Encerrado en una embajada. Desde el 2012, el fundador de Wikileaks, Julian Assange, vive asilado en la embajada ecuatoriana en Londres, para evitar una extradición a Suecia.
Encerrado en una embajada. Desde el 2012, el fundador de Wikileaks, Julian Assange, vive asilado en la embajada ecuatoriana en Londres, para evitar una extradición a Suecia.
Rossana Echeandía

Un domingo al anochecer sonó mi celular. Era una persona cuyo nombre no conocía y que me preguntaba: “¿Estás enterada de los Wikileaks?”. “¡Soy periodista! ¿Cómo no voy a estar enterada?”, le contesté. Eran ellos y querían entregarme toda la información relacionada con el Perú. No dudé de la veracidad de la fuente porque la persona a través de quien me habían contactado era de mi entera confianza. Después de idas y vueltas me dijeron que debía viajar a Londres. “Cuando estés ahí te llamaremos para decirte qué tienes que hacer”. Del viaje sabían el director de entonces (Francisco Miró Quesada) y el jefe de Informaciones, Mario Cortijo. La verdad es que no sabía con qué me iba a encontrar. Ya en Londres, recibí una llamada que me indicaba la dirección donde debía estar en la mañana siguiente. Cuando llegué, subí unas escaleras estrechas que me llevaron a una especie de bar que a esa hora estaba vacío. Un hombre que limpiaba me dijo que alguien vendría por mí. Al rato se presentó la persona que hasta entonces había sido mi contacto, a quien por fin le veía la cara. Caminamos varias cuadras hasta una puerta que daba acceso, otra vez, a escaleras estrechas. Atravesamos largos pasillos que nos llevaron hasta una habitación-oficina. Mientras conversábamos yo pensaba en cómo haría para llevarme todos los cables. ¿Me los darían impresos? ¿Qué pasaría en Migraciones? Obviamente, no me dieron ningún documento impreso. Me habían dicho que llevara mi computadora. Instalaron un programa en ella y solo me dieron un USB. “Cuando llegues a Lima, bajas el programa y así podremos conectarnos para que accedas a la base de datos”.

En esas estábamos cuando, inesperadamente, se abrió una puerta y entró un sujeto alto y delgado, cuyo rostro era inconfundible: Julian Assange. No me aceptó una entrevista ni una foto, pero sí pudimos intercambiar algunas palabras. Se interesó por el caso de los ‘petroaudios’ y también por Cusco que, dijo, le gustaría visitar. Salí con tanta adrenalina que caminé siete horas por Londres. Mi pasaje de regreso a Lima era para tres días después, pero volví al día siguiente. Para revisar la gran cantidad de información, formamos un equipo del que fueron parte ‘Mandruca’ (Manuel García Miró), Juan Aurelio (Arévalo) y Débora Dongo-Soria. Casi todos los cables estaban referidos a Humala; había muy poco de los Fujimori o de Alejandro Toledo. Humala, Keiko y Toledo eran candidatos a la presidencia. No había referencias a etapas importantes, lo que revelaba que no era toda la información, como se decía. Otros medios nos acusaban de ocultar información para favorecer a algún candidato, pero lo cierto es que publicamos toda la información, la más importante en la edición impresa y el resto en la versión online. Creo que lo más interesante de todo fue la aventura que me tocó vivir. Una de esas que se te ponen delante porque eres periodista.

Una revisión exhaustiva. Cerca de 4.000 documentos del Departamento de Estado de EE.UU. referidos al Perú y elaborados entre el 2006 y el 2010 llegaron a El Comercio.
Una revisión exhaustiva. Cerca de 4.000 documentos del Departamento de Estado de EE.UU. referidos al Perú y elaborados entre el 2006 y el 2010 llegaron a El Comercio.

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