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Redacción EC

Los materiales naturales y los elementos de sutiles acentos dorados se unieron para darle a esta casa situada en Hudson Valley, Nueva York, una apariencia rústica, pero sin que pierda el toque de glamour: el equilibrio de estilos opuestos que buscaba la interiorista estadounidense Sasha Bikoff. “Lo más importante en el momento de diseñar los ambientes fue lograr que transmitieran la sensación del lugar en el que se ubica este hogar, el río Hudson”, dice Bikoff.

En la sala, su reinterpretación de la naturaleza la llevó a vestir el piso con una alfombra de tonos blancos, negros y grises. Estos representan el lecho de un arroyo, en cuyo centro reposan dos mesas hechas de lava fundida y con tableros espejados que dan un brillo elegante al lugar. Esta evocación natural está delimitada por un sofá seccional blanco. Corona el espacio una moderna luminaria de metal con esferas de vidrio negro, que se asemeja a la rama de un árbol.

El eco del bosque también se siente en el comedor, donde la mesa posee un tablero de madera con bordes irregulares que dibujan el perfil de su forma original, un tronco; y las sillas tienen el asiento y el respaldar tejido de piel.

La serenidad se siente en la alcoba, un refugio donde los muros están revestidos con una tela que se percibe como hierba metálica. En este espacio de descanso, la cama se diseñó con un dosel hecho de madera uhuru y de bronce, un metal cuyo mesurado brillo otorga una presencia sobria y refinada, la misma sensación que transmite cada espacio de este hogar.  

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