Christian Cruz Valdivia

Como “una bomba biológica” ha calificado el alcalde de Bérgamo, Giorgio Gori, al partido entre el Atalanta y el Valencia del pasado 23 de febrero por los octavos de final de la Champions en Milán. Ese día al estadio San Siro acudieron más de 40 mil espectadores y gran parte de ellos habría resultado contagiado de COVID-19, debido a que el virus ya se encontraba en Italia. Un ciudadano con síntomas estaba internado en Bérgamo, a 60 kilómetros, y contagió a todo el personal del hospital Alzano Lombrado. Así el virus se empezó a correr con más rapidez en todo el país de la bota.

Los miles de aficionados del Atalanta regresaron a Bérgamo y convirtieron a dicha ciudad en uno de los epicentros del virus en Italia, el segundo país con más casos y el que tiene más fallecidos en el mundo. Así como el Atalanta-Valencia, existen partidos en la historia del fútbol que se han ganado denominaciones que lamentablemente no tienen nada que ver con lo que ocurría en el campo de juego.

PERÚ-AUSTRIA, EL PARTIDO DEL HONOR

En los cuartos de final de los Juegos Olímpicos Berlín 1936, la selección peruana tuvo que enfrentar a su similar de Austria. La Bicolor, con ‘Lolo’ Fernández, ‘Manguera’ Villanueva y compañía logró la victoria por un contundente 4-2, pero el partido tuvo que repetirse.

Los mitos indican que Adolf Hitler estuvo en el estadio y se vio humillado al presenciar la victoria de jugadores de raza negra sobre la aria. Sin embargo, esto fue desmentido por muchos medios. Lo que sí pasó fue que se ordenó volver a jugar, esto debido a que la hinchada peruana bajó al campo de juego a agredir a los jugadores austríacos antes de la finalización del partido.

Debido a esta decisión, la delegación peruana se retiró de la competencia y regresó al país, acción tomada como un símbolo de valor frente al racismo que implementaba la Alemania Nazi en Europa.

ITALIA 1934, VENCER O MORIR

–"Italia debe conquistar el campeonato", dijo Mussolini.

–"Por supuesto Duce, haremos todo lo posible", replicó el general Vaccaro, presidente de la Federación Italiana de Fútbol.

–"No me ha entendido, Vaccaro. Italia debe ganar. Es una orden".

Bajo el mando del dictador Benito Mussolini, Italia organizó el Mundial 1934 y lo conquistaron bajo el lema “vencer o morir”. Un violento elenco ‘Azzurra’ eliminó a España en cuartos de final luego de lesionar a siete de sus jugadores, entre ellos al portero Zamora, en un primer partido que terminó igualado. El arbitraje del suizo René Mercet fue tan descarado que su país lo sancionó tras el evento. En el segundo encuentro Italia ganó 1-0.

En semifinales se enfrentaron a Austria y con la ayuda del árbitro, que no cobró una falta sobre el arquero Platzer en el gol italiano ni un penal a favor de los austríacos, clasificaron a la final con gol del argentino nacionalizado italiano Enrique Guaita. En la final, que empezó con el saludo nazi incluso de la terna arbitral liderada por el sueco Ivan Eklind, el mismo de las semifinales, Italia se impuso 2-1 a Checoslovaquia en tiempo extra.

“Hace cuatro años me mataban si ganábamos, acá me mataban si perdíamos”. Con esas palabras graficó el argentino Luis Monti, en referencia a la final que disputó con Argentina en Uruguay 1930 ante los locales y la de Italia 34 con Mussolini en el palco.

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EL PARTIDO DE LA MUERTE

Durante la Segunda Guerra Mundial, el fútbol no se libró del pensamiento nazi, y de eso fue víctima el FC Start, un club de fútbol ucraniano formado por exjugadores del Dinamo Kiev que habían escapado de ser prisioneros de guerra.

En 1942, este equipo logró una racha de buenos resultados que llegaron a oídos de los administradores alemanes, quienes creyeron que estas victorias podían alentar a los ucranianos en la guerra. Flakelf, un cuadro de la aviación de Alemania, había perdido 5-1 ante Start por lo que pidió la revancha, que fue fijada para el 9 de agosto. Un oficial del ejercito alemán era el árbitro y permitió el juego fuerte de los suyos, pero pese a ellos el Start venció por 5-3.

“Les habían advertido: ‘Si ganan, mueren’. Entraron resignados a perder, temblando de miedo y de hambre, pero no pudieron aguantarse las ganas de ser dignos. Los once fueron fusilados con las camisetas puestas, en lo alto de un barranco, cuando terminó el partido”, contó Eduardo Galeano en su libro “Fútbol a sol y sombra”. Sin embargo, la historia fue un tanto distinta.

Una semana después todos los futbolistas fueron capturados por supuestamente ser financiados por la policía ucraniana y ser comunistas. Todos fueron torturados, lo que provocó la muerte de uno de ellos, Nikolai Korotkuth. En los campos de concentración fueron asesinados Ivan Kuzmenko, Oleksey Klimenko, Mihael Keehl y Mykola Trusevich en febrero de 1943.

Solo sobrevivieron Fedir Tyutchev, Mikhail Sviridovskiy y Makar Goncharenko, quienes se encargaron de contar la historia para un diario ruso en noviembre de 1943. Años después de finalizada la guerra, todos publicaron libros con sus historias en el partido de la muerte.

