Cuando el Convento de los Descalzos abrió sus puertas a las mujeres

(Foto: Archivo Histórico El Comercio)
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Carlos Batalla

Lima vivía a fines de los años 60 una fiebre de restauraciones de las principales iglesias y conventos de su centro histórico. En los primeros seis meses, por ejemplo, el Convento de San Francisco restauró su sala capitular, conocida como “El General”, donde hermosas obras de arte barroco del siglo XVI pudieron por fin lucirse desde el viernes 6 de junio de ese año. Esa noche, hasta hubo una “Misa criolla”, compuesta por Chabuca Granda.

El valor histórico de esos espacios era notable, pero también evidentes las muestras de su deterioro. Por eso el interés de las autoridades religiosas de dar a conocer cómo se mantenían estas reliquias coloniales. En esa política de “puertas abiertas” para obtener el apoyo del público creyente o simplemente interesado es que el Convento de los Descalzos, ubicado en el distrito del Rímac, tomó una decisión histórica: abrir sus puertas oficialmente, por primera vez, a un grupo de mujeres peruanas.

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Debieron pasar 373 años para aceptar la presencia femenina en el local franciscano. Una disposición o norma religiosa que en algún momento debía terminar. Ello ocurrió el domingo 8 de junio de 1969, día en que se celebró la fiesta del Corpus Christi, que llenó la ciudad de procesiones y misas, como la que dio el cardenal Juan Landázuri Ricketts en la Catedral de Lima, poco antes de la tradicional procesión alrededor del perímetro de la Plaza de Armas.

Pero en el Convento de los Descalzos del Rímac estaba la noticia. Decenas de mujeres entraron a las 10 de la mañana al local, dentro de un grupo mayor que apreciaría la riqueza de ese monumento religioso de la Colonia. La compra de tarjetas para un almuerzo fue la forma en que ingresaron, y ello fue autorizado por el R.P. Provincial de los Descalzos, Fray Odorico Sáiz (1912-2012), quien cuatro años después sería Obispo Vicario Apostólico de Requena (1973) y luego consagrado Obispo (1974).

(Foto: Archivo Histórico El Comercio)
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Una experiencia extraordinaria

Las pesadas puertas del Convento se abrieron lentamente. Los visitantes -hombres y mujeres- llegaron a 700 personas. Todos juntos empezaron su recorrido admirando los detalles de pinturas y esculturas coloniales, y también  los altares artísticos y religiosos que ostentaba el recinto. Las damas limeñas asintieron, sonrieron y aceptaron la solemnidad de un santuario bien conservado, a pesar de los más de tres siglos de construcción.

(Foto: Archivo Histórico El Comercio)
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Al mediodía hubo una misa en el atrio de la capilla de la Casa de Ejercicios, “San Francisco Solano”, donde no cabía ni una persona más. La celebró R.P. Francisco Javier Ampuero Nájar, quien esa mañana destacó la visita femenina y la importancia de la festividad del Corpus Christi. A la una de la tarde, las invitadas saborearon un sencillo y suculento almuerzo, organizado en los pasillos y espacios  del claustro franciscano.

Hombres y mujeres -aunque estas eran las invitadas especiales- pudieron apreciar un hermoso y poco conocido altar de la capilla de la Virgen del Carmen, hecho en madera con incrustaciones de concha de perla, que permaneció bajo clausura por las severas reglas de la Orden. Asimismo, el convento guardaba también entre sus paredes y pasillos, una pintura que traía una leyenda. Era una joya de la pintura colonial conocida como “Cristo de Santiago”, cuyo pintor, el quiteño Miguel Santiago, había apuñalado al modelo que contrató para plasmar con mayor realismo la expresión de Cristo. Según las crónicas coloniales, al no lograr en el modelo la expresión de agonía que deseaba, en un rapto de locura mística, el artista lo habría herido mortalmente y así logró terminar de trazar los rasgos dolorosos del Nazareno.

(Foto: Archivo Histórico El Comercio)
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Sin embargo, el grupo de mujeres que ingresaron por primera vez al recinto franciscano no pudo apreciar tal óleo, entonces de unos 200 años de antigüedad, ya que este se encontraba “en una capilla interior del segundo claustro que no está abierto para el público por estar bajo clausura”, indicó El Comercio al día siguiente. El Provincial de la Orden, Odorico Sáiz, comentó además que el “Cristo de Santiago” podría verse en “otra oportunidad”. La visita dominical se completó con el llamado “Almuerzo de San Francisco Solano”, que por segunda vez se realizaba y cuyo fin era lograr los fondos necesarios para las mejoras arquitectónicas del convento.

(Foto: Archivo Histórico El Comercio)
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El Convento de los Descalzos fue fundado en 1596, por San Francisco Solano, apóstol del Perú y América. El grupo de invitados de ese día paseó por cada uno de los pasillos, esquinas, patios y hasta en los cuartos y las celdas donde los religiosos más notables en ciencia y virtud oraban y meditaban desde hacía tres siglos. Así concluyó ese día histórico para el recinto franciscano del Rímac.

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