MARTÍN ACOSTA GONZÁLEZ (@martiacosta) Redacción online
El hincha estaba preparado para una fiesta. Para una noche memorable que iba a quedar tatuada en la memoria de la afición. La selección jugaba una final con Uruguay y así lo había entendido el aficionado. Llegó desde temprano al Estadio Nacional, y fue parte de esa masa ilusionada que soñaba con volver a un Mundial después de 32 años.
Las calles lucían abarrotadas de gente, tomadas por cientos de camisetas blanquirrojas. Mientras más me acercaba al estadio, el corazón latía más fuerte, al ritmo del bombo que sonaba en las tribunas. El Nacional estaba lleno, los invitados en su lugar y la selección lista para saltar al gramado.
Perú era recibido con papelitos, globos, arengas, bocinas y golpes de bombos. Banderolas con mensajes de apoyo que quedaron de lado al momento de los himnos. El de Uruguay fue un solo de silbidos en el que apenas se oyó la grabación. El de Perú, en cambio, se escuchó hasta Montevideo, con voz firme y mano al pecho.
La espera culminó con el pitazo de Patricio Loustau, quien se convertiría en el gran protagonista del partido por su pésima actuación. Perú tocaba e ilusionaba. Cruzado y Ramírez se asociaban, mientras que Pizarro hacía que la hinchada se levante de sus asientos con la primera llegada de peligro. Sin embargo, la jugada ya había sido anulada.
Otra vez Pizarro con un cabezazo y ‘Cachito’ tras un pase de Cruzado, ponían a Perú a tiro del primero. Forlán se lesionaba y el destino parecía estar de nuestro lado. La noche parecía propicia para festejar, pero poco antes del final empezaría la pesadilla. Guerrero salía bañado en sangre- y los minutos que siguieron fueron para el olvido.
Jugada por izquierda de Luis Suárez, que se deja caer en el área tras un toque de Ramos. Penal. La incertidumbre se apoderó del Nacional. El mismo 9 se paró frente al balón y cambio el penal por gol. Entonces el estadio quedó en silencio, los cánticos cesaron y todos queríamos que el primer tiempo se acabe para que Markarián replantee, para que se repita la historia de la gloriosa noche de 1997.
El Flash-Back evocaba un gol de Recoba en el primer tiempo, pero una remontada feroz en el segundo, previa charla de Oblitas en el camerino. La gente quería que el ‘Mago’ sea por quince minutos el ‘Ciego’. Que carajee a los jugadores y cambie la historia. Sin embargo, eso no pasó. El primer tiempo no había acabado. El segundo mazazo llegó a un minuto del final. Una irresponsabilidad de Yotún nos dejó en coma para la segunda mitad.
EL VILLANO Vargas ingresó en el segundo tiempo pero nada cambió. Las tribunas empezaron eufóricas pero en el campo el equipo no respondía. Desde los primeros minutos Perú fue un monólogo de pelotazos, materia en la que los uruguayos son expertos.
La desazón era cada vez mayor y los cánticos ya no se oían. A mi lado los rostros mostraban decepción, rostros ocultos por las manos, ojos vidriosos, groserías a discreción. Loustau, que había sido blanco de los insultos, perfeccionaba su papel de villano con cobros discutibles.
De pronto vino el segundo gol de Suárez, un disparo del ‘Pistolero’ que terminó de ejecutar las ilusiones del fanático. *Ahora sí Brasil se ponía a kilómetros, la poca esperanza que quedaba se hacía humo junto con los comerciales de TV. *
Iban recién 67’ pero muchos aficionados ya no querían ver el partido. Permanecían sentados, callados, quizá esperando un milagro, una jugada aislada que nos ponga de nuevo dentro del partido. Pero con el pelotazo como único aliado, la situación era imposible.
Pasaron 15 minutos de silencio, en los que se pudo escuchar los gritos de la banca. La ilusión se encendió nuevamente con el golazo de Farfán, que aunque celebrado tibiamente por la tribuna, ponía a Perú a tiro del empate en el marcador, más no en el trámite del partido.
Los minutos finales fueron de empuje, más de la hinchada que del equipo. Así fue el partido. En el campo quedó la sangre de Guerrero, la molestia de Pizarro y las lágrimas de Farfán. En la tribuna solo decepción, bronca y en algunos casos, ganas de ser esos malos hinchas que se metieron a la cancha para hacer justicia por sus propias manos.
Uruguay salió corriendo de la cancha en medio de una catarata de botellas, pero el preferido de la tribuna no estaba de celeste, tenía camiseta amarilla y pasaporte argentino. Loustau salió luego de varios minutos del campo, custodiado por policías, quienes lo protegían de los agresores.
Así terminó una noche que pintaba para fiesta, pero acabó expidiendo un certificado de defunción. Aunque las matemáticas digan lo contrario, Perú ya no está más en carrera. *Así lo ve el hincha, el sufrido fanático de la tribuna, que año a año, Eliminatoria a Eliminatoria ve como el sueño mundialista se aleja más. *