Hace 40 años un Papa visitó Auschwitz por primera vez

(Foto: Agencia)
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El 7 de junio de 1979, Juan Pablo II se convirtió en el primer Papa en llegar hasta el tristemente célebre campo de exterminio de Auschwitz.

Auschwitz es sinónimo de horror y sufrimiento, una mácula en la historia de la humanidad. Sobre los restos de este campo de concentración, que la Alemania nazi levantó para hacer realidad su alucinante obsesión por una “raza pura”, estuvo Karol Wojtyla.

“Juan Pablo II realizó hoy la primera peregrinación de un Papa a las cámaras nazis de exterminio que produjeron el mayor holocausto humano de la historia, en una doliente jornada al lugar más tétrico del mundo”, dice la nota publicada por El Comercio.

Según el Centro Mundial de Conmemoración de la Shoá, antes de la ocupación de Polonia por parte de Alemania en 1939, en aquel país residían 3.300.000 judíos. Al terminar la conflagración mundial, en 1945, permanecían con vida solo 380 mil, el resto murieron asesinados. Uno de los que sobrevivió fue Wojtyla. 

El Complejo de Auschwitz-Birkenau, en la ciudad que los polacos denominan Oswiecim -a 60 kilómetros de Cracovia-, fue el más grande de los cientos de campos de concentración que los nazis establecieron a través de toda Europa. Este lugar, abierto en 1940, llegó a merecer el oscuro seudónimo de “el cementerio más grande del mundo”.

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Sentido homenaje

El momento más significativo de la visita del Sumo Pontífice fue la misa en la estación ferroviaria de Birkenau, celebrada junto a los sacerdotes que estuvieron presos allí y que consiguieron subsistir.

Desde ese sector 1.100.000 personas -un millón de ellos judíos y los otros gitanos y enfermos mentales en su mayoría- fueron conducidas, en muchos casos, directamente desde los vagones de los trenes hacia las cámaras de gas.

Camino a Birkenau, el helicóptero papal descendió detrás del crematorio número uno de Auschwitz, y el Santo Padre recorrió emocionado el museo más tétrico del mundo.

Una réplica a escala de una cámara de gas, del tamaño de una mesa, representaba a aquellas que los nazis hicieron estallar ante el avance de los aliados, intentando ocultar así las pruebas de sus crímenes.

En vitrinas, además, se exhibían mechas de pelo halladas por las tropas soviéticas cuando liberaron Auschwitz en 1945. También se conservaban colecciones de zapatos, cepillos, ojos de vidrio y hasta muletas.

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Un Papa alemán en Auschwitz

Tratándose de Alemania, el lugar en donde nació y se desarrolló el pensamiento racista nazi, la visita de Benedicto XVI estaba rodeada de un significado especial.

Cuando Adolfo Hitler ascendió al poder, en 1933, Joseph Ratzinger tenía 5 años. Durante su niñez y adolescencia fue testigo del tiránico y criminal imperio del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán. Fue obligado a formar parte de las Juventudes Hitlerianas, como todos los jóvenes de su generación, pues negarse era como condenarse a muerte.

“El Papa Benedicto XVI rezó en el ex campo de concentración nazi de Auschwitz, llamándose hijo de Alemania, y se preguntó por qué Dios había callado cuando millones de personas, la mayoría judías, murieron en ese valle de oscuridad”, dice la nota del decano.

Se expresó en italiano

El 28 de mayo de 2006, en el último de sus cuatro días de una gira por Polonia, Benedicto XVI expresó –en italiano y no en su lengua materna- que “los humanos no podían entender esa matanza, sino solo buscar la reconciliación entre los que han sufrido y los que sufren ahora por el poder del odio”.

"El papa Juan Pablo II vino como hijo del pueblo polaco. Hoy vengo como hijo del pueblo alemán", manifestó Benedicto cerca de las ruinas de un crematorio en Birkenau, el sector del complejo de Auschwitz donde los judíos eran asesinados.

“No podía dejar de venir aquí”, agregó mirando las vías de los trenes que traían a los judíos en vagones de ganado. “Tenía que venir. Es un deber ante la verdad, Dios y todos los que sufrieron aquí”, resaltó.

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“Señor, perdón por tanta crueldad”, exclamó Francisco

Con esta frase el papa Francisco quiso dejar huella de su paso por el infame lugar de tortura y ejecución que recibía a los prisioneros con este falaz mensaje en su puerta de entrada: “El trabajo los hace libres”.

“Francisco recorrió durante casi una hora el campo de exterminio nazi de Auschwitz y saludó a 11 sobrevivientes. En silencio, el Santo Padre ingresó al campo a pie, caminando despacio”, publicó El Comercio.

El 29 de julio de 2016, el Papa argentino entró y permaneció sentado solo, con los ojos cerrados, en un banco. Luego inició el recorrido en un auto eléctrico.

El vehículo lo trasladó al patio donde eran llamados los condenados a muerte, el mismo lugar donde el sacerdote polaco Maximiliano Kolbe ofreció su vida a cambio de un padre de familia que iba a ser fusilado. Francisco ingresó a la celda de Kolbe y en la penumbra estuvo sentado durante diez minutos, siempre en total silencio.

La voz de los sobrevivientes

Bergoglio, el tercer Papa en ingresar a este campo de exterminio, saludó a 11 sobrevivientes, entre ellos una mujer de más de 90 años que ayudó a prisioneras a dar a luz en Auschwitz, y Helena Dunik Niwinska, de 101 años, quien se salvó porque tocaba el violín en una orquesta formada solo por prisioneros.

En el contiguo campo de Birkenau, el Papa compartió con 25 polacos cristianos que salvaron a judíos durante el Holocausto, entre los que se encontraba una mujer que cuando era niña ayudaba a su madre a llevar pan a escondidas a los judíos encerrados en el gueto de Varsovia.

Francisco, nacido en Argentina, es el primer Papa que visita Auschwitz sin haber vivido la brutalidad de la Segunda Guerra Mundial en Europa.

Jorge Mario Bergoglio plasmó sus sentimientos en el libro de visitas del antiguo campo de Auschwitz-Birkenau con dos frases escritas en español: “Señor, ten piedad de tu pueblo. Señor, perdón por tanta crueldad”.

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