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Rosa Aguilar

El rojo es un color primario que proyecta energía e irradia calidez. Y para que sea el foco de atención, combínalo con los neutros, como el blanco, beige o gris claro. Si buscas contraste, apuesta por tonos intensos, como el negro, azul o marrón, porque son fuertes y pueden competir con la fuerza del color rojo y generar espacios vibrantes. Si se trata de ambientes clásicos, inclínate por las gamas más saturadas, como el carmesí, tinto o bermejo para transmitir sobriedad y elegancia. Para un look rústico y acogedor, inclínate por el terracota o rojo teja.

Es posible incluso conseguir una propuesta retro al combinarlo con el amarillo en su nota más delicada. “Por ejemplo, aplica este último tono en los muros de la sala e incluye un sillón de estilo Le Corbusier con tapiz de cuero y de color rojo intenso. Añade cojines con diseño de figuras geométricas para amarrar el concepto”, menciona la interiorista Lucía Neira.

El rojo es un color versátil, por lo que puedes emplearlo en cualquier estancia del hogar. En la cocina, disponlo en los muebles altos y bajos de la cocina con un acabado en poliuretano brillante para darle un aspecto moderno, y mantén las paredes y los tableros en blanco, a fin de lograr contraste y acentuar la iluminación. Si temes arriesgar, Neira aconseja añadir pinceladas de este color en elementos menores, como repisas, adornos, libros, luminarias o bancas.

Si se trata del dormitorio, la arquitecta Paula Vecco dice que es posible crear un punto focal al pintar la pared principal de rojo. “Crea una estética sofisticada, tapizando la cabecera con terciopelo gris y viste la cama con un edredón de color arena. Compleméntala con mesas de noche blancas de líneas rectas en acabado satinado o mate para equilibrar”. Dale brillo a la propuesta incluyendo objetos plateados o dorados, como lámparas de mesa, y marcos de fotos y cuadros.

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