LA TRAGEDIA DE LUZHNIKI

En las afueras del Estadio Luzhniki de Moscú se erige un memorial en honor a los fallecidos en esta tragedia, que estuvo oculta casi por una década pero que hoy es una de las mayores que el fútbol haya visto en su historia.

El 20 de octubre de 1982 se enfrentaban el Spartak y el Haarlem de Holanda por los dieciseisavos de la Copa de la UEFA. Debido al frío reinante, apenas unos 17 mil espectadores acudieron al recinto con capacidad para 100 mil. Solo se habilitaron el Sector Ay C, y la gran mayoría estaban agrupados en el segundo, ya que daba a la estación del Metro. El Spartak ganaba 1-0 y el público empezó a marcharse sobre los minutos finales, pero el defensa Sergei Shvetov marcó el segundo tanto en los últimos segundos. La euforia del gol hizo que quienes estaban saliendo intentaran regresar, chocando con los que estaban saliendo también, provocando un aglomeramiento en varios de los pasillos, iniciados en un principio por una señora que había perdido un zapato y dos hombres que intentaron ayudarla a encontrarla entre las tribunas.

Este hecho fue minimizado por la policía soviética. En un inicio se fijó en 66 la cantidad de fallecidos y se clausuró el estadio por dos partidos. Al año siguiente se mandó a prisión a cuatro dirigentes y al jefe de seguridad del recinto deportivo.

Sin embargo, en 1989, ya con Gorbachov en el gobierno, el diario “Sovetsky Sport” publicó el reportaje "El oscuro secreto de Luzhniki”, donde da cuenta que el total de fallecidos fueron 350. “Ojalá nunca hubiera marcado ese gol”, se lamentó Shvetsov años después, sintiéndose culpable de la tragedia.

EL INCENDIO DE VALLEY PARADE

El 11 de mayo de 1985 en el Estadio Valley Parade, el Bradford jugaba su último partido de su liga, el cual celebraba el ascenso a Segunda División inglesa, ante el Lincoln City y con unos 5 mil aficionados como testigos.

Sobre el final del primer tiempo empezó un incendio en la tribuna principal, que fue construida en 1908. El árbitro detuvo el juego para que la gente pueda saltar al campo y ponerse a salvo. Sin embargo, quienes decidieron correr hacia las puertas no tuvieron la misma suerte ya que estas estaban cerradas, quedando atrapadas entre el fuego y las paredes.

La tribuna se consumió y cayó totalmente, causando la muerte de 56 personas y más de 250 quedaron heridas. El incendio habría sido provocado por un cigarrillo mal apagado que prendió fuego a la basura acumulada debajo del tablado de la tribuna.

TRAGEDIA DE HEYSEL

Solo semanas después de lo que pasó en Valley Parada, Europa vivió otra tragedia en el fútbol. En el duelo entre Liverpool y Juventus del 29 de mayo de 1985 por la final de la Copa de Europa fallecieron 39 personas y más de 600 resultaron heridas, esto por una avalancha ocurrida en el Estadio Heysel en Bruselas.

Más de 60 mil personas había en el recinto y la hinchada del Liverpool, apostada en el sector X, intentó agredir a la de la Juventus, que estaba en el Z, antes de que inicie el partido. Los ingleses derribaron la barrera que los separaba y empezaron a acorralar a los italianos. Estos, en su afán de separase, se replegaron y quedaron atrincherados en las paredes y vallas metálicas fijas que limitaban con el campo de juego.

Todo esto fue transmitido por la televisión internacional. Pese a la tragedia, la UEFA decidió que el partido se realice una hora y media después. Ganó la Juventus, pero el resultado es de lo que menos se habla de aquel partido.

AVALANCHA EN HILLSBOROUGH

El 15 de abril de 1989 se enfrentaron en el estadio de Hillsborough de Sheiffeld (Inglaterra), el Liverpool y el Nottingham Forest por las semifinales de la Copa de Inglaterra. 96 fallecidos a consecuencia de una avalancha de gente es la cifra de la que es considerada la mayor tragedia en un estadio de fútbol.

Ya el estadio había sufrido accidentes similares. En 1981 fallecieron 38 aficionados por aplastamiento, mientras que en 1987 y 1988 ocurrieron incidentes similares que terminaron con hinchas lesionados.

Para evitar que se repita, se designó sectores para cada afición, pero a la del Liverpool, la más numerosa, se le dio una bandeja pequeña. Faltaba poco para el inicio del encuentro y miles de hinchas aún no habían ingresado al estadio. Los que estaban afuera empezaron a empujar para hacerse espacio. Así empezó el encuentro y cientos de aficionados pugnaban por ingresar por el túnel, debajo de la tribuna. La policía lo evitaba, hasta que se dieron cuenta de la gravedad y se abrieron las puertas de acceso al campo. Ya era tarde.

94 personas fallecieron en ese mismo momento, un niño de 14 años lo haría en el hospital cuatro días después y cuatro años más tarde un aficionado que había quedado en estado vegetativo por el aplastamiento. 96 muertos y más de 760 personas heridas. En un inicio se pensó que todo fue causa de los ‘hooligans’, los barras bravas, pero investigaciones posteriores descartaron que se tratase de una acción de violencia. Era el problema de aforo y los malos accesos del estadio que provocaron esta tragedia.

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