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Redacción EC

Este pequeño hogar, ubicado en San Petersburgo (Rusia), es el refugio de una joven pareja de creativas que busca escenarios abiertos llenos de aire y luz. En ese sentido, el objetivo de las arquitectas rusas Alexandra Bertova y Daria Savitskaia fue desarrollar un espacio abierto, pero, aun así, que tenga distintos ambientes. Por ello, idearon un loft que une la sala, el comedor y la cocina, y separaron sutilmente el dormitorio mediante puertas de vidrio con estructura de acero. En esta vivienda hasta el alféizar de la ventana se aprovechó como una zona de descanso y como un banco para la mesa del comedor.

En el diseño destacan los tonos blanco y negro. El primero, en los muros, para añadir la máxima claridad visual; y el segundo, en el mobiliario. Para romper con la sobriedad, se optó por acentos coloridos, entre ellos resalta el esmeralda del sofá de terciopelo que define el área social. Su presencia le da una suave elegancia a un refugio de influencia escandinava. En el piso, la textura y la claridad de las tablas de madera denotan un sentido acogedor, además, acentúan el look nórdico.

La zona gourmet se diseñó únicamente con muebles bajos y repisas negras flotantes, a fin de aligerar el ambiente. La parte superior de la pared se pintó de blanco, ya que es una solución para no dar la sensación de que el techo es más bajo. Los pequeños accesorios marcan el punto de color en este escenario. El espacio íntimo de la casa se encuentra detrás de unas puertas corredizas que, al abrirlas, permiten conectar el cuarto con la zona principal. Es dueño de una esencia retro, pues sus protagonistas son una cama antigua de metal y luces de neón.

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