La intensa experiencia del primer día de clases

(Foto: Archivo Histórico El Comercio)
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Carlos Batalla

Al regreso de sus vacaciones de verano, los escolares tienen un duro reto: volver al colegio. En las últimas décadas del siglo XX, todo empezaba el 1 de abril, o en los días siguientes, dependiendo de si el día 1 era sábado o domingo.

Era una jornada muy especial. Un día muy esperado por unos, con entusiasmo incluso, pero a la vez un momento muy ansioso y hasta odiado por otros. Esos extremos dependían de la personalidad y el carácter y de las formas de socialización con las que venían proveídos los estudiantes desde sus hogares. Y es que los escolares se enfrentan a un entorno nuevo que presienten como agresivo, aunque luego con el día a día empiecen a entender y sentirse mejor. Ha sido y es un proceso de adaptación, con sus avances y retrocesos.

(Foto: Archivo Histórico El Comercio)
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Pero, ¿a qué realidad se enfrentaban los niños y adolescentes escolares de antaño? A mediados de los años 60, por ejemplo, había en el Perú -según el Ministerio de Educación Pública- cerca de dos millones y medio de menores que asistían a colegios y escuelas de todo el país. Ellos fueron testigos de los avances en el servicio educativo, los cuales se daban no con pocas dificultades.

Entre esas dificultades existía un asunto que preocupaba a la opinión pública sesentera: la seguridad de los menores ante el aumento de la delincuencia en las calles de Lima. Un tema recurrente hasta el día de hoy. Pese a ello, “El Comercio” destacaba en sus páginas, específicamente en una nota publicada el 5 de abril de 1966, que había una masiva participación de estudiantes que rebasaban las aulas implementadas para ese año. Ese rebalse de colegiales implicaba ganas de estudiar, pero a la vez señalaba una escasez de locales escolares. Los maestros de esos años confirmaron a “El Comercio” que los niños de 4 a 17 años expresaron -en su primer día de clases- más alegría y entusiasmo que otros años.

(Foto: Archivo Histórico El Comercio)
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Los años 70 empezaron con tres millones y medios de estudiantes a nivel nacional, aunque Lima reunía a gran parte de esa masa. Solo en el Callao había 30 mil menores en los niveles de primaria y secundaria de los centros educativos estatales y privados. Empezaba también la reforma del Estado y el discurso educativo no sería ajeno a esos “objetivos transformadores”.

A fines de 1970, por ejemplo, el gobierno militar de Velasco Alvarado oficializó el uso del uniforme único para todos los colegiales peruanos. El estreno fue el 1 de abril de 1971. El traje escolar fue conocido popularmente como el uniforme “gris rata” (blusa y falda para las chicas, pantalón y camisa para los chicos), el cual fue oficial y obligatorio durante muchos años.

La crisis educativa sobrevendría en los años siguientes de esa década militar como consecuencia del descalabro económico y social que vivía el país. El golpe fue tan fuerte que ya para 1978, en varios colegios de Villa El Salvador, los niños y jóvenes tenían que sobrellevar las horas de clases en aulas de esteras y sin carpetas, literalmente en el suelo. El abandono del Estado peruano era lamentable.

(Foto: Archivo Histórico El Comercio)
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Durante los años 80 hubo más de lo mismo, esto es, en líneas generales, niños con poco mobiliario y material escolar y profesores con bajos sueldos y con frecuencia en huelga. Pese a ello, existía en los escolares la emoción nerviosa de empezar una nueva etapa de sus vidas. En 1983, solo en Lima había un millón 937 mil alumnos de educación inicial, primaria, secundaria y especial, según voceros del Ministerio de Educación. Para mediados de esa década, el problema más inmediato que impedía el normal dictado de clases era la falta de nuevo mobiliario escolar.

(Foto: Archivo Histórico El Comercio)
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En esos años ochenteros, otra dificultad pública para la seguridad de los escolares fueron las condiciones lamentables del transporte público que usaban los menores. Por esos años empezaban también en los colegios privados el rechazo a las prendas escolares oficiales (la “gris rata”), un fenómeno que se acentuaría en la década de 1990.

(Foto: Archivo Histórico El Comercio)
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Poco a poco, entre finales de los años 90 y ya en la primera década del siglo XXI tanto la infraestructura como la gestión educativa han ido avanzando positivamente. Y el Estado comenzó a implementar un calendario de aumento de sueldos, capacitación y evaluación para el magisterio nacional.

El primer día de clases debería ser una jornada inolvidable, amable y placentera, no una experiencia traumática ni violenta. La sociedad en su conjunto deberá trabajar para que la escuela peruana sea como un segundo hogar para los escolares del Perú.

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