Marco Quilca León

Pocas veces un apellido había representado la exacta definición de un futbolista como la de Paolo Guerrero. Porque Paolo, sin necesidad de tener un alias como Farfán (la ‘Foquita’), es guerrero. Lo fue para aceptar el reto de irse solo a Alemania con 17 años. Lo fue cuando tomó la ‘9′ de la selección peruana y no paró de hacer goles hasta convertirse en el goleador histórico de la Bicolor. Lo fue para luchar, demostrar su inocencia e ir al Mundial. Y lo es ahora, con 38 años (casi 39), volviendo al fútbol luego de casi un año de rehabilitación tras una complicada lesión a la rodilla derecha: firmó por Avaí, el club que marcha en el puesto 12 del Brasileirao. Su carrera ha sido una guerra, con treguas y muchas victorias, pero de lucha constante.