Leao Butrón fue la figura en el último clásico jugado en el Monumental y que terminó con triunfo por 2-1 de Alianza Lima ante Universitario. (Foto: USI)
Leao Butrón fue la figura en el último clásico jugado en el Monumental y que terminó con triunfo por 2-1 de Alianza Lima ante Universitario. (Foto: USI)
Ricardo Montoya

Ya no se obsesiona con la selección. Sabe que las razones que lo tienen lejos de ella se explican desde cualquier ángulo menos desde el futbolístico. De igual forma, él se empeña en desafiar a la naturaleza y en demostrarle al tiempo que para convertirse en héroe no se necesita una capa. Basta, si uno es ducho en el oficio, con un par de guantes. Leao se llama y lleva alivianado el peso de un nombre con historia cuidando el cero.

“La sensación de ver a Yuri Gagarin volar en el espacio es solo superada por el disfrute de tapar un penal”, comentó alguna vez, entre amigos, Lev Yashin, el único arquero en recibir el Balón de Oro hasta nuestros días. Es, justamente, esa adrenalina, la de negar el grito del gol al adversario, la que hace que siga cuadrándose debajo del arco, ahincándose cada día en ser mejor que ayer.

La figura del último clásico en el Monumental es consciente, a esta altura de su carrera, que cada atajada es un regalo; una especie de milagro laico que se repite cada semana y que lo hace muy feliz. Por eso mismo, él siente la obligación de retribuir el cariño con trabajo; de devolverle al fútbol y a su equipo la posibilidad de seguir vigente, “jugando al juego que mejor juega y que más le gusta” como decía Serrat.

¿Cuánto más necesita Butrón para convencer a los incrédulos? La verdad es que eso ya no interesa mucho. Las pruebas están allí. Talento y liderazgo de momento solo al servicio blanquiazul. Ricardo Gareca tiene la palabra.

Leao es de los arqueros a los que no le hacen dos veces el mismo gol. Tras un tanto recibido, se queda rumiando su fastidio y pensando sobre las distintas maneras en que pudo evitarlo. Con este mecanismo nos enseña que la disciplina es el principal secreto de su sorprendente longevidad.

Para poder convivir con la soledad del arco, los arqueros necesitan prepararse adecuadamente. Eso implica trabajar la parte mental. Al fin y al cabo, y aunque parezca una contradicción, los grandes arqueros atajan más con la cabeza que con las manos o los pies.

Los guardametas suelen ser confiables únicamente después de haber procesado con madurez los 400 goles que les ha tocado recibir. En la mayoría de los casos, ese es el proceso aunque, claro, hay fantásticas excepciones como los jóvenes David de Gea y Ederson o el venezolano Wuilker Faríñez. El caso es que el Butrón de ahora, ya sin los elásticos reflejos de algunos años atrás, camina mejor su portería, es un líder más positivo en el grupo y, por ubicación, detiene mayor cantidad de balones que en el pasado. En suma, es menos espectacular pero mucho más eficiente. Un mejor arquero ahora.

El inoxidable Leao ya no se obsesiona con la selección. Sabe que ya existe un grupo formado y que las cosas andan bien. Pero, de todas formas, las ganas de atajar por el país no se las quita nadie. Méritos hace cada semana. Que luego cada quien asuma su responsabilidad.

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