” (secuenciación de los doce sonidos de la escala cromática según ciertos principios sintácticos), pero empleándolo únicamente como un “motivo”. El serialismo integral, por el contrario, aplica el concepto de serie a todos o una parte de los parámetros musicales (duración, dinámica, modos de ataque, timbre, etc.) buscando, con ello, una mayor coherencia sintáctica.

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