Romelu Lukaku marcó 34 goles en su primera temporada con el Inter de Milán. (Foto: AFP)
Romelu Lukaku marcó 34 goles en su primera temporada con el Inter de Milán. (Foto: AFP)
/ MARTIN MEISSNER
Jorge Barraza

Se han escrito centenares de cuentos de fútbol, amenos, desopilantes, imperdibles, sin embargo la ficción siempre pierde por goleada con la realidad, nunca la alcanza en este deporte, en el que las situaciones más insólitas e inopinadas están apenas doblando la esquina, sin necesidad de alardes imaginativos. , el gigante belga afrodescendiente de padres congoleños (allí donde el rey Leopoldo II perpetró una carnicería humana estimada en millones) es una de las revelaciones de la temporada. En su primer año en el marcó 34 goles con su juego arrollador de pujanza y aguante de los zagueros. Y en la Liga Europa culminada el viernes anotó 6 en 5 juegos. Incluso hizo el primero, de penal, con el cual el Inter comenzó ganando al Sevilla la final en Alemania. Faltaba, claro, que el director de la película diera el golpe de efecto que nos dejara a todos impávidos. Sucedió en el minuto 74. Sevilla e Inter igualaban 2 a 2, llegó el enésimo centro envenenado de Ever Banega sobre el área interista, hubo un rechazo de De Vrij, la bola se elevó y el brasileño Diego Carlos ejecutó una acrobática chalaca; la pelota se perdía por línea de fondo, de pronto apareció el pie derecho (el malo) de Lukaku y la metió en su arco. Gooooolll… Gol del Sevilla, 3 a 2 y campeón. Como guión sonaría demasiado osado. Las preguntas obligadas: ¿Qué hacía Lukaku de último hombre, él que es delantero de punta…? ¿Para qué corno puso el pie si la pelota se iba afuera…? Lo traicionó el instinto, un acto reflejo. Todos esperaban del goleador el tanto de la victoria, y lo hizo, pero para el contrario…

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Tuttosport puso en portada una foto de Lukaku abatido con un titular que lo dice todo: “NO, ASÍ NO…!” El suceso estaría incompleto si no dijéramos que Diego Carlos le había cometido el penal a Lukaku apenas iniciado el partido, a los 2 minutos y 30 segundos. Y que a los 73 estuvo a punto de salir Diego Carlos por una molestia, pero reingresó y ejecutó la chalaca ganadora. Tampoco puede faltar en el relato el penal claro cometido por el mismo zaguero brasileño en el minuto 16. Tocó la pelota con la mano en su área (separando la mano del cuerpo para tocarla). Era penal y roja porque Diego Carlos ya había recibido amarilla en la falta anterior. Luego terminó siendo él el héroe de la victoria, no Lukaku.

Pero hay más: al llegar el reloj a los 65′, nueve antes de su infausto autogol, Lukaku se fue solo hacia el arco sevillista, listo para marcar el tercer tanto y ser tapa de todos los diarios del sábado. Su cotización de 68 millones se hubiese disparado a noventa o cien. Pero apuntó al bulto (“al muñeco” según la jerga rioplatense), y Bono es mucho arquero. El marroquí le tapó el disparo y Lukaku lleva dos noches sin dormir. Que pueden ser cuatro o cinco.

La realidad es más impredecible que la imaginación, seguro. ¿Quién pensaba en 2006 que el Sevilla, virgen en lides internacionales, catorce años después reuniría 6 Liga Europa…? Que sería el máximo ganador y con el aditamento de seis títulos en seis finales (parecido a lo de Independiente en América, 7 definiciones de Libertadores y 7 coronas).

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Las casas de apuestas daban favorito al Inter con 64% sobre un modesto 36% del cuadro andaluz. También allí se floreó lo inesperado. El triunfo sevillano pagó 3,40 euros por cada uno apostado. Y el club recibirá un total de 31 millones por alzar este, su sexto trofeo, que además lo deposita en la Supercopa de Europa junto al vencedor de esta tarde entre el Bayern y el PSG. Todas caricias al alma rojiblanca.

