MARTHA MEIER MQ (*)
De los chimpancés aprendió que tener un hijo puede y debe ser muy divertido, y por esas hembras –cuenta– supo cómo ser una mejor mamá. Observando a esos primates, también, constató que aquellas crías a las que sus madres les habían dedicado más tiempo y cariño eran mejores cuando adultos: menos conflictivos y con mayor capacidad de liderar.
Esas observaciones resultaron de interés para los psicólogos y, a partir de ellas, Jane Goodall comprendió también la necesidad de amor y diversión requerida en la primera infancia para forjar mejores seres humanos.
Muchas otras cosas más de interés científico anotó la primatóloga, etóloga y conservacionista inglesa estudiando a los chimpancés de Gombe, a lo largo de medio siglo. Y en sus días viviendo en la selva, en contacto con la naturaleza, llegó a la conclusión de que la apatía –especialmente entre la juventud– es la mayor amenaza que se cierne sobre el futuro de la humanidad y del planeta. Con casi 80 años a cuestas, ahora lo que hace es sembrar la esperanza por donde pasa, y ahora pasará por Lima e Iquitos.
DESDE EL SOFÁ Tendemos a criticar todo lo que anda mal y desde la mullida comodidad de un sofá, apostamos a que las cosas empeorarán porque la solución no está en nuestras manos. Y esa es tan solo una buena excusa para evadir responsabilidades y quedarnos con las conciencias tranquilas. Eso, claro, hasta que la doctora Jane Goodall nos recuerda: “Tenemos la opción de elegir usar el regalo de nuestra vida para hacer del mundo un lugar mejor o simplemente no tomarnos esa molestia”. Como dicen: usted elige, pero ella se ha propuesto convencernos de que dejemos la desazón de lado y nos tomemos esa sana molestia.
LOS LADRONES Goodall no se cree esa idea de que “el mundo no es nuestro, solo lo tomamos prestado de nuestros hijos”. “¿Prestado?” –sonríe–; “cuando uno se presta algo es porque lo va a devolver en el mismo estado en que lo encontró. Lo que nuestra generación ha hecho es robarle a nuestros hijos su futuro. En ese sentido podría decirse que todos somos ladrones, pues qué vamos a devolverles si destruimos el planeta ‘prestado’ de modo alarmante”. Y lo dice con la voz suave, solo para hacernos reflexionar y no para deprimirnos sino todo lo contrario, porque se ha impuesto la titánica tarea de sembrar esperanza entre los terrícolas, y forjar una relación sana, amigable y responsable de los jóvenes con la naturaleza. Esto vía Roots and Shoots, su enorme proyecto que es, hoy por hoy, una inmensa red de millares de niños y adolescentes alrededor del planeta, trabajando voluntari amente a favor de todos. Con su sonrisa a flor de labios y el brillo entusiasta en los ojos, esta pequeña mujer ha logrado que los principales líderes de opinión y empresarios la escuchen y empiecen a transitar por la senda del desarrollo armónico con la naturaleza. La etóloga inglesa se las trae: “Si los padres no nos escuchan, allí están los miles de niños de Roots and Shoots, muy claros con lo que hay que hacer y con capacidad de hacer oír sus voces en sus hogares”.
ESE PAJARITO Para quienes no creen que cada quien está en capacidad de emprender una gran hazaña, Goodall menciona al neozelandés Don Merton. Este señor salvó de la extinción, solito él, al gorrión negro. En 1976 solo quedaban en el mundo siete de los pajaritos. A los años logró que la población llegara a 600 y sigue creciendo. “He visto con mis propios ojos que si se le da una oportunidad a la naturaleza, ella puede florecer aunque hayamos destruido todo un ecosistema”. Si Lennon cantaba “démosle un chance a la paz”, Goodall nos dice: “Demos una oportunidad a la naturaleza y esperanza a la gente”. No todo está perdido.
SÍMBOLOS DE ESPERANZA Día a día busca símbolos de esperanza que reafirman su creencia. “Una pequeña planta que atraviesa el concreto para ver la luz o el tesoro de un niño que se recupera del cáncer”, dice. “Solo si entendemos, podremos interesarnos. Solo si nos interesamos, podremos ayudar. Solo si ayudamos, podremos salvarnos”. Y en eso anda ella, en tratar de que entendamos, nos interese y ayudemos. “Es cuestión de intentarlo, uno por uno”, dice. Para esta dama de la conservación, “nos falta aún mucho para reflexionar sobre nuestro potencial humano para la compasión, el altruismo y el amor”. Para hablar de eso y más llegó anoche a Lima esta sembradora de esperanza.
() *Editora Central de Fin de Semana y Suplementos