Juan Carlos Fisher, el director peruano de teatro más exitoso de los últimos años, no tiene lo que los gringos llaman homesickness. Hace un año y cinco meses que se mudó a Madrid y en su ser no habita una pizca de nostalgia por el hogar. Que no se entienda mal. Lima es su casa, así la siente, así la quiere. Pero el Viejo Continente lo inyecta de una energía insospechada, abrumadora.

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