AGENCIA MATERIA

Un equipo de investigadores españoles ha descubierto “la mayor migración” animal del planeta, en palabras del coordinador del proyecto, el oceanógrafo Carlos Duarte. Se trata del movimiento protagonizado por los peces linterna (de la orden myctophiformes), unos peces de unos pocos centímetros que cada noche recorren hasta 700 metros desde las aguas profundas para alimentarse en la superficie de los océanos, para evitar a los depredadores y la luz del Sol. “Es como un Serengueti de peces, todos los días y en todos los océanos”, describe Duarte, investigador del CSIC.

Su equipo ha observado estos movimientos durante la Expedición Malaspina, en la que dos buques oceanográficos españoles completaron la vuelta al mundo tomando más de 200.000 muestras de agua, plancton y gases de la atmósfera. “Hemos visto que los peces linterna tienen unas capacidades sensoriales extraordinarias, pueden detectar una red a 100 metros”, explica Duarte. A su juicio, esa es la razón por la que la magnitud de esta migración ha pasado desapercibida hasta ahora. “Nosotros instalamos un sensor acústico fijo y vimos que los peces linterna se mofaban de nuestras redes”, detalla.

Sin embargo, argumenta el investigador, el pez linterna es el vertebrado más abundante del planeta. Las estimaciones de la Expedición Malaspina, todavía pendientes de publicar en una revista científica y por lo tanto en cuarentena, hablan de que la cantidad total de peces de todas las especies es 30 veces mayor de lo que se pensaba hasta ahora, principalmente por una brutal subestimación de las poblaciones de peces linterna.

UN FALSO FONDO DEL OCÉANO “Estos peces son los responsables de la capa reflectora profunda del océano, situada a entre 400 y 700 metros de profundidad”, defiende Duarte. Esta capa, conocida desde hace décadas, está formada por seres vivos en movimiento y es tan densa que las señales acústicas de los aparatos sónar de los barcos rebotan en ella, creando la sensación de que existe un falso fondo del océano. “Hasta ahora se pensaba que esta capa estaba formada por pequeños crustáceos del plancton”, explica Duarte.

Los peces linterna poseen fotóforos, unos órganos capaces de emitir luz que están distribuidos por su cabeza y su cuerpo. “Son peces feos, con poco interés para los pescadores más allá de elaborar harinas de pescado”, señala el investigador, en el Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados.

Duarte ha presentado esta mañana en Madrid los primeros resultados de la Expedición Malaspina. Según estos datos preliminares, el 60% de las especies de bacterias recogidas en las profundidades del océano durante la campaña son desconocidas para la ciencia.

El microbiólogo Josep Maria Gasol, investigador del CSIC en el Instituto de Ciencias del Mar y líder del bloque de microorganismos de la expedición, calcula que cuando termine el proyecto habrán inventariado 154 millones de genes. Cada uno de estos genes puede estar asociado a una función, por lo que los científicos esperan posibles aplicaciones biotecnológicas en campos como la energía, la alimentación o la cosmética.

CONTRA EL PILLAJE DE LOS BIOPIRATAS En una rueda de prensa, Duarte ha recordado que en 2009 el uso de patentes asociadas a sólo 5.300 genes marinos generó 9.000 millones de euros en todo el mundo. Un gen procedente de una bacteria marina, por ejemplo, codifica una proteína que se emplea para fabricar biocombustible a partir de mazorcas de maíz. Los propietarios de la patente ingresan unos 150 millones de dólares cada año. La industria alimentaria también utiliza genes de bacterias marinas, para eliminar escamas del pescado destinado a conservas y para producir leche sin lactosa, entre otros usos. Por eso, Duarte cree que la expedición tiene “potencial para multiplicar esos 9.000 millones de euros” de riqueza generada. El oceanógrafo ha recordado que la Expedición Malaspina ha tenido un coste total de 17 millones de euros.

“Apenas el 20% de los genes que hemos visto en el océano profundo figuran en las bases de datos internacionales. Hemos abierto una caja negra”, proclama Gasol. Los científicos de la Malaspina han hallado bacterias capaces de degradar contaminantes muy tóxicos acumulados en los fondos marinos, como el metilmercurio y las dioxinas.

Sin embargo, según explica Duarte, todavía no han patentado ninguno de estos genes, pese a haber constituido una empresa, Deep Blue Sea, para explotar los resultados de la Malaspina. El equipo de la expedición está promoviendo un debate internacional para que sea una organización bajo el paraguas de Naciones Unidas la que gestione la propiedad intelectual de estos genes. Actualmente, los genes de organismos marinos se convierten en propiedad de la primera empresa que describe su función y paga unos 1.500 euros para registrarla en una oficina de patentes. Ni siquiera es necesario conocer a qué ser vivo pertenece.

Los científicos de la Expedición Malaspina ya han asistido a cuatro reuniones con técnicos de la ONU para estudiar cambios en la Ley del Mar, que actualmente permite este atraco de los biopiratas al patrimonio mundial escondido en los océanos. “El marco legal que hay ahora mismo no es éticamente aceptable”, remacha Duarte.