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Perú: los intentos desbordantes por “tomar” Palacio de Gobierno

Las instituciones públicas, que representan el poder, han sido objeto de ataques, asaltos e incursiones a lo largo del siglo XX en el Perú. Ayer lo vivió EE.UU. en el Capitolio. Para nosotros, esta historia de desmanes es más conocida de lo que desearíamos.

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Miembros de la Policía Militar salen a defender Palacio de Gobierno ante la arremetida violenta de un grupo de vándalos del sector construcción civil el 30 de setiembre de 1998. (Foto: GEC Archivo Histórico)
Miembros de la Policía Militar salen a defender Palacio de Gobierno ante la arremetida violenta de un grupo de vándalos del sector construcción civil el 30 de setiembre de 1998. (Foto: GEC Archivo Histórico)
Carlos Batalla

Uno de los edificios públicos del Perú más afectados por las circunstancias políticas y hasta por el infortunio ha sido Palacio de Gobierno, ubicado en un lado de la plaza de Armas de Lima. Si nos remontamos al siglo XIX recordaremos la historias de los hermanos Gutiérrez, militares oportunistas que avivaron a las turbas para sacar del poder al presidente José Balta, en la tarde del 22 de julio de 1872.

En ese momento, Silvestre Gutiérrez entró a Palacio al mando de dos compañías de su batallón, dirigiéndose a la habitación del presidente Balta, quien se encontraba con su esposa e hija. Balta fue llevado preso al cuartel de San Francisco.

En la Plaza de Armas, en tanto, Marceliano Gutiérrez proclamaba Jefe Supremo de la República a su hermano Tomás. Un inicial apoyo popular se revirtió rápidamente. El 26 de julio Silvestre Gutiérrez fue asesinado. Tomás avisó a Marceliano de la muerte de Silvestre y cuando este se dirigía a Palacio de Gobierno, el mayor Narciso Nájar y otros dos militares fueron hasta el lugar en donde se hallaba prisionero Balta y lo asesinaron.

Una de las asonadas más violentas que vivió el Perú fue el intento golpista de los hermanos Gutiérrez en 1872 contra el gobierno de Balta, el cual acabó a sangre y fuego. Las turbas han sido muy violentas en el Perú del siglo XIX y XX. (Foto: GEC Archivo Histórico)
Una de las asonadas más violentas que vivió el Perú fue el intento golpista de los hermanos Gutiérrez en 1872 contra el gobierno de Balta, el cual acabó a sangre y fuego. Las turbas han sido muy violentas en el Perú del siglo XIX y XX. (Foto: GEC Archivo Histórico)

El pueblo enfureció por la noticia y aplicó su propia justicia. Tomás y Silvestre fueron asesinados y sus cuerpos colgados de las torres de la Catedral. Marceliano murió víctima de un disparo en el Callao; y, otro hermano, Marcelino fue el único que sobrevivió, así lo cuenta el historiador Jorge Basadre.

ENTRE INCENDIOS, TURBAS Y AGITACIONES

Muchos años después, el presidente Augusto B. Leguía, el 29 de mayo de 1909, durante su primer mandato (1908-1912) fue sacado a la fuerza de Palacio de Gobierno por fuerzas pierolistas que ingresaron violentamente a la sede del Ejecutivo. Leguía fue obligado a dimitir, pero este se negó. Por ello sus partidarios llamaron ese día, el “Día del Carácter”.

En otro momento, más adelante, el gobierno de José Pardo (1915-1919) no pudo llegar a su final porque militares se sublevaron en un movimiento que asedió Palacio de Gobierno el 4 de julio de 1919. La defensa gobiernista colocó ametralladoras en las esquinas de Palacio, las cuales fueron desmontadas en la madrugada por las fuerzas sublevadas.

El presidente José Pardo no pudo acabar su periodo de gobierno por un golpe de militares que pusieron a Leguía en el poder. La plaza de Armas y Palacio de Gobierno fueron los escenarios de esta puesta en escena golpista. (Foto: afiche de la época)
El presidente José Pardo no pudo acabar su periodo de gobierno por un golpe de militares que pusieron a Leguía en el poder. La plaza de Armas y Palacio de Gobierno fueron los escenarios de esta puesta en escena golpista. (Foto: afiche de la época)

Los golpistas tuvieron un silencioso apoyo popular, al punto que hasta el regimiento escolta del presidente secundó la asonada. Hubo un civil muerto a manos de los insurrectos. Pardo fue llevado al Panóptico de Lima. Fue más una movida militar que encumbró curiosamente a un civil: Augusto B. Leguía por un periodo de 11 años, el Oncenio.

