Nigeria: "Pulka es mi nuevo hogar"
Mamma Mohammed, 20 años, fue amenazada, encerrada durante una semana y obligada a casarse con varios miembros de un grupo armado. Embarazada, finalmente logró escapar a la ciudad de Pulka, en el estado de Borno, en el noreste de Nigeria, donde actualmente vive en un campo de desplazados. Mamma Mohammed se está recuperando de sus experiencias traumáticas con ayuda del equipo de salud mental y de apoyo psicosocial de Médicos Sin Fronteras (MSF). Esta es su historia:
Mamma Mohammed. Copyright: Abdulkareem Yakubu/MSF
“Estaba en casa con mi padre y mis hermanos pequeños cuando invadieron Mubi. La ciudad era un completo caos con gente corriendo para salvar la vida. Pero mi padre, siendo ya una persona mayor, me dijo que no iba a correr ni a abandonar la ciudad. No tuve más remedio que quedarme en casa con él y mis hermanos, porque nuestra madre no estaba allí y no había nadie más que los cuidara.
Cuando varios jóvenes armados llegaron a nuestra casa y nos vieron allí, me dijeron que tenía que casarme con uno de ellos. Les dije que no, porque no podía dejar a mi padre, que es viejo, y mis hermanos no podrían cuidarlo. Que ese no era su problema, me dijeron, insistiendo en que si no me casaba con uno de ellos, matarían a mi padre. Así que me vi obligada a casarme con un miembro de su grupo. Luego me llevaron con ellos al monte.
Mi vida en el monte fue muy dura. Mi esposo, con quien me casé contra mi voluntad, más tarde abandonó ese estilo de vida y las creencias del grupo y escapó a una ciudad cercana. Lo mataron cuando regresó al monte para sacarme de allí.
Después de que lo mataron, quisieron casarme con otro miembro del grupo, pero me negué y me encerraron en una habitación durante una semana. Durante mi encierro casi no me dieron de comer, y poco después de mi liberación me casé con otra persona.
Tras casarme, caí enferma y estuve en la cama durante un mes, sin que nadie me cuidara. Pero tuve la suerte de que una anciana se dio cuenta de lo que estaba pasando y decidió llevarme a su casa, donde me cuidó. Mientras estaba con la anciana, me recuperé de mi enfermedad, pero no estaba tranquila porque sabía que el grupo armado me vigilaba.
Estaba lloviendo la noche en que huimos. Ni siquiera pensé en llevarme nada, y de todos modos no teníamos nada que valiera la pena. Nos escapamos sin llevar siquiera zapatillas en los pies.
Cuando llegamos a Pulka, llevaba muy poca ropa. Mis pies estaban hinchados y llenos de espinas. Estaba tan cansada y enferma que me mareaba cuando me levantaba; otras veces, sentía que se producía un apagón ya que solo veía oscuridad.
Me llevaron al hospital, donde conocí a un trabajador de salud mental de MSF. Me ha ayudado mucho y me ha dado muchos consejos. He mejorado mucho desde que vine aquí. Cuando llegué por primera vez, mi cuerpo era blanco ceniza.
Ahora me baño regularmente, como y duermo bien, y de nuevo llevo una vida normal. Estoy muy agradecida al personal que nos cuida y se asegura de que nuestras vidas puedan volver a la normalidad.
No creo que pueda volver a mi ciudad natal para vivir con mi gente otra vez por el problema del estigma, pero espero poder visitarlos a menudo. Pulka es mi nuevo hogar”.