Ese diciembre de 1965 se celebraba en Río de Janeiro, Brasil, el cuarto centenario de fundación de la ciudad y un gigantesco Festival Internacional de Cine, cuyo centro fue Copacabana. Por eso, la ciudad que recibiría a la actriz y diva mexicana, Silvia Pinal, hervía de gente nativa y extranjera. Mientras ella estaba esperando el vuelo de contacto a Río en el aeropuerto internacional Jorge Chávez, en Lima, seguramente pensaba en todo ello. Pero la prensa y los fans no le dejaron sola casi en ningún momento.
La foto fue tomada exactamente en la noche del 14 de setiembre de 1965. Silvia Pinal sabía que en esos momentos, en Río de Janeiro, a donde se dirigía para asistir al Festival de Cinematografía, abundaban las denuncias de las “ligas de decencia” cariocas que acusaban al famoso festival de licencioso, caótico y obsceno.
Como si el festival de cinéfilos fuera una especie de Sodoma y Gomorra, o algo así. ¿Cómo se habrá divertido Silvia Pinal en ese ambiente carioca que, sin decirlo, lo sentiría cercano? En ese entonces, el cine como industria y arte andaba de fiesta porque estaba cumpliendo 70 años de entretener a la gente de todos los estratos sociales.
Silvia Pinal estaba en plena madurez a sus 34 años. Estaba en su mejor momento cinematográfico. En 1961, había brillado en el filme Viridiana, de Luis Buñuel, que ganó una Palma de Oro en el Festival de Cannes. Y repitió el éxito con la segunda película con Buñuel, El ángel exterminador, de 1962. Y para completar la trilogía de la pareja Buñuel-Pinal, remató su excelente interpretación con el tercer filme, titulado Simón del desierto, de 1964.
La diva mexicana vivía el pleno éxito y prestigio, y así estaba tranquila en Lima, y así la recibiría el festival de cine de Río, de mediados de la fabulosa década de 1960. En el festival, la Pinal esperaba ver en especial al director y guionista alemán Fritz Lang, conocido por su rechazo a dar entrevistas y a quien admiraba.
Las imágenes del Archivo Histórico revelaban a una actriz mexicana, la preferida de Buñuel, muy amable y paciente con los medios de prensa de espectáculos, que se afanaban por saber algo más de la conocida estrella de cine y televisión.
El paso de Silvia Pinal por Lima fue demasiado breve, pues estuvo solo de paso por el nuevo aeropuerto limeño, entonces ubicado en un lugar alejado del ajetreo, la violencia y las contradicciones de una capital peruana que tenía como inquilino en Palacio de Gobierno al arquitecto Fernando Belaunde Terry (1963-1968).
Hacía solo dos meses, en octubre de ese año, que la actriz mexicana había estado en Lima para la inauguración del Canal 5. Pero ella nunca pasaba desapercibida a donde fuera, así fueran una, dos o tres horas.
Ese 14 de diciembre de 1965 fue un instante eterno. ¡Adiós para siempre, Silvia Pinal!
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