El retiro de Sir Alex Ferguson, por tratarse de una figura irrepetible, uno de los más exitosos de los grandes DT de la historia, marcará el fin de una época en el fútbol inglés y europeo.
Ferguson dejará el banquillo del Manchester United al finalizar la temporada, pasando a ocupar un lugar en el directorio, controlado por miembros de la familia propietaria, los Glazer, a cuya estabilidad el técnico contribuyó con reiteradas muestras de fidelidad cuando eran muy criticados.
La temporada que viene, entonces, veremos a Ferguson como embajador honorario del club, una responsabilidad desempeñada durante mucho tiempo por otro gran veterano, Bobby Charlton.
La noticia apuntó en los últimos noticieros del martes y se confirmó en la mañana del miércoles, desplazando del primer plano nada menos que al mensaje de la reina Elizabeth II en el Parlamento.
Y justamente la reina y Alex Ferguson son los únicos dos personajes que han estado permanentemente en el primer plano durante las últimas tres décadas: todos los demás han desaparecido en los pliegues de la historia.
Ahora le toca el turno a este veterano, un escocés gruñón y con fama de matón, alguna vez concesionario de un pub en Glasgow, aficionado a los caballos de carrera y al buen vino, capaz de imponer una disciplina feroz pero al mismo tiempo de ponerse un guante de seda con los jóvenes.
GARROTE Y ZANAHORIA Guante de seda… si le hacen caso, por supuesto. Porque si se rebelan les tirará un zapatazo por la cabeza, como a David Beckham, o les mostrará la puerta de salida, como a Paul Pogba, el brillante chico francés ahora en el Juventus.
El truco más útil de los patriarcas, en todas las épocas, consiste en hacer pasar el acatamiento a sus caprichos y manías como una obligación debida, algo necesario para el éxito del grupo.
Alex Ferguson fue particularmente exitoso como conductor, consiguió 38 títulos en 26 años, porque su fórmula de garrote y zanahoria coincidió con el ritmo de la disciplina que podía acatar un vestuario de jóvenes atletas.
Un líder consolidado tiene un amplio margen de acción, pero debe ser muy cauteloso en el período inicial, cuando su autoridad todavía no es palabra santa.
En el caso de Alex Ferguson, su llegada al Manchester United coincidió con un período sombrío de indisciplina, en particular el abuso del alcohol, que fue una de las lacras del fútbol inglés de la época.
En Manchester circulan anécdotas del técnico recorriendo pubs y fiestas privadas para impedir que varios de sus jugadores llegasen con resaca al entrenamiento del día siguiente. Si es que llegaban.
Aquel DT era una mezcla de jefe, guardia de seguridad, enfermero y confidente. De naturaleza autoritaria, colérica, debió controlarse para no perder la paciencia (y su puesto) con un grupo heterogéneo e indisciplinado.
Este antecedente sugiere que Ferguson, a diferencia de José Mourinho, asumió gradualmente y por consenso su papel de líder natural, en vez de exigirlo por contrato, como se estila ahora.
SECADOR DE PELO La fisonomía es la principal carta de presentación del personaje. Tiene cara de bravo, de “duro”, de “bruiser”. Sus mejillas y su nariz se ponen rojas a la menor contradicción, que él enfrenta de inmediato con la técnica de los duros de siempre: invade el espacio del atrevido y le grita en la cara.
Los jugadores del Man United han llamado a este tratamiento “el secador de pelo”, porque diez minutos de Alex Ferguson gritándote a la cara tienen el mismo efecto que el aparato eléctrico.
Pero el jefe también debe ser flexible: un matón que no pasa de ser un matón dura lo que duran sus bravatas, mientras que Ferguson se las ha arreglado para ganarse el respeto de varias camadas sucesivas de futbolistas.
Por supuesto que todas estas características, que suenan tan positivas a la luz de un éxito tan abrumador, tienen su correspondencia negativa.
La más importante, claro, es la arbitrariedad. Ferguson, así como Mourinho y muchos otros jefes, hablan de “autoridad”, pero todos saben qué cosa es el mando ejercido a fondo y a todo pulmón.
Su tratamiento abusivo de periodistas díscolos y árbitros poco complacientes ha sido denunciado muchas veces, pero esta es una virtual prerrogativa de los técnicos exitosos, en particular si son hábiles en el juego psicológico del fútbol.
Otra característica “arbitraria” ha sido su implacable escarmiento de futbolistas como Beckham, Jaap Stam y Van Nistelrooy, despedidos sin miramientos cuando el jefe lo consideró oportuno.
Y hace unos días se hablaba de que la próxima víctima de esta “guillotina escocesa” sería Wayne Rooney. Caramba, si hasta fue suplente en el partido más importante del año, ante el Real Madrid.
VACÍO El alejamiento de este personaje irrepetible, de este campeón peso pesado de los DT, dejará uno de esos vacíos virtualmente imposibles de llenar: cualquier persona que pretenda ocupar su lugar deberá rellenar el espacio a su alrededor con mucho viento y un monzón de promesas.
Fue inevitable que se hablara de José Mourinho. Es sabido que el portugués tiene el banquillo del Manchester United entre ceja y ceja, y que desde su llegada a Inglaterra cortejó a Ferguson con adulaciones de todo tipo, pero los comentaristas dan crédito, por ahora, a ciertas declaraciones de escepticismo por parte de funcionarios del club.
Una de ellas, muy interesante, fue del propio Bobby Charlton, cuando puso en duda que Mourinho fuera “adecuado” para el club, y hasta deslizó que a Ferguson no le gustaba tanto como se creía.
Pero los que deciden son los Glazer, claro. El favorito en las apuestas, el miércoles, era otro escocés, David Moyes, de 50 años, cuyo contrato con el Everton termina al fin de la temporada.
Es llamativa la vigencia de los técnicos escoceses en el fútbol inglés. Se les reconoce sapiencia técnica, capacidad de mando con los jugadores y autoridad ante dirigentes y aficionados.
Pero el nivel de Manchester sugiere que los Glazer quieren a un hombre con experiencia en Champions League y habituado a manejar grandes presupuestos y también jugadores que se creen el ombligo de la naranja.
Por supuesto que no hay muchos de este tipo, por lo cual cabe suponer que el nivel proviene de amigos de Mourinho o, también, de Jupp Heynckes, del Bayern Múnich, que está a punto (eso creemos) de agregar una Champions League a su colección de trofeos: ya tiene una, ganada con el Real Madrid, nada menos.
Se dice que el retiro de Ferguson ha sido precipitado por la necesidad de una delicada intervención quirúrgica en su cadera, pero Heynckes, de 67 años, parece saludable y hace poco postergó su retiro. En Múnich cuentan que tiene la sangre en el ojo con el club y con Pep Guardiola, su reemplazante.