Hemos cumplido 200 años como República y todos conocemos a los héroes que lucharon por nuestra patria. Sin embargo, también hay héroes que, pese a no ser conocidos, han hecho hazañas y han contribuido de manera silenciosa con nuestro país, y que continúan haciendo patria desde su hogar.

Para ser un héroe no necesitas tener una capa, una espada, poder; basta tener valores, principios y hacer el bien sin mirar a quién. A continuación, les presentamos algunas personas que, a lo largo de su vida, hicieron patria y contribuyeron con un Perú mejor.

María Antonieta Galarza Artica, de profesora a “heroína”

María Antonieta se convirtió en feminista a los dieciséis años.
(Foto: Erika Carbajal, corresponsal escolar)
María Antonieta se convirtió en feminista a los dieciséis años. (Foto: Erika Carbajal, corresponsal escolar)

La señora que un día llegó al colegio Fe y Alegría n2 de Condevilla Señor San Martin de Porres con nueve máquinas para la construcción de pistas no es más ni menos que María Antonieta Galarza Artica. Nacida en Jauja, Junín, hoy ya tiene 74 años.

María Antonieta cuenta que se volvió feminista a los dieciséis años, en una época en la que serlo resultaba revolucionario. En el año 2002, como presidenta de la Asociación de Padres de Familia (Apafa) del colegio Fé y Alegría n2 de Condevilla Señor San Martin de Porres, se encargó de algo que iba mucho más allá de las aulas: la pavimentación de las pistas que rodean la escuela.

“Llegue al colegio el año 1994 por mi segundo hijo, pero no fue hasta el 2002 cuando me decidí a hacer las pistas de dicho colegio, porque observaba que muchas Apafas no conseguían hacer la pavimentación de las pistas. Al ser presidenta de Aapafa decidí presentar la idea y buscar ayuda”, relata.

María nos cuenta que, en aquel entonces, fue a buscar ayuda a la Municipalidad de San Martín de Porres, pero no recibió respuesta. Luego, se enteró por unos vecinos de que la Municipalidad de Los Olivos ayudaba a colegios y Asentamientos Humanos. De aquella comuna recibió maquinarias y topógrafos para comprar todo lo necesario. También recibieron la ayuda del Ejército, que les brindó brea y maquinaria.

Galarza cuenta que, al verla llegar con las enormes máquinas al colegio, la directora del colegio, impactada, le dijo: “usted será recordada siempre por venir con nueve máquinas para la construcción de pistas”.

El 30 de Agosto del 2002, las pistas fueron inauguradas.

(Cortesía: María Antonieta Galarza).
(Cortesía: María Antonieta Galarza).

María también nos habla de cómo fue ser feminista en los años setenta.

“Es difícil nadar contra corriente. Cuando el prototipo común es ser sumisa, ama de casa, yo deseaba ser una estudiante de Derecho, una joven auto dictada, totalmente independiente y libre en todos sus conceptos. Desde los siete años sabía lo que era manejar dinero, tener dependencia economía de algún hombre no era lo mío, lo mío era ser dueña de mi misma”, cuenta.

A poco del bicentenario, en un Perú que, si bien ha avanzado en la lucha por la equidad, aún tiene un largo camino por recorrer, Galarza continúa abogando por la igualdad de género.

“Pido la verdadera equidad para llegar a la igualdad. Que la mujer pueda llegar a altos cargo, sin tener que pasar por teorías mal intencionadas. Quiero que una mujer camine segura, sin antes tener que pasar entre piropos. Sueño con una patria sin machismo, con mujeres seguras de si mismas , que se reduzca de manera rápida y en gran escala la violencia a la mujer y el acoso callejero”, sostiene.

Doña Maria es una sobreviviente precoz, una ganadora de antaño y una heroína con letras de eternidad. Como educadora, no pierde la esperanza de que el Perú sea uno de los primeros puestos en educación y que desaparezcan la violencia de género. A sus 74 años, es una mujer de hierro, una madre con coraje y una peruana admirable.

En cuanto a la educación, espera que el bicentenario sea una oportunidad para mejorar las enseñanzas.

“Quiero una educación más autodictata, desarrollada y de mejor calidad. Deseo que la tecnología sea una herramienta, pero necesitamos personas que leen, que tengan sentido crítico, con valores”, señala.

Sandra Durand Luna y Alejandra Apaza Ponce

Ambas estudiantes de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, fundaron un taller de narrativa y club de lectura llamado “Wabi Sabi”, con la finalidad de profundizar y resaltar vidas literarias, en su mayoría de mujeres que fueron escritoras no reconocidas.

Durand y Apaza decidieron fundar Wabi Sabi y comenzaron con talleres de poesía y narrativa. Luego de unos meses, se sumó al proyecto una nueva integrante: Alisson Aytocon con la finalidad de inaugurar una nueva sección especial por el bicentenario del Perú.

Son dos los objetivos de Wabi Sabi. Por un lado, profundizar y resaltar vidas literarias, mayormente de mujeres que fueron escritoras no reconocidas. Por otro, se busca despertar el lado creativo y talentoso de los alumnos, sin importar la edad. Para permitir diversidad cuentan con precios bajos, de modo que leer y tener un sentido crítico literario pueda ser una herramienta y no un privilegio de pocos.

