Las manos sucias de Alberto Fujimori y su hija Keiko al subir la reja de Palacio es una imagen icónica tomada por la fotógrafa Verónica Salem.
Las manos sucias de Alberto Fujimori y su hija Keiko al subir la reja de Palacio es una imagen icónica tomada por la fotógrafa Verónica Salem.
Ricardo Uceda

La investigación de las firmas falsas significó muchísimo por la trascendencia de lo que estaba en juego y por la intensidad con la que había que investigar. Fue un trabajo hecho en un corto plazo, en el que todos los miembros del equipo de la Unidad de Investigación tuvieron que trabajar más de 10 horas diarias. También representaba un reto demostrar que había habido esa falsificación, considerando que, pese a que teníamos testigos importantes, debíamos lograr construir evidencia con la que fuera imposible negar la gran falsificación que se había realizado. Y así lo hicimos.

Una experiencia muy interesante, difícil, fue trabajar con tres hermanos como nuestras fuentes. Eran casi adolescentes y en el fondo eran frágiles, pese a que su testimonio era veraz. Ellos tuvieron que soportar un acoso muy grande por parte de la prensa adicta al gobierno, fueron acusados, tuvimos que protegerlos y manejar problemas internos con ellos porque finalmente eran muchachos que no estaban acostumbrados a este tipo de presión. Afortunadamente, al final prevaleció la verdad de los hechos.

Creo que lo más importante para que esta investigación tuviera éxito fue que tuvo muy buenos periodistas, recursos y una acertada planificación. Es muy importante la definición de objetivos viables porque no toda investigación, por más que sea cierta la hipótesis, logra demostrar lo que plantea. Ese era el nivel de exigencia necesario para nosotros, por ser parte de un diario tan importante.

El resultado fue una investigación buenísima que sin duda fue la más importante de las que he trabajado como director de equipo. Naturalmente, lo que permite un trabajo así es lograr hacer un cambio para bien del país, contribuye a mejorar al país y a prestigiar al equipo y al periódico.

Yo no soy de los periodistas antiguos de El Comercio, yo estuve poco más de cinco años, tiempo en el que pude ver el rigor por la información que es una de las cosas que distingue al periódico. Siempre me acuerdo mucho de los periodistas notables que conocí ahí.

Creo que esto es algo que nunca he dicho, pero yo no escribí un solo artículo en la unidad porque, como era más o menos conocido, me di cuenta de que si empezaba a escribir iba a competir con los miembros del equipo. Así que si yo tenía un dato se lo pasaba a cualquiera de ellos. Mi función era de pivote, buscaba buenos temas y buenas fuentes o las reforzaba y luego las distribuía; en esa medida se empoderaba a los periodistas. Yo no le quiero dar lecciones a nadie, pero creo que esa fue una decisión importante. Mi paso por la Unidad de Investigación de El Comercio fue una época inapreciable que siempre voy a recordar como una etapa muy importante.

El inicio del fin de la dictadura. En febrero del 2000, El Comercio puso al descubierto la masiva falsificación de firmas y en setiembre apareció el primer ‘vladivideo’.
El inicio del fin de la dictadura. En febrero del 2000, El Comercio puso al descubierto la masiva falsificación de firmas y en setiembre apareció el primer ‘vladivideo’.

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