Los cazadores de ballenas tienden a rehuir la atención pública por la controversia que rodea a su profesión. La caza de ballenas con fines comerciales fue prohibida en todo el mundo en 1982.

Pero la tripulación del Jan Bjorn, de Noruega, un país cuyos pescadores matan unas 500 ballenas de minke común o ballenas enanas cada año con fines comerciales, accedió a que un equipo de la BBC los acompañara durante una jornada de trabajo.

Esta es la crónica personal de la periodista de la BBC Jo Fidgen. (Advertencia: algunas imágenes y descripciones pueden herir la sensibilidad de los lectores).

¡Pun! El ruido del cañón hace vibrar el viejo barco.

Bingo.

La ballena minke está quieta, a una treintena de metros de distancia. La cuerda amarrada al arpón marca la dirección en el agua. El capitán del barco, Jan, hace esfuerzos por acercar la presa.

No se mueve ni un centímetro. Así que Fred, más corpulento, le ayuda. Antes se gira hacia a mi y con una sonrisa me dice Ahora empieza el trabajo.

Durante el día Fred es paramédico.

Cazar ballenas es como unas vacaciones, me dijo una tarde mientras charlábamos en el puesto de vigía del barco, atentos a la superficie del mar por si se veían indicios de las ballenas.

Era un día hermoso para estar al aire libre en los fiordos noruegos.

No había nubes que taparan las montañas que guardan la costa de Lofoten, en el norte de Noruega, ni viento que rizara el mar.

Eran unas condiciones perfectas para cazar ballenas.

Llevábamos horas dando vueltas sin avistar ninguna, así que tuve tiempo de merodear por el barco.

Con apenas 13,7 metros de eslora, es un ballenero pequeño, sólo dos veces el tamaño de sus presas.

Lleva 40 años surcando estas aguas y tiene un aspecto viejo y cansado.

Hace tiempo que el cañón oxidado se llevó por delante un par de dedos de Jan, el capitán, al explotar cuando cargaba la granada con la que pesca.

No, no es un trabajo peligroso, me aseguró. Los accidentes pueden suceder en cualquier trabajo, dijo.

¿SEGURO QUE NO ERES UNA ACTIVISTA? Jan es un tipo amigable. Muchos balleneros no habrían accedido a llevar una mujer a bordo. Se considera mala suerte.

A Fred, en cambio, le incomodaba un poco más mi presencia. Seguro que no eres una activista?, me preguntó varias veces.

Hace unos años varios barcos de la flota local fueron hundidos en protesta por la decisión del gobierno noruego de reanudar la pesca de ballenas.

Esa decisión se basó en que esa actividad es importante para una comunidad que ha vivido del mar desde los tiempos vikingos.

Todos los balleneros con los que hablé insistieron en el argumento de que las ballenas están comiendo demasiados peces, dejando pocos para consumo humano.

A muchos les gustaría tener más permisos para cazar ballenas más grandes y también focas.

Las protestas los desconciertan.

Yo me crié en una granja. Cuidábamos de las vacas y de las ovejas y las matábamos cuando llegaba el momento. Para mi matar una ballena no es peor que matar un buey. La ballena es comida , me dijo Jan.

Para alguien como yo, que creció con una dieta de protestas contra la caza de ballenas, es difícil entender ese argumento.

Pero hace sólo 50 años que Reino Unido abandonó la pesca ballenera.

En los años posteriores a la segunda guerra mundial mucha gente agradeció esa carne.

TENSIÓN EN EL BARCO Me consolé pensando que morirían rápido.

Nueve de cada 10 veces, me habían dicho, la granada explota dentro de la cabeza de la ballena: una muerte instantánea.

Pero el día no iba de acuerdo al plan.

Habían pasado tres minutos desde que que le había disparado el arpón.

Durante la mayor parte del tiempo el cetáceo estuvo bajo la superficie.

De repente salió a la vista, revelando una herida profunda en el lomo, por donde pasó el arpón.

Entonces me di cuenta de que estaba viva y estaba tratando de nadar.

Fred agarró el rifle justo cuando la ballena volvía a sumergirse.

Había tensión en el barco.

Pasaron dos largos minutos antes de que la ballena reapareciera y Fred pudiera terminar el trabajo.

Se volvió hacia mi, serio. Quiero que sepas que esto casi nunca pasa, dijo.

El capitán, Jan, asumió la culpa diciendo que había disparado mal y lamentó lo que había pasado.

Pero éstos son hombres prácticos.

Esto puede pasar en cualquier tipo de caza, me dijo. Si le disparas a un alce, puede ser que se escape por el bosque y que no logres matarlo hasta el día siguiente, comparó.

OCHO FILETES Durante las siguientes horas Fred se encargó de ir cortando la ballena.

Acaricié el animal y su piel se deshizo entre mis dedos.

Fred arrancó la grasa como si fuese velcro.

El estómago flotaba en el agua como si fuera una pelota de playa, acosado por las gaviotas.

Mientras arrojaba la carcasa al agua Fred gritó gracias por la carne.

Ocho filetes, de casi un metro de largo, yacían en la cubierta.

Cada uno de ellos le daría a cada miembro de la tripulación unos cuantos cientos de dólares.

DELICIA LOCAL La carne se sirve frita en mantequilla y ajo, o ahumada.

Se come con galletas crujientes y con salsa agridulce. A los locales les encanta.

Pero puede que no puedan disfrutarlo por mucho más tiempo.

Los jóvenes de Lofoten se están marchando a las ciudades así que no hay nadie que tripule los barcos.

Jan se encoge de hombros. Es natural. Ahora tengo 69 años. Cuando yo lo deje, este barco va a ser el último de la zona.

Desembarqué, pensando en el poco parecido que había entre el Capitán Ahab de Moby Dick y el amigable Jan o el conductor de ambulancias Fred.

Y en lo diferente que es el mar de un matadero.

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