Taller de narrativa y club de lectura llamado “Wabi Sabi”
Taller de narrativa y club de lectura llamado “Wabi Sabi”

Para Sandra Durand, la literatura en el bicentenario “se posiciona de manera decadente, a diferencia del centenario”. Según Apaza, llegamos al bicentenario con un país en el cual “no se le da importancia, ni una buena inversión” a la literatura.

Para Durand, es importante dejar de lado la lectura superficial para ocuparnos de la lectura crítica. Según Alisson Ayto, si queremos mayor seriedad en el ámbito de la lectura, hay que romper mitos y basar nuestra existencia en la lectura constante, pues · un país que lee, es un país que va hacia el desarrollo”.

(Captura: Erika Carbajal, corresponsal escolar)
(Captura: Erika Carbajal, corresponsal escolar)

Gloria Portugués Herrera

Gloria es trabajadora de limpieza. Desde hace 7 años, labora incansablemente en la Municipalidad de Lima para que los ciudadanos transiten una ciudad más amigable.

Gloria, trabajadora de limpieza 
(Foto: Bryan Miranda, corresponsal escolar)
Gloria, trabajadora de limpieza (Foto: Bryan Miranda, corresponsal escolar)

Pese a su vocación de servicio, Gloria no tuvo un camino fácil. Desde sus primeros años, tuvo que trabajar en las calles para apoyar a su familia. De sus 10 hermanos, dos fallecieron.

“Yo trabajaba desde pequeña con mis hermanos, vendiendo caramelos o chicles en las calles y en los restaurantes. Comíamos los que nos regalaban o, a veces, con lo que ganábamos comprábamos menús de S/3 para todos mis hermanos. De vez en cuando, nuestros vecinos nos regalaban almuerzo, ya que había días en la que no comíamos”, relata.

Y es que, aunque quizás muchas de las personas que se cruzan por la calle con Gloria Portugués no vean en ella una heroína a primera vista, basta con conocer su historia para conocer lo que es trabajo duro, constancia y honestidad.

“Mi casa antes era como una huaca”, nos cuenta, mientras describe un inmueble con paredes de triplay, piso de tierra y piedras y sin baño. “Cuando había temblor, tenía que mover las piedras y rocas que se posicionaban por todos lados”, dice.

Tras muchos años de trabajo, la casa que alguna vez le produjo angustias se convirtió en un lugar mejor para vivir.

“De estar todo el piso hecho tierra, las piedras por todos lados, y vivir todos en un solo dormitorio, ahora cada uno tiene su cuarto, el piso es liso, la sala es más grande. No podría decir que yo hice la casa, pero fui la que más apoyó, la que tuvo la iniciativa. Di más que los demás teniendo menos, y mis sobrinos no lo reconocen”, lamenta.

Al preguntarle si se considera una heroína del bicentenario, Gloria responde que no. Su humildad, sin embargo, la pinta como una.

“Te cuento mi vida no para darte pena, ni mucho menos para ser un ejemplo, porque no lo soy y tampoco lo pretendo ser. Lo que hice, no lo hice para que me lo agradezcan. Yo lo hice para ver a mi familia feliz, y creo que en su momento lo logré. Solo agradezco a Dios por darme lo necesario para vivir”.


(Cortesía: Gloria Portugués Herrera)
(Cortesía: Gloria Portugués Herrera)

Vicente Dagoberto Peña Avalos, el “Agricultor Espacial”

Como buen peruano, Vicente ama el camote. Sin embargo, se atrevió a hacer con este algo que nadie más haría: sembrarlos en el aire. La hazaña le valió artículos en distintos periódicos e, incluso, entrevistas en medios extranjeros.

Vicente ha sembrado camotes en el aire.
Vicente ha sembrado camotes en el aire.

“La gente puede creer que es fácil, pero yo me demoré 6 meses”, cuenta el agricultor autodidacta sobre cómo experimentó hasta lograr hacer algo nunca antes visto con el tubérculo, en 1993.

“A mí nadie me dijo cómo lo tenia que hacer”, exclamó, sintiéndose orgulloso de haber podido lograr solo esta hazaña.

Vicente comentó que una persona cercana le había comentado que a su edad nadie le daría trabajo. Sin embargo, él no buscaba trabajo: solo quería dar a conocer el experimento que había realizado sin fines de lucro. Lamentablemente, las puertas se le cerraron y no recibió apoyo para patentar el proyecto.

Camotes en el aire
Camotes en el aire
Los camotes de Vicente en el diario Ojo
Los camotes de Vicente en el diario Ojo


Le preguntamos a Vicente si era posible que se pudiera cosechar en el espacio a lo que respondió: “todo es posible”. Y es que, en todo el país, hay héroes desconocidos como él. Basta con mostrar dedicación, esfuerzo y ganas de mejorar sus vidas y las del país.

Informe elaborado por los corresponsales escolares Erika Carbajal Visosa, Bryan Miranda Valle, Josue Gonzales Chiclla y Ruth Peña Valdez del colegio Apostol Santiago, San Martin de Porres. Bajo la mentoría de Edward Alejandra Moya y la periodista Ariana Lira.