Xavi Hernández cerró su carrera deportiva con una derrota del Al Sadd en Irán. | Foto: Agencia
Xavi Hernández cerró su carrera deportiva con una derrota del Al Sadd en Irán. | Foto: Agencia
Ricardo Montoya

Por mucho que se empeñen en adjudicarle distintas denominaciones el fútbol es, esencialmente, un juego. Eso es tan indiscutible como que , el inolvidable ‘croupier’ del Barcelona, ha sido uno de los que mejor ha entendido de qué se trataba su práctica. Es que, al revés de los adultos, el volante catalán siguió preservando, durante su extensa carrera, la misma fascinación lúdica de su infancia. Ese delirio, que bien puede ser premisa, que al fútbol se juega para divertirse. Y que esa diversión es mayor si tus compañeros, acoplados, se convierten en tus secuaces.

El último 20 de mayo, la anécdota da cuenta de que en la Liga de fútbol catarí, enfrentando al Persépolis, Xavi ha disputado su último partido como profesional. Para variar, se ha despedido campeón. Este adiós formal contrasta con el emotivo que ocurrió hace cuatro años, vestido de azulgrana, en el Nou Camp.

Es cierto que todos los grandes futbolistas discurren por un determinado período de excelencia pero, además, dentro de ese lapso, existen momentos claves que los convierten en ídolos para siempre. Xavi respondió a cada llamado que la gloria tuvo para él. Fue el titiritero que movió las marionetas de esa España campeona de Europa en el 2008 donde, además, fue elegido, con justicia, como el mejor jugador del torneo.

Era, a su ritmo, que marchaba esa escuadra. Los ibéricos abandonaron la tradicional furia española para pregonar un fútbol de control, de toque y de precisión, con él como abanderado. Xavi, junto a Andrés Iniesta y Sergio Busquets en la volante, componía recitales en cada partido. Era imposible sustraerles la pelota. El premio fue grande. Ganaron el Mundial del 2010, año en que la revista “World Soccer” lo premió como el mejor jugador del mundo.

Luego repetirían el éxito en el Viejo Continente, al imponerse también en el 2012. La misma fórmula se repitió en el Barza donde, de la mano de su mentor Guardiola y con Messi y varios de sus compañeros de selección, obtuvo cuatro Ligas de Campeones y dos Mundiales de Clubes. Xavi ocupó un rol sobresaliente en ese conspicuo plantel del 2009 del Barcelona, posiblemente el mejor equipo de la historia del fútbol.

Más allá de lo prolífico de su carrera, donde se “cansó” de construir títulos como solía decir, lo más importante quizás de su legado, es su idiosincrasia futbolística. Por eso no sorprende que nos dejara frases Guardiolescas como esta: “Incluso ganando 1-0 en el minuto 89, lo que yo quiero, y donde me siento más a gusto es en el campo contrario, teniendo el balón y yendo al ataque”.

El hombre se diferencia de los otros animales por su capacidad para emocionarse con las actitudes de sus semejantes. Nos deja Xavi para iniciar su carrera como estratega del Al Saad.

Es imposible predecir cómo le irá en el futuro cercano. Lo que sí es seguro es que su equipo va a rendirle culto a la pelota siempre. Así son sus maneras únicas, así entiende él este deporte, como una reivindicación a los juegos de su niñez. Conmueve.

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