Marta Vieira está jugando si quinto Mundial Femenino. (Foto: AP)
Marta Vieira está jugando si quinto Mundial Femenino. (Foto: AP)
Marco Quilca León

La década del 90 estaba dando sus primeros pasos. En Brasil, país de alegría y fútbol, se creía que el balón solo se tenía que asociar a los hombres. En las mujeres no, porque producía infertilidad. En esos años, Doña Tereza, descubrió con horror que en vez de ir a la escuela, su pequeña hija dedicaba horas a patear una pelota. Intentó de todas las maneras posibles evitarlo. Primero fueron los consejos maternales. Luego algo más fuerte: gritos, castigos, encierros. Pero nada funcionó.

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El destino estaba marcado y Marta Viera da Silva lo tenía claro: iba a ser futbolista. Hoy, casi 25 años después, Marta está jugando su quinto Mundial Femenino. Y en tres partidos ya rompió dos récords: es la única en marcar en cinco ediciones distintas del torneo; y, ante Italia el último lunes, llegó a los 17 goles convirtiéndose en la máxima goleadora en la historia de los mundiales, superando por uno al alemán Miroslav Klose.

Pero para que la pequeña rebelde llegue a escribir su nombre en las páginas gloriosas del fútbol tuvo que superar obstáculos. En aquellos años (principios de los 90) su pueblo natal, Dois Riacho del estado brasileño Alagoas, tenía cerca de once mil habitantes. Todos la vieron jugar. Casi nadie le prestaba atención. Ignoraban sus goles, sus gambetas. Su magia.

Julio de Frei-tas era profesor de gimnasia. Y también fue su descubridor. Un día la vio jugar en un torneo de niños. Era el mayor talento que había visto nunca, después de Pelé, claro. “Nadie aceptaba que una niña corriera detrás de la pelota entre niños. Ellos eran más fuertes, pero aun así ella destacaba”, recuerda Julio. Marta se refugió en él. Y en su hermana Ángela, que siempre la apoyó. Los tres enfrentados a un entorno tóxico con un balón como bandera. Nada mal.

Vieira nació en 1986. Su historia es como la del futbolista promedio: vio en el balón una vía para sacar a su familia adelante. Pero ella afrontó otro obstáculo: el género. “Un día me pidió un real para comprar un balón, y yo le dije: '¡Tú eres mujer, Marta!'”, rememora su madre en la biografía de su hija que, curiosamente, al final no fue autorizada por la jugadora para su venta. El libro solo se puede conseguir como préstamo en la Biblioteca Central de Sao Paulo.

Marta con la camiseta del Vasco da Gama de Brasil. (Foto: Archivo)
Marta con la camiseta del Vasco da Gama de Brasil. (Foto: Archivo)

En 1940, 45 años después que el fútbol femenino llegara a Brasil, en el país de la samba se prohibió que una mujer toque un balón. Así de drástico. Así de estúpido. El veto terminó en 1971, pero la “moral” se mantuvo durante años. Y eso lo vivió en carne la propia Marta, que sufría discriminación en cualquier campo.

A los 14 años, Vieira tomó una decisión que iba a cambiar su vida. Agarró su bolso, metió sus chimpúnes, unas medias, un short y una camiseta. Salió de casa y fue directo hasta Río de Janeiro. Recorrió dos mil kilómetros en tres días de viaje con el único objetivo de probarse en el Vasco da Gama, uno de los pocos clubes que tenían un equipo femenino. En el camino, mirando por la ventana del bus, pensó en su madre. En cómo la educó sola desde que su padre las abandonó. La promesa de ayudarla no se iba a romper así ella le prohibiera jugar al fútbol.

Cuando llegó al centro de entrenamiento del Vasco no dijo nada. Dejó que su zurda se comunicase en el idioma más conocido, el del fútbol. Mirada al suelo y cabizbaja antes que inicie el partido de práctica. Ojos bien puestos en el balón cuando escuchó el silbato. “Su cara era la de quien le tiene rabia a la vida”, dijo en una entrevista hace años la entrenadora Helena Pacheco. Marta no necesito mucho tiempo para demostrar a todos que era extraordinaria. Goles por montones, lujos por doquier. Y se quedó.

Vieira no desaprovechó la oportunidad que la vida le estaba brindando. Aunque al principio se escapaba por las noches a los bares de Río de Janeiro con una amiga para bailar y tomar algunos tragos. Celebrar. Estaba descubriendo un nuevo mundo. Eso sí, nunca se olvidó de los su madre. Cuando firmó su primer contrato pidió que el dinero fuera para doña Tereza. “Mamá me crio, luchó duro, lo hizo todo. Se quedó en casa cuando mi padre nos dejó”, contó Marta en su biografía.

Marta junto a Ronaldo y Pelé. Los tres son los futbolistas de Brasil con más goles en Campeonatos Mundiales de la FIFA. (Foto: AP)
Marta junto a Ronaldo y Pelé. Los tres son los futbolistas de Brasil con más goles en Campeonatos Mundiales de la FIFA. (Foto: AP)

Aquella niña que tuvo prohibido tocar un balón comenzó a cautivar a todos. Aunque, en ese tiempo, las mujeres no solo tenían que ser profesionales. Debían hacerse notar. Luego de cuatro años en el fútbol brasileño (del 2000 al 2004), Marta fichó por el Umea IK de Suecia. Su primera experiencia en el extranjero. Con 18 años, en la palestra internacional, la ‘10’ hizo del mundo suyo. Fue imposible ignorarla. Se hizo conocida en Europa hasta llegar a ser considerada la mejor jugador del Mundo.

Sobre su imagen se edificaron los cimientos del fútbol femenino en Brasil. Embajadora de la Organización de Naciones Unidas (ONU) para luchar contra el sexismo en el deporte, ella ha luchado por el sueño de muchas niñas que hoy juegan al fútbol con total naturalidad. Como debió ser siempre.

Marta fue  nombrada embajadora de Buena Voluntad de la ONU en 2010. (Foto: EFE)
Marta fue nombrada embajadora de Buena Voluntad de la ONU en 2010. (Foto: EFE)

Nombrada mejor jugadora del mundo en seis oportunidades por la FIFA (el año pasado ganó el premio The Best). A pesar de todo, no ha ganado ni los Juegos Olímpicos ni una Copa del Mundo. Siempre se quedó con la miel en los labios. Hoy, con 33 años sobre la espalda, está jugando su quinto Mundial en Francia. No será el último, pero las oportunidades se le acaban.

El último lunes, Brasil clasificó a los octavos de final en el tercer puesto al vencer por 1-0 a Italia. Marta salió al campo con los labios pintados de color sangría. “Lo elegí porque teníamos que dejar la sangre. Ahora lo voy a usar todos los partidos”, dijo.

La camiseta autografiada a Marta en el museo del fútbol en el estadio Pacaembú, Brasil. (Foto: ITEA Comunicaciones)
La camiseta autografiada a Marta en el museo del fútbol en el estadio Pacaembú, Brasil. (Foto: ITEA Comunicaciones)

Así como el fútbol es caprichoso con ella al no darle un título con su selección, también es justo. El país que le prohibió jugar a sus mujeres la tiene como orgullo nacional. Incluso, es la única mujer que tiene la huella de sus pies en el Maracaná. “La mejor, entre hombres y mujeres”, dicen los guías antes de empezar la ruta.

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