“Costa Rica posee una tradición respetable: han ido a cinco mundiales, cuentan con una liga construida alrededor de algunos clubes importantes (Saprissa, Alajuelense) y poseen un puñado de referentes históricos”. (Foto: AFP)
“Costa Rica posee una tradición respetable: han ido a cinco mundiales, cuentan con una liga construida alrededor de algunos clubes importantes (Saprissa, Alajuelense) y poseen un puñado de referentes históricos”. (Foto: AFP)
Jerónimo Pimentel

Costa Rica es una rareza: es una selección seria en un contexto de fragilidad.

Los ticos compiten con México –un equipo soso o en el mejor de los casos ciclotímico– y Estados Unidos –un avión condenado a volar bajo– por la preeminencia de una organización que nadie, en el mundo, toma muy en serio: la Concacaf. Razones hay. La Copa de Oro es un evento de tercera categoría y sus eliminatorias son extremadamente generosas en la entrega de cupos, pues han sabido capitalizar el número de islas y banderas que representan. Por si fuera poco, la Concacaf ha desaprovechado, cada vez que ha podido, los envites de la Conmebol para que mejoren su competitividad, como ha quedado claro en la Copa Libertadores, que nunca han ganado a pesar de los grandes presupuestos de los clubes aztecas. Las erráticas participaciones de sus colores en la Copa América, donde se han atrevido incluso a mandar selecciones juveniles con los resultados consecuentes, no hace sino reafirmar una sensación agria.

En ese contexto adverso Costa Rica posee una tradición respetable: han ido a cinco mundiales, cuentan con una liga construida alrededor de algunos clubes importantes (Saprissa, Alajuelense) y poseen un puñado de referentes históricos (Paulo Wanchope). Dos momentos en su historia brillan. El primero ocurrió en Italia 90, donde Bora Milutinovic armó una selección ortodoxa alrededor del portero Gabelo Conejo y el delantero Hernán Medford. Ahí vencieron a Escocia y Suecia y lograron la atención del mundo futbolístico.

La segunda luz vino en Brasil 14, donde Jorge Luis Pinto llevó a los ticos a cuartos de final luego de dejarlos primeros en el grupo de la muerte por encima de Uruguay (a quien vencieron 3 a 1), Italia (1 a 0 con gol de Bryan Ruiz) e Inglaterra (tablas). En octavos eliminaron por penales a los griegos y cayeron por la misma vía ante Holanda luego de un 0 a 0 reglamentario. No perdieron un solo partido en tiempo de juego, lo que no está nada mal para un país de cinco millones de habitantes.

El equipo que enfrentará Perú mañana es uno que está en transición respecto a ese. No contará con Keylor Navas, pero viene de derrotar a Chile a domicilio luego de un mundial pobre y una serie de amistosos decepcionantes. Costa Rica, contra lo que se pueda pensar de una idiosincrasia tropical, se supera a sí misma cuando es conservadora y juega vertical. Su plantel no da para un mediocampo vistoso, pero cuenta con un mediopunta creativo como Ruiz y un delantero técnico como Joel Campbell. La defensa es sólida, una línea de cinco sin complejos, con Waston determinante en el balón parado. Nada de otro mundo, pero exigente como sparring.

Ricardo Gareca se verá obligado a reformular el ataque, lo que puede beneficiar a los rivales. Contra Ecuador el rendimiento de Perú fue soso y se acrecentaron las dudas sobre la posición de Ruidíaz; peor aun, se extrapoló esa incertidumbre al mediocampo. No es momento de sacar conclusiones, sino de experimentar, pues es la única manera de que este plantel evolucione. El hincha peruano tendrá que buscar a un viejo aliado en estos meses: la paciencia.

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