Una lesión a la espalda no le permitió terminar bien el Australian Open de este año. (Foto: EFE)
Una lesión a la espalda no le permitió terminar bien el Australian Open de este año. (Foto: EFE)
/ DAVE HUNT
Ricardo Montoya

El Despertar de la Fuerza. Así tituló Stefano Semeraro, al penúltimo capítulo del Código Federer, la fantástica biografía del Maestro suizo. Esa sección del libro se ocupa de la resurrección de Roger tras seis meses fuera del circuito en el 2016, para regresar después en una de sus versiones más resplandecientes en los albores del 2017. “Jugar contra Rafa es como escalar una montaña”, había dicho antes de esa final en la que llegó a la cumbre en Australia; pese a perder el cuarto set, y de estar 3 a 0 abajo en el quinto. Luego acomodó la actitud y empezó la liturgia. Consiguió volver de las tinieblas. Algo parecido es lo que sueña para el 2021 y lo escribe en las redes. Pero Federer, en el fondo, sabe que ahora todo es distinto.

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Tenía 35 años y 167 días cuando conquistó el título en la Laver Arena hace tres temporadas. Al levantar la copa Roger se convirtió en el segundo jugador más viejo en ganar un torneo de Grand Slam, únicamente detrás de Ken Rosewall, que a los 37 celebró en Melbourne. Federer tendrá 39 agostos y 183 días si es que se cumplen los pronósticos y el Primer Abierto de los grandes se disputa en las fechas que acostumbra el año próximo. Para empeorar el panorama Roger ha tenido que someterse a otra artroscopia en la rodilla derecha. Su espalda tampoco le da tregua: lo obligó a tirar el partido contra Djokovic en las semifinales de Australia de hace unos meses. El cuerpo irrompible que antes lo acompañaba parece haberlo abandonado.

De todas formas, un Roger descomunal le ha opuesto magia al adversario más duro de todos: el paso del tiempo. Nadie como él. Ni Connors, ni Rosewall, ni Laver, ha combatido al enemigo invencible con tanta gracia. Es altamente improbable que Nole y Rafa continúen jugando por mucho tiempo más. Su juego, a diferencia del de Roger, depende en gran parte de su estado físico. La muñeca de Federer, en cambio, es un joystick ensamblado a su brazo derecho.

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La longevidad tenística de Federer no ha sido un factor que ha considerado el ex campeón de Wimbledon, Pat Cash, para dejarlo fuera del ranking de los mejores de su generación. El australiano, uno de los voleadores más fantásticos del deporte blanco en sus días, se equivoca también al considerarlo contemporáneo de Djokovic y Nadal. La generación de Federer era originalmente: Roddick, Hewitt, Nalbandian, Davydenko y Ferrer. Todos ellos ahora por encima de los 38. Nadal, Djokovic, Murray y Del Potro son el relevo de aquella camada y tienen cinco, seis o siete años menos. Lo que ocurrió fue que mientras los demás iban paulatinamente perdiendo facultades, Federer, un ladrón del tiempo, se reinventaba, modificando y optimizando facetas de su juego. Por ejemplo, el revés alto, es un arma que afinó de la mano de Ivan Ljubicic después de cumplir los 35. Ese nivel de perfeccionismo define bien al Maestro.

De todas maneras, es válida la discusión respecto de la supremacía de Federer como el mejor tenista de la historia. Nole, Rafa y el propio Laver también han sabido labrar un camino lleno de éxitos. Lo que en cambio no admite controversia es su lugar en el afecto de la gente. Roger es el tenista más idolatrado de todos los tiempos. Por esa misma razón, lo creen capaz de seguir produciendo flores dentro de nosotros. Milagros, que a esta altura y aunque duela, este último Federer ya no es capaz de realizar.

(Foto: AFP)
(Foto: AFP)
/ MARTIN BUREAU

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