Pep Guardiola logró su primer título con Manchester City el último domingo. (Foto: AP)
Pep Guardiola logró su primer título con Manchester City el último domingo. (Foto: AP)
Guillermo Oshiro Uchima

“No sé si podría dirigir en el Federal [torneo de ascenso argentino]”. El entrenador de Talleres de Córdoba, Frank Kudelka, aprovechó el buen momento de su equipo para resaltar las vicisitudes que debió superar desde que asumió en el 2015 hasta llegar a la Superliga de Argentina, donde hoy marcha segundo detrás de Boca. “Me pregunto si los grandes técnicos de los equipos poderosos, donde todo lo que quieren lo compran, alguna vez podrían dirigir en clubes chicos donde la creatividad tiene que ir por encima de todo”, añadió el estratega gaucho para aplaudir su inmolada labor.

Como Kudelka, muchos entrenadores se escudan en la ‘mala suerte’ al comparar sus carreras con la de los estrategas tops. Siempre se justifica que los afortunados que llegan a dirigir a los grandes tienen todas las herramientas para triunfar porque la ecuación es sencilla: dinero es sinónimo de títulos. Sucede en Argentina y en todo el mundo. Y ya sabemos que el fútbol no funciona necesariamente bajo esa lógica.

Pero el gran problema en la actualidad no es que se hable de entrenadores afortunados ni del dinero que invierten los clubes, el problema radica en la única medición que se utiliza para diferenciar lo bueno de lo malo: el resultado. El que gana es bueno y el que pierde es malo. Es blanco o negro. Bajo ese prisma hay quienes cambiaron de opinión sobre la estancia de Guardiola en el Manchester City. El domingo ganó su primer título con los citizens al conquistar la Copa de la Liga Inglesa. Después de una temporada sin trofeos, rarísimo para un estratega con ADN ganador, el catalán vuelve a ser el profesional exitoso que era, aunque todavía tiene el listón muy alto para mantener su estatus de semidiós. Debe ganar la Premier –donde galopa solo hacia su inminente coronación– y la Champions, de lo contrario su paso por el cuadro celeste seguramente será tan menospreciado como los que no valoraron su etapa en el Bayern por no estar adornada por la Orejona. No importará si transformó al City en un equipo competitivo en Europa ni que sea un aplastante dominador de sus partidos con un juego vistoso y contundente. Tampoco que convirtió en jugadores top a Otamendi o Sterling, elementos desechables una temporada atrás. Solo vale ganar para que lo bueno se destaque. El resto es filosofía barata.

En nuestro fútbol, Bengoechea volvió a ser una luminaria solo una semana después de ser vapuleado por Cristal en Matute. Su redención fue el 3-1 en el clásico que le devolvió la condición de técnico capaz. ¿Qué cambió en su equipo en el Monumental? Más allá de algunas piezas, solo el resultado. El funcionamiento de Alianza dista mucho del conjunto que, más allá de gustos, obtuvo el Descentralizado 2017. A falta de sociedades en el mediocampo para trasladar el balón de pie en pie hasta el área rival, el juego vertical pretende solucionar sus carencias. Pero el triunfo lo hace ver ahora como un once con posibilidades de tumbar a Boca en su debut en la Libertadores, cuando la realidad dice que con lo mostrado difícilmente le alcance para regalarle una gran alegría a su hinchada pese al mal momento del cuadro argentino. Necesita una considerable mejora para tentar la victoria.

En la ‘U’ no se respira esperanza. El arranque sin triunfos en el Torneo de Verano pone la cabeza de Troglio en la guillotina. Todos sabíamos lo tortuosa que sería esta temporada para los cremas. Sin embargo, se exige la victoria cuando es imposible pedirle al argentino hacer madurar en un par de partidos a los chicos subidos de la Reserva. Su proyecto necesita tiempo, trabajo y paciencia, aunque esta última sea una mala palabra en estos tiempos resultadistas. La primera mitad del clásico, sin ser nada extraordinaria pero acorde con su realidad, debería ser el camino a seguir: equipo corto, mucho orden, acertar en definición las pocas opciones que genera y sobre todo más corazón para pelear todas las pelotas hasta el último minuto. Troglio es técnico, no mago. Habrá que esperar un poco más para calificar su trabajo

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