Nada es casual en el éxito. Sevilla tiene a Monchi, considerado el director deportivo número uno de Europa que, como los viejos relojeros, lleva una lupa en el ojo derecho. Es un experto descubridor de talentos que le ha hecho ganar trofeos y fortunas al Sevilla. Entre sus golpes más celebrados están los de Dani Alves (fichado del Bahía por sólo 850.000 dólares y traspasado seis años después al Barcelona en 35,5) y Julio Baptista (llevado del Sao Paulo por 3 millones y negociado al Real Madrid por 25). A partir de ahí, docenas de nombres que brillaron y luego salieron multiplicando varias veces su valor inicial: Luís Fabiano, Kanouté (amado por el sevillismo), Gary Medel, Carlos Bacca, Ever Banega, Seydou Keita, Ivan Rakitic, Gameiro (comprado en 7 y vendido en 37 al Atlético de Madrid), N’Zonzi, Lenglet (llegó por 4 y se fue por 36), Vítolo (pagado 3 y cobrado 40), Bem Yedder (9,5 millones convertidos en 40). Las transferencias son el principal ingreso monetario del Sevilla desde Monchi en adelante. Y, a partir de su llegada, el club ascendió a Primera División (2001) y logró 6 copas de la UEFA, 2 Copa del Rey, la Supercopa de España y la de Europa, una cadena de triunfos antes jamás disfrutada en la institución. Que ya clasificó para la próxima Liga de Campeones. Han pasado infinidad de jugadores y técnicos, y hasta tres presidentes, pero Ramón Rodríguez “Monchi”, sigue. Él maneja el arte de saber comprar. Y vender.

Monchi no se enamora de nadie, la fórmula es clara: saber buscar talento joven, ficharlo a precio acomodado, que dé satisfacción deportiva al club tres o cuatro años, evolucione y luego parta a otro destino dejando fuertes utilidades. Para lo cual un director deportivo necesita tres cualidades: buen ojo, honestidad para con su club a la hora de fichar y contactos. Con esas pautas, el Sevilla ha hilvanado 10 títulos en quince años y ha facturado como nadie en Europa. Apenas le iguala la línea el Borussia Dortmund, que cuenta con otro gurú del reclutamiento y venta de jóvenes cracks: Michael Zorc (Lewandowski, Aubameyang, Gundogan, Perisic, Reus, Ousmane Dembélé, Jadon Sancho, Pulisic, Achraf Hakimi, Haaland están en su extensa lista de aciertos).

Está claro que actualmente todo proyecto futbolístico con aspiraciones pasa por un entrenador de alto nivel, pero también por un director deportivo al tono, que además comulgue con el DT y la directiva. El incesante movimiento de futbolistas en filas sevillistas dice a las claras que su éxito pasa por las políticas del club, no por tener un buen puntero izquierdo o un arquero salvador.

Sevilla nos entrega también el caso Lopetegui, el técnico vasco que fue eyectado del banco de la Selección Española 48 horas antes del debut en el Mundial de Rusia. En plena vigilia del partido ante Portugal, el Real Madrid anunció oficialmente su contratación para reemplazar a Zinedine Zidane. Y se supo que el DT había dado el OK desde la concentración de La Roja en Krasnodar, cuando unos días antes había renovado y ampliado el contrato con la Federación Española. El presidente de ésta, Luis Rubiales, virtualmente lo decapitó. Fernando Hierro condujo al equipo, que fue eliminado por la propia Rusia. Ahí la imagen de Lopetegui se derrumbó. Y terminó de caer en el Madrid con una campaña flojísima, hasta ser destituido cuatro meses después. Un 5 a 1 del Barcelona fue el detonante. En junio de 2019 Monchi lo exhumó y en su primera temporada es campeón de la Europa League, completando 21 partidos invicto entre liga y copa. Sus acciones volvieron a trepar a lo más alto. El negocio era comprar papeles de Lopetegui en 2019 y venderlos en 2020. Su Sevilla hizo un culto de la pelota bien tratada y bajó en la recta final a un cuarteto bravo: 2-0 a la Roma, 1-0 al Wolverhampton (la revelación en Inglaterra), 2-1 al Manchester United y 3-2 al Inter. No se le puede pedir más.

Volvemos a Lukaku: la realidad es el mejor alimento de la literatura futbolera.

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