Ingresó en el minuto 11 del segundo tiempo ante Municipal. Farfán vuelve al fútbol peruano. Fue capitán y marcó un gol. (Foto: Liga 1)
Ingresó en el minuto 11 del segundo tiempo ante Municipal. Farfán vuelve al fútbol peruano. Fue capitán y marcó un gol. (Foto: Liga 1)
Miguel Villegas

Lo normal hubiera sido que no regrese. Que disfrute sus ganancias, que viaje por el mundo, que disfrute la adolescencia que perdió. No está escrito que un crack europeo deba volver a su club de chiquito ni hay castigo si este, por la razón que sea, se jubila entre Cartier y Vuitton. Los distinguirá solo ese intangible que no se puede comprar con millones: cariño. Y el pecho abierto de sus hinchas para defenderlo.

Aún si no hace más goles para ganar partidos o si no llega a la final del campeonato, Jefferson Farfán lo tiene, ahora sí, todo. Esto es lo que significa su regreso.


EL JUGADOR ESPEJO

Futbolistas así inspiran desde que se amarran los chimpunes. Cómo saludan. Qué almuerzan. Quiénes son sus amigos. Entrenar con ellos —mirándolos a ellos— ayuda a construir mejores carreras. También a acabarlas, claro. No profundizaré sobre la huachafa idea de que los jugadores de fútbol tienen que ser ejemplo de los niños porque no lo creo. Modelos son los papás. Lo que sí debe saber un hombre como Farfán, mundialista y millonario, es que será imitado cada segundo. Desde cómo se pone la banda de capitán hasta cuánto abre la boca cuando celebra, como en este 1-0 ante Municipal que ha destruido las horribles tendencias políticas en Twitter. Alianza Lima tiene una pequeña gran ventaja respecto de los 17 equipos que juegan la Liga 1: cuenta en su vestuario al último futbolista inspirador que le quedaba al fútbol peruano en Europa. Cornejo, Montoya, Concha tienen de quién aprender y mucho por escuchar.

Jefferson Farfán y Paolo Guerrero hicieron divisiones menores en Alianza Lima | Foto: GEC
Jefferson Farfán y Paolo Guerrero hicieron divisiones menores en Alianza Lima | Foto: GEC
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EL MUNDIALISTA DE LUJO

Lo ha comprado Alianza —2 años— pero lo va a disfrutar el fútbol peruano. Le paga el Fondo Blanquiazul pero lo cotiza la Videna, donde se reconoce que no nos sobran cracks y que Farfán, con 36 años y las rodillas en algodones, sigue siendo el delantero ideal para jugar como titular en la selección, junto con Paolo Guerrero. No es casualidad que en los palcos del estadio San Martín hayan estado más integrantes del cuerpo técnico de Gareca que dirigentes aliancistas que fueron al TAS. Y tampoco es exagerado decir que en ese gol, un cabezazo limpio al arco de Melián, luego de zafarse de Cossío y dejarlo como cono, había la misma dedicatoria para su mamá Charo que para el PF de Gareca Adrián Vaccarini. Jefferson no jugaba un partido profesional desde el 10 de octubre del 2020, ante Brasil por las Eliminatorias a Qatar. Se entrenó, descansó y su fuego natural le dio un cachetazo a todos los incrédulos: no es un ex.

UN CRACK QUE SIEMBRA

No se la va a pedir al arquero Rivadeneira ni, como en los tiempos en que jugaba Super Soccer Champ en una cabina de Villa El Salvador, irá dejando defensas facilito, apretando la letra L. Sería antinatural que lo haga y sería exagerado pedírselo. La presencia de Jefferson Farfán en Lima tiene que servir para todo eso que se les exige a los embajadores: negociar con las partes, dar paz a las guerras, y liderar cambios de estructuras en un club que hace poco nomás descendió en la cancha. Qué increíble sería —por ejemplo— que el imán de auspicios que es el 10 de Alianza —el club tiene diez anunciantes ya— consiga fondos para su esperado complejo deportivo de menores, diez canchas y todas las comodidades donde se entrenen los Farfán que hace años, desde el 2004, estamos esperando. O que exija mejores condiciones de los estadios, de los camarines, de los protocolos de seguridad en medio de la pandemia. O que, ya sin ser puristas, se entrene como ninguno y cada vez que le toque, demuestre eso que se gritaba en todas las pichangas, en todos los recreos de los colegios de Tumbes a Tacna antes de la pandemia:

—Yo quiero ser como

Y que, de puro contagio, esos niños lo sean.

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