Hace 45 años una huelga policial convirtió a Lima en un polvorín

Foto: Archivo Histórico El Comercio
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Lilia Córdova Tábori

El miércoles 5 de febrero de 1975 Lima se convirtió en tierra de nadie. La Guardia Civil estaba en huelga, situación aprovechada por vándalos para generar el caos. Imágenes de aquel día muestran a estos delincuentes caminando despreocupados con televisores, radios, ventiladores y cuanto objeto pudieran robar de las tiendas.

Dos días antes de estallar la violencia callejera, Lima amaneció sin custodia policial. El personal subalterno de la Guardia Civil se había declarado en huelga. Unos mil policías se atrincheraron en el Cuartel de Radio Patrulla, en La Victoria.

La gran humareda del centro corresponde al incendio de las bobinas de papel del diario Correo. La columna de humo de la derecha se eleva desde las tiendas de la galería Boza. Foto: Archivo Histórico El Comercio
La gran humareda del centro corresponde al incendio de las bobinas de papel del diario Correo. La columna de humo de la derecha se eleva desde las tiendas de la galería Boza. Foto: Archivo Histórico El Comercio
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El origen del caos

La de 1975 fue la huelga policial más grande de nuestra historia. La agresión física y verbal de un general del ejército a un subalterno de la Guardia Civil, la administración de ciertos bienes como la mutualista del personal subalterno, el cese de descuentos injustificados, las mejoras salariales y la reorganización de la Guardia Civil fueron los motivos que llevaron a las fuerzas del orden a paralizar sus labores.

Al amanecer del 5 de febrero, tropas del ejército tomaron por la fuerza el cuartel de Radio Patrulla deteniendo a decenas de policías. Mientras esto ocurría, Lima seguía desprotegida por segundo día.

Era el mediodía cuando se inició el saqueo en el Centro de Lima. Al no haber policías en las calles, grupos de agitadores incendiaron los edificios de los diarios Correo y Ojo, el viejo local del Círculo Militar en la plaza San Martín, el Centro Cívico; así como, autos y camionetas. Los vándalos rompieron puertas y escaparates de las tiendas para robar todo lo que pudieran cargar.

Vehículos blindados y tanques del ejército recorrieron el Centro de Lima para controlar a las turbas de vándalos. Con el paso de las horas, una tensa calma reinaba en la capital. El ejército repelió algunos intentos de continuar con el saqueo. Numerosos delincuentes fueron detenidos y transportados en camiones militares.

Foto: Archivo Histórico El Comercio
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Como primeras medidas para restablecer el orden, el gobierno suspendió las garantías individuales en todo el país y estableció el toque de queda en Lima y Callao, de 10:00 pm a 5:00 am.

El 6 de febrero fue decretado como día no laborable. Los efectivos de la Guardia Civil volvieron a custodiar las calles y las labores de limpieza pública se reanudaron. Los mercados fueron custodiados por el ejército. Las tiendas, las panaderías y las farmacias atendían a puertas cerradas. Los restaurantes no abrieron.

El saldo que dejó la huelga policial

Según fuentes oficiales 86 personas murieron, 162 resultaron heridas y 1,012 fueron detenidas. Unos 162 establecimientos comerciales fueron saqueados y varios edificios públicos destruidos. El Comercio publicó la lista de fallecidos.

La Policía de Investigaciones de Lima (PIP) montó un rápido operativo para recuperar parte de los robado. Unas 800 personas fueron detenidas por este saqueo en cuyo poder se halló ropa, lavadoras, refrigeradoras, motos, ventiladores y hasta muebles de sala y dormitorio. Al recorrer los callejones resultaron heridos unos 15 efectivos de la PIP.

Máquinas de escribir fueron recuperadas por la policía. Foto: Armando Torres/ Archivo Histórico El Comercio
Máquinas de escribir fueron recuperadas por la policía. Foto: Armando Torres/ Archivo Histórico El Comercio
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Para el viernes, la normalidad volvió a la ciudad. Apresurados trabajadores abordaban los micros que circulaban por las calles. Los vendedores ambulantes regresaron a sus puestos en el jirón de la Unión y en el mercado mayorista las actividades se realizaban con tranquilidad. Los horarios para las misas se ajustaron a las condiciones del toque de queda. Los agentes del orden estaban en cada esquina.


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