CARLOS SALAS

Enero del 2012. Recuerdo la presentación. Lombardi feliz, Mosquera feliz, todos contentos y el discurso era: Roberto representa el regreso a los años 90. Claro, Mosquera, además de puntero de excepción, había sido asistente de campo del Cristal más importante de su histora: el del 97 (subcampeón de la Libertadores).

Aquella postal de sonrisas contrasta hoy con la noticia de la semana: Mosquera ha sido echado por irrespetar el estilo de Cristal”. Así lo explicó Lombardi, que ganó blindaje en la corporación con el pragmático Cristal del 97, pero ahora exige ‘presión y protagonismo’, valores que su propio club no tuvo, por ejemplo, ante Vélez en el Amalfitani (ganó de contra) ni ante Rácing en el Cilindro (se defendió por acumulación de hombres).

Lombardi es un bielsista de la primera hora. Y máximo impulsor de la redacción del documento del ‘estilo’ en el club. El problema es que ni Oblitas ni Markarián, técnicos de los años 90, jugaban como el manual pide. Tampoco Giraldez, el formador español de menores que han traído, maneja esos códigos. Ni hablemos de Mosquera, que de Bielsa no tiene ni el buzo. Roberto aseguraba una idea de toque inmodificable, pero de ningún modo ese fútbol lleno de presión que reclama Lombardi.

Tan incoherente es la cosa que en noviembre del año pasado, cuando Cristal goleó 3-0 a la ‘U’ jugando de contragolpe, ningún dirigente reclamó por el ‘estilo’ ni trató a Mosquera de irrespetuoso. Obvio, se había ganado con baile, y eso justificaba todo. Aun en Cristal.

Los estilos en un club, por regla básica, tienen que estar claros de arranque y lleva años imponerlos. Antes de ‘sacrificar’ al técnico, sería excelente que en Cristal debatan y sean honestos con lo que realmente desean. Y si quieren un Bielsa, que lo digan y lo publiciten. Pero no culpen más a Mosquera. Él dio lo que sabía.