Dos años después, el 4 de julio de 1921, Palacio de Gobierno se incendia a pocos días de las celebraciones por el centenario de la independencia. No fue un hecho provocado por turba alguna, sino más bien un accidente poco esclarecido; tan poco esclarecido que algunos autores plantean que hubo un intento de sabotear los festejos que Leguía había planificado para ese año del centenario.

Fotografía del 3 de octubre de 1968, el día en el que un levantamiento militar liderado por Juan Velasco Alvarado depuso del cargo al presidente Fernando Belaunde Terry.  Aquí se pasó del intento al hecho. (Foto: GEC Archivo Histórico).
Fotografía del 3 de octubre de 1968, el día en el que un levantamiento militar liderado por Juan Velasco Alvarado depuso del cargo al presidente Fernando Belaunde Terry. Aquí se pasó del intento al hecho. (Foto: GEC Archivo Histórico).

Luego debemos irnos hasta la madrugada fría del 3 de octubre de 1968, cuando entraron a Palacio de Gobierno miembros de las Fuerzas Armadas, que obedecían al general Juan Velasco Alvarado y sacaron al presidente Fernando Belaunde Terry, para darnos cuenta, otra vez, que la institución peruana más afectada con los vaivenes de la política no ha sido el Congreso necesariamente sino el viejo Palacio de Gobierno.

EL DÍA MÁS VIOLENTO EN PALACIO DE GOBIERNO

Una fecha para no olvidar fue el 30 de setiembre de 1998. Los hechos fueron violentos y rápidos, mientras el Jefe de Estado, Alberto Fujimori, permanecía estoicamente en su despacho. La prensa catalogó los incidentes como “graves”, puesto que fue la primera vez que manifestantes llegaban a Palacio en un régimen de 8 años hasta ese momento.

El grupo de protesta asedió la plaza de Armas, pero fue un piquete más agresivo el que accedió a las 1.42 de la tarde, a las instalaciones de Palacio de Gobierno. En un hecho extraño, el perímetro de la plaza no fue debidamente resguardado, como en otras ocasiones, lo cual luego deparó en las sospechas de un acto planificado desde el propio gobierno para victimizarse ante la ciudadanía.

Los manifestantes llegaron sin dificultades a los cuartos de los Húsares de Junín en donde produjeron destrozos y robaron sus pertenencias.  (Foto: GEC Archivo Histórico)
Los manifestantes llegaron sin dificultades a los cuartos de los Húsares de Junín en donde produjeron destrozos y robaron sus pertenencias. (Foto: GEC Archivo Histórico)

Trabajadores de construcción civil, primero, y luego estudiantes universitarios llegaron en dos oleadas al interior de este histórico edificio, supuestamente inexpugnable. Al inicio solo les hicieron frente un grupo de mujeres policías que poco pudieron hacer ante la turba. Según El Comercio, se vio a un grupo de soldados afincados en Palacio retroceder en el patio de honor por orden de un superior. Solo algunos disparos al aire. Total inacción.

Tal displicencia permitió que los manifestantes llegaran sin dificultades a los cuartos de los Húsares de Junín en donde produjeron destrozos y robaron sus pertenencias. Asimismo, los vándalos rompieron los vidrios de algunas ventanas, hicieron pintas en la fachada y algunos hasta colocaron cartelones como señal de territorio tomado.

Entonces surgieron del tumulto y el caos, unos 70 policías militares y otros tantos húsares con uniforme de combate y fusiles. También aparecieron 120 efectivos de la Guardia de Asalto de la Policía Nacional. Las balas no cesaron durante varios minutos.

Primero llegaron los trabajadores de construcción civil y luego los estudiantes universitarios radicales que invadieron Palacio de Gobierno. Dentro del local del gobierno hicieron muchos destrozos. (Foto: GEC Archivo Histórico)
Primero llegaron los trabajadores de construcción civil y luego los estudiantes universitarios radicales que invadieron Palacio de Gobierno. Dentro del local del gobierno hicieron muchos destrozos. (Foto: GEC Archivo Histórico)

Otro numeroso grupo de policías desalojó a todos de la plaza de Armas. De esta forma, los revoltosos se fueron hacia la sede del Congreso de la República, donde no escasearon más golpes, piedras e insultos.

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