Hay un problema. No solo las ciudades producen el 40% de las emisiones totales de carbono sino que también fueron hechas asumiendo que el clima era una constante.
Nuestros edificios están diseñados para la sequedad, por lo tanto se deterioran en presencia del agua.
La arquitectura moderna además está diseñada para ser habitada sólo por personas, no otras formas de vida: por su naturaleza, no promueve biodiversidad.
Por ello, necesitamos pensar en la arquitectura de una manera diferente. Necesitamos buscar nuevos modelos para construir edificios, así como mejores procesos industriales.
Diseñadores y arquitectos ya están considerando diseños urbanos más ecológicos, especialmente en términos de los recursos que se utilizan, con nuevos materiales más fluidos que puedan responder a los cambios en la demanda.
Por ejemplo, Paris Habitat, el más grande propietario de vivienda social en la capital francesa, está usando el calor del cuerpo humano recogido en el metro para calentar sus edificios. Bioprocesos están dándole energía a edificios como el BIQ en Hamburgo, Alemania, con su fachada bioreactiva (con microalgas cultivadas en los elementos de vidrio se produce energía y controla la luz y sombra).
ENFOQUES PARA RETOS Hay ciudades imaginadas que desafían la permanencia de los materiales de construcción y su inercia. Por otro lado, probablemente nuestra experiencia de las urbes cambiará gracias a la realidad aumentada, esa nueva manera de ver a través de los teléfonos inteligentes o artilugios como las gafas Google.
Pero necesitamos una gama aún más amplia de enfoques para que nuestras ciudades tengan la habilidad de responder a retos potenciales, algunos permanentes, como la subida del nivel del mar y los patrones impredecibles del clima.
Fundé el Grupo Avatar (Advanced Virtual and Technological Architectural Research Investigación Arquitectónica Virtual y Tecnológica Avanzada) en 2004 para explorar cómo las nuevas tecnologías podían influir en la arquitectura. Esas prometedoras posibilidades pueden llevar a encontrar nuevos materiales de construcción, especialmente utilizando las biotecnologías que están emergiendo, y podrían estimular la diversidad en el tipo de arquitectura que producimos.
Exploramos ámbitos tan variados como la biología sintética, teoría digital surrealista, cine y animación, diseño interactivo y realidad mixta y aumentada para potenciar el diseño arquitectónico, urbano y paisajista.
CULTIVAR LADRILLOS Y COCINAR VIDRIO En su libro Después de la ciudad, el diseñador Lars Lerup observa que los efectos tradicionales de la ciudad quizás son ya obsoletos.
Propone que la arquitectura y el papel de los arquitectos tiene que repensarse: las interacciones entre esos elementos dinámicos deben dar paso a una nueva manera de pensar sobre el diseño, en la que el propósito de un espacio particular pueda ser decidido por la persona que lo está usando.
Efectivamente, a diario, la arquitectura vuelve a ser imaginada en todo el mundo. Está, por ejemplo, el puente Paik Nam June de Seúl, Corea del Sur, un audaz diseño que es mucho más que un puente: incluye un parque, un centro comercial, espacios de encuentro y un museo. Paneles solares en la parte superior de la estructura generará energía.
Conceptos como ese nos permiten ver a los puentes de una manera distinta, no sólo como un método para cruzar barreras naturales, sino como una nueva clase de estructura en la cual vivir y trabajar.
En vez de construir edificios con materiales inertes transportados de otras partes del mundo, hay gente explorando tecnologías que podrían transformar un grupo de sustancias en otras en el lugar de la obra.
Markus Kayser está transformando arena en vidrio usando una impresora solar 3D que enfoca los rayos del Sol para crear obsidiana o vidrio volcánico (que se puede usar en construcción).
Otros procesos transformativos incluyen los ladrillos de arenisca cultivados por la profesora de arquitectura estadounidense Ginger Krieg Dosier a partir de bacterias, arena, cloruro de calcio y urea.
EL ESPACIO EN EL ESPACIO Y no se trata de pensar sólo en las construcciones en la Tierra.
Phil Watson, Rachel Amstrong y Elizabeth Anne Williams están trabajando en los diseños y conceptos iniciales del Proyecto Perséfone, parte de la iniciativa Ícaro Interestelar que busca construir una nave interestelar tripulada en los próximos cien años.
Perséfone quiere crear un interior biológico sintético para la nave y para ello está trabajando con equipos en los campos de la ciencia, tecnología, arquitectura, diseño, arte, humanidades y ciencias sociales.
Los principios fundamentales del diseño quizás ayudarán no sólo a crear un concepto viable para la vida en el espacio sino que podría ser traducido en modelos y prototipos para lidiar con retos en la Tierra, como la escasez de recursos en las megaciudades.
Hay muchos interrogantes en el proyecto, pero si le ponemos límites a nuestro pensamiento, limitamos a la arquitectura y su habilidad de responder a las vicisitudes de un futuro desafiante.
La arquitectura del siglo XXI está desarrollando la teoría, las herramientas e infraestructura que harán posible que la próxima generación de arquitectos enfrente lo desconocido.
Usando nuevos modelos de diseños, tecnologías y materiales quizás será posible librarse de las cadenas de los procesos de manufactura industrial como la fuerza motora del desarrollo humano.
Nada es imposible.