HORACIO ZIMMERMANN @Horacon Redacción Online

Un maestro del gol, ese era Müller. No era muy alto (1, 76), pero fue demoledor en el juego aéreo. Tampoco era un regateador sublime, pero se movía como reina en un tablero de ajedrez en el que todos eran ineptos peones tratando de detenerlo. Un maestro del gol.

De Müller solo se recuerdan sus goles. Su nombre está asociado al área, una habitación del miedo para los defensores. O simples peones. En los últimos años, sin embargo, su apellido retomó protagonismo porque algún récord suyo estuvo a punto de romperse o fue quebrado.

Primero Ronaldo, luego Messi. Ambos son culpables de que el ‘Torpedo’ no sea más el goleador histórico de los mundiales y ya no posea la marca de más goles anotados en un año calendario. Müller no pudo hacer nada para evitarlo. Ya estaba retirado del fútbol cuando el ‘Fenómeno’ y la ‘Pulga’ lo destronaron.

Mucho antes de que esto sucediera, el ‘Bombardero alemