Juan Carlos Oblitas dirigió a Cristal en la década del 90 y luego tuvo otros regresos. (Foto: Archivo El Comercio)
Juan Carlos Oblitas dirigió a Cristal en la década del 90 y luego tuvo otros regresos. (Foto: Archivo El Comercio)
/ ANDRES CUYA
Redacción DT

tiene ganado un lugar en la historia del fútbol peruano. Como jugador, como técnico y ahora como directivo. ‘El Ciego’ hoy cumple 69 años y también tuvo oportunidad de publicar columnas de opinión en El Comercio y a continuación reproducimos una que escribió el 23 de mayo del 2012. “Eterna rivalidad” la tituló y contó lo que significó su paso de Universitario a Sporting Cristal como entrenador.


LA COLUMNA

En noviembre de 1990, lo admito, viví mis días más difíciles como técnico. Pasar de Universitario a Sporting Cristal fue una decisión dificilísima y tuve que asumir el costo de ese cambio, nada que ver con mi llegada como jugador al Rímac en 1979 tras mis experiencias previas en España y México. La de entrenador, en cambio, se dio luego de pasar mis primeros tres años como técnico en la 'U', de tener una identificación con el club de Breña.

En el Lolo Fernández había trabajado con los menores tras mi retiro como futbolista y luego tomé el primer equipo casi de inmediato, en el 87. Esa temporada campeonamos y luego pasamos momentos aciagos. Me di cuenta de que mi ciclo había acabado y me reuní con Jorge Nicolini para resolver mi contrato en agosto del 90.

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Había decidido descansar hasta el próximo año, pero una noche de octubre, tres llamadas telefónicas me sorprendieron. Primero fue Federico Cúneo, presidente de Cristal de aquel entonces, después Pancho Lombardi y luego Alfonso Grados. A los tres les dije lo mismo: “No pienso dirigir hasta enero”. Sin embargo, ante tanta insistencia, acepté reunirme con ellos. Y me convencieron. La primera misión: sacar a Cristal de la penúltima posición. La segunda: empezar a delinear el equipo campeón de la próxima temporada. Los dos objetivos se cumplieron con creces más allá del susto de los directivos cuando analizaron mis pedidos para el 91.

-¿Juan Carlos, no crees que estás pidiendo a muchos jugadores veteranos?, me espetó Cúneo.

-Me están pidiendo el título y la única manera de lograrlo es con gente de peso, respondí y me entendieron.

Con Leo Rojas, Franco Navarro, la 'Pepa' Baldessari, Juvenal Briceño y Eugenio La Rosa como principales refuerzos, Cristal se hizo un equipo fuerte y continuó con la tendencia de los últimos años: siempre peleaba arriba. Así empezó a crecer la tremenda rivalidad, por celos obvios, entre los hinchas celestes y cremas que tuvo el lamentable pico de exacerbación en la quema de nuestro bus, aquella tarde triste de abril del 91 en la que ganamos 2-1 en el Lolo. Esa gran victoria fue a la vez una derrota para el fútbol peruano por la violencia que hasta hoy sufrimos.

A raíz de ese lamentable suceso y de los durísimos enfrentamientos en la cancha es que nace aquella frase de Alfredo González: "Alianza es el rival, Cristal el enemigo". Ya la popularidad de los rimenses, gracias a los títulos y a su buen juego que gustaba mucho, había crecido de 3% a casi 20% en todo el país. ¡Algo increíble, impensable! Haber sido parte de ese crecimiento fue una aventura extraordinaria, aunque uno no olvida jamás que el 'costo' que debimos asumir pudo terminar en tragedia. A Dios gracias, el tricampeonato celeste -obra concluida en el 96 con Sergio Markarián- fue más fuerte que la violencia y pudo curar algunas heridas.

“Esa gran victoria del 91 en el Lolo Fernández fue a la vez una gran derrota para el fútbol”.

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