Loris Karius, portero alemán que jugó la final de la Champions League en 2018. (Foto: EFE)
Loris Karius, portero alemán que jugó la final de la Champions League en 2018. (Foto: EFE)
Guillermo Oshiro Uchima

Los 21 años de espera del terminaron en Estambul, ahí donde los ‘Reds’ protagonizaron una épica batalla que desinfló los delirios de grandeza del imperial AC Milan que festejaba ya el triunfo tras el 3-0 del primer tiempo. La reacción británica llevó la final de la Champions hasta la siempre infartante definición por penales que canonizó al heterodoxo Jerzy Dudek. El ‘1’ polaco detuvo los disparos de dos eruditos en la materia: Andrea Pirlo y Andrei Shevchenko. Y levantó la Orejona con sus manos salvadoras. Esa ciudad turca puede ser doblemente milagrosa si este sábado, en el Wanda Metropolitano de Madrid, confirma su efecto con una nueva conquista de los de Anfield ante el Tottenham, como en aquel mágico 2005.

Liverpool

En Estambul, a 2.800 kilómetros del corazón de Merseyside, vive exiliado Loris Karius (Biberach, 1993), el portero que la temporada pasada regaló dos goles que allanaron la victoria del Real Madrid (3-1) en Kiev y le negó la sexta corona continental al Liverpool. Ahí, exorcizando sus demonios, ataja el alemán tras ser cedido al Besiktas por dos años, aunque su retorno se antoja más imposible que volver atrás para corregir sus dos errores fatales.

Como en el 2005 y el 2018, el éxito y el fracaso del Liverpool parecen centrarse en la actuación de ese solitario hombre que siempre viste distinto a sus compañeros, que usa más las manos que los pies, convirtiéndose en héroe o villano, según la tesitura. “Con una sola pifia, el guardameta arruina un partido o pierde un campeonato, y entonces el público olvida súbitamente todas sus hazañas y lo condena a la desgracia eterna. Hasta el fin de sus días lo perseguirá la maldición”, lo explica bien Eduardo Galeano en el “Fútbol a sol y sombra” como si se hubiese inspirado en el condenado Karius.

Para olvidar traumas pasados, Jürgen Klopp debió disponer de 70 millones de euros para contratar a Alisson Becker (Río Grande do Sur, 1992). El brasileño llegó a inicios de la temporada desde la Roma con la misión de espantar los fantasmas que el germano dejó. ¿Su primera decisión? Prefirió el número de la mala suerte, el ‘13’, antes que heredar el ‘1’ de Karius, aunque esa era una forma de respaldar y respetar los galones de su colega que permanecía en el plantel por aquel entonces. El acierto del técnico alemán ha sido tal que gran parte de su segunda final consecutiva de Champions se la debe a Alisson. “Si hubiera sabido que era tan bueno hasta hubiéramos pagado el doble por él”, bromeó tras eliminar al Barcelona en la épica remontada en semifinales.

Aunque no es solo mérito del brasileño –el holandés Virgil van Dijk también se lleva parte del crédito como comandante de la zaga–, las estadísticas defensivas de los ‘Reds’ esta temporada son estupendas: en 21 de 38 encuentros mantuvieron su valla invicta en la Premier, concediendo solo 22 goles para ser la mejor defensa del torneo; en Champions terminaron 6 de sus 12 encuentros sin recibir tantos.

Con Alisson el arco del Liverpool está en buenas manos. Falta confirmar si Estambul pudo desactivar el efecto Karius para ser doblemente milagrosa. El sábado lo sabremos.

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