GUILLERMO OSHIRO
Huir de Eslovaquia no era la mejor solución para su carrera deportiva, sino para su vida. Tras subsistir dos temporadas en el Zilina, que querrá olvidar con la misma rapidez con la que esquiva a sus rivales en la cancha, Jean Deza dice haber recuperado la sonrisa en la San Martín. Confiesa que hoy se siente libre, feliz. Sin embargo, su pasado en el club eslovaco tiene ladrillos y techo. Se trata de una casa en Bellavista, Callao, que recibió como parte del acuerdo que tenía por firmar con la empresa suiza Speeed y donde vive toda su familia. Esa propiedad es precisamente la que hoy ya no está a su nombre.
“Me siento estafado”, confiesa Deza, quien cuenta que la sociedad del agente FIFA Joseph Blandli y el peruano Luis Zacarías pusieron el inmueble a su nombre pero después, tras hacerlo firmar una carta poder a la abogada de Zacarías, terminó a nombre del ex preparador físico de la selección peruana.
Zacarías, que representaba a Deza hasta antes del Sub 20 de enero cuando el jugador decide romper el vínculo, asegura que la casa no fue parte del contrato, sino más bien una ayuda al delantero para que pudiera mudarse del barrio movido en el que vivía (Gambetta). Lo cierto es que hoy, con ayuda de los abogados Jorge Britto y Felipe Marcionelli del estudio Balbi, Deza le ha iniciado un juicio por estafa a Zacarías para recuperar lo que considera suyo.
“A Jean le recomendaron firmar un poder muy amplio, muy general, que le daba la chance a la apoderada (la abogada Carmen Milagros Anchaya Campanella) de hacer cualquier cosa. Le dijeron que era solo para temas de contratos deportivos, pero al final sirvió para traspasar la casa a nombre de Zacarías. Se hace un contrato por un préstamo de 180 mil dólares a favor de Jean, pero en la minuta no hay ningún cheque y en sus registros no figura ningún ingreso de dinero. Ahí se pone como garantía la casa y en febrero se hace efectivo el traspaso”, explica el doctor Britto.
¿Por qué firmó Deza la carta poder? “Por un tema de confianza. Yo los conocía de chico y confiaba ciegamente en ellos”, justifica Jean. Lo real es que Deza ya no está atado al Zilina –“rompió unilateralmente su contrato por dos temas: el club no estaba dispuesto a resolver los problemas que tenía con sus compañeros ni a facilitarle el tratamiento psicológico que requería por la muerte de su madre, además de las irregulares sanciones económicas que le impusieron”, explica Percy Wilman, su apoderado legal–, tampoco a la empresa Speeed, pero cada vez que regresa a su hogar en el Callao sabe que su ‘trámite de divorcio’ con Eslovaquia podría costarle el único bien visible que ganó con sus pies: la casa prometida.