Nolberto Solano, entrenador de la selección peruana sub 23 | Foto: GEC
Nolberto Solano, entrenador de la selección peruana sub 23 | Foto: GEC
Mario Fernández

La “línea de carrera” natural se entiende como la oportunidad de que algún día el segundo llegue a ser el primero. Esto es que el vicepresidente, tras años de aprendizaje al lado del presidente, herede el puesto. O que el subdirector se vuelva director. O que el ayudante alcance status de entrenador. Los problemas del fútbol peruano con estas figuras formales son dos: 1) la escasa paciencia dirigencial para darle continuidad a los procesos de los técnicos y 2) el asistente de campo (es decir, el segundo que se proyecta a primero) suele ser el amigo del técnico, el pata del presidente o, en muchos casos, una ex gloria deportiva sin demasiada capacidad de gestión. O sea, .

Asumiendo que el ‘Tigre’ tiene en Santín y Bonillo a sus manos derechas e izquierda, era válido creer que Ñol, el peruano que no se marchará con ellos, era -por “línea de carrera”- una opción a construir. Dos torneos sub 23 y un equipo muy fallido descartan la idea, no solo por las eliminaciones puntuales. Los yerros han sido varios. Desde errores logísticos en la planificación de los Panamericanos (se fue 30 días a la Copa América cuando bien pudo quedase entrenando con el grupo) hasta ausencia de estilo reconocible en los once presentados, pasando por ningún jugador hallado de su mano que no tuviéramos en carpeta previamente.

Chávez, López, Concha, Celi y Pacheco ya estaban. ¿A quién sumó Solano si es que no queremos medirlo solo por los pobres resultados colectivos? A nadie. O si quieren a Solís, el portero. Igual es poquísimo. Podrá decirse que la FPF no ayudó con amistosos de peso a la previa, pero ni así hay justificación para un once final que regaló prestigio en dos torneos y no tuvo ninguna concordancia con la propuesta de Gareca en mayores. Solano, en ese sentido, parecía asistente de cualquier otro técnico. De legado, entonces, ni hablemos.

Al director deportivo hay que aplaudirle de pie la elección de Gareca y su defensa a rajatabla del ciclo de mayores en medio de la tempestad de los cambios federativos, pero también señalarle que ni con la ejecución del proyecto Ahmed -el de teórico largo plazo, el “más importante a futuro” (sic)- ni con estas apuestas por Ñol en la sub 23, ha estado feliz. Que otros no lo digan o eviten cuestionarlo en sus comentarios, no es un problema de este periodista. Ninguna gestión está exenta de errores. Y pensar en Ñol como técnico ha sido uno.

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