El que más ganó, el que mejor jugó, el que más goles hizo, el que menos recibió, el de mejores jugadores… El primero que gana en Argentina, Brasil y Uruguay, el de mayor porcentaje de puntos obtenido en los últimos 40 años... Desde los números no hay discusión posible, desde el juego tampoco: Nacional de Medellín es un gran campeón. Tal vez con una final más rutilante alcanzaba el rótulo de brillante. Pero está ahí, oscilando entre el gran y el brillante. En las finales es difícil dar espectáculos fastuosos, es muy equilibrado el fútbol actual, el rival está muy avisado, toma sus precauciones. Y entrega lo máximo.
Frente a Independiente del Valle hizo la tarea: el empate afuera, el triunfo en casa, que pudo ser más amplio. Borja falló dos chances netas, Azcona le sacó magníficamente una tercera (un balazo bajo junto a un palo que era gol); Marlos Moreno perdió otro de cabeza... El resultado mínimo minimiza una victoria que pudo ser más acomodada. Nadie cuerdo podría discutir los merecimientos, se debate sobre el brillo, la magnificencia.
La corona corona, justamente, un momento feliz del fútbol colombiano: Santa Fe campeón de la Sudamericana, Nacional de la Libertadores, la Selección peleando el pase a otro Mundial… Y nuevos talentos rompiendo el cascarón, que representan la esperanza de futuras alegrías. “Lo más importante en fútbol es hacer gol, todo lo demás se puede arreglar”, dice Juan Ramón Carrasco hablando del juego. Llevado al plano estructural del fútbol de un país, lo primordial es que sigan surgiendo valores, lo demás es menos crucial. Ese es, precisamente, el drama del fútbol brasileño de este tiempo: no produce figuras, o produce muy pocas en comparación con el pasado.
La evolución constante de años y años de Colombia, Ecuador y Venezuela (en ese orden) ha equiparado la balanza entre el sur y el norte. El continente se ha nivelado. Es un bien precioso del fútbol actual: la paridad. Por eso no sorprende esta final ciento por ciento del Pacífico. Ni que Nacional se quede con el título. Hace tres o cuatro años que es candidato. Para que el momento se convierta en época es preciso lograr nuevas conquistas. Y no sólo Nacional, otros deberían sumarse para demostrar que, a nivel de clubes, Colombia no es apenas un ave solitaria. Que más entidades intenten igualar a Nacional. Santa Fe se ha acercado, sin la misma calidad de fútbol, acaso sin tanta robustez institucional, pero tomó ese camino.
Un año le demandó a Reinaldo Rueda modelar esta obra llamada Nacional campeón. Como todo lo suyo, un trabajo de orfebre, silencioso y eficiente. Un lema lo definiría como DT: “Hechos, no palabras”. Rueda armó esta maquinaria (completamente diferente del equipo que fue eliminado en la Libertadores anterior por Emelec) y le imprimió tres rasgos que sobresalen con nitidez: seguridad defensiva, vocación de ataque y buen trato de balón. Y evidentemente tuvo ojo para elegir a la tropa. Rueda supo, también, sacar lo mejor de cada uno, cualidad de los buenos entrenadores.
Armani (monumental), toda la defensa, Mejía, Sebastián Pérez, Macnelly Torres, Berrío y Marlos Moreno, todos compartieron un protagonismo parejo y de excelencia, pero la imagen de la posteridad mostrará a un héroe inesperado, invitado de última hora: Miguel Ángel Borja.
En toda historia hay un costado fortuito; en esta lo fue la partida de Ibarbo y Copete, que originó la llegada de Borja, un acierto fenomenal. ¿Hubiese sido igual de feliz el final sin Borja…? Sólo Dios tendrá la respuesta. Con más goles que partidos jugados, Borja le dio verdadero sentido a la palabra refuerzo. Pocas veces un jugador llega a un equipo y es tan determinante de inmediato. Toda la saga de la Copa no recuerda otro suceso similar de alguien que haya disputado apenas cuatro partidos. Fuerte, veloz y de mortífero disparo, Borja fue la revelación. Santa Fe lo tenía, ¿cómo se le escapó…? ¿no supo ver lo que Nacional sí vio en él…? ¿Borja no era este Borja…?
La pregunta ya está instalada por el hincha: ¿se le puede ganar al Real Madrid en Japón…? Con este mismo equipo y cuerpo técnico se lo puede enfrentar dignamente. Pero, ¿irán los mismos…? Davinson Sánchez y Marlos Moreno ya están fuera, otros pueden seguirlos. Entonces no sería el Nacional campeón de América sino un sucedáneo.
La diferencia entre un campeón sudamericano y uno europeo es que el de allá mantiene su plantel y hasta lo refuerza. Los de acá quedan diezmados enseguida. El éxito acaba con los procesos en Sudamérica. Vienen de otros mercados, todos más poderosos económicamente que el sudamericano, y se sirven como quien entra a un centro comercial y pide un marcador de punta, dos volantes, un buen delantero con gol… Y adiós equipo.
Párrafo para Independiente del Valle. Fue el rival que esperábamos: duro, difícil, peleador, aunque esta vez careció de la dosis de fútbol que mostró frente a Boca o de esa cuota de heroísmo de otros compromisos. Igual, enamoró al continente, enorgulleció al fútbol ecuatoriano y ahora todos saben qué es Independiente Del Valle, están al tanto de su bravura. Fue portador Independiente de un mensaje edificante: somos once contra once, todos podemos.
Tuvo Independiente una jugada de gol clarísima en los pies de José Angulo, que la mandó a Júpiter, y otra de Uchuari que entró con decisión al área y pareció derribado por Henríquez. Nos cuesta decir enfáticamente que fue penal, mucho más nos cuesta decir que no fue. Hay un hecho claro: Henríquez nunca tocó la pelota, cruzó al atacante. Pareció una imprudencia del capitán, pero es que si no se estiraba como lo hizo, era gol de Uchuari.
A raíz de esto muchos hinchas de otros clubes protestaron: “En toda la Copa los fallos de los jueces siempre fueron a favor de Nacional”. Es cierto, tuvo una secuencia afortunada de fallos en diferentes encuentros, sobre todo en el tramo final, también es verdad fue superior a todos sus rivales, los dominó, les generó pilas de situaciones de gol, fue siempre a buscar el resultado sin especular nunca. Se ganó el cielo por mérito, por fútbol. Hay que escarbar mucho el historial para encontrar un campeón mejor que Nacional. Los de los últimos años apenas transitaron entre lo discreto y lo bueno. Ganó el que más lo merecía. Y para eso no necesitamos ver de nuevo el video, estamos seguros. Es un titulazo, Nacional, congratulaciones.
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— El Comercio (@elcomercio) 31 de julio de 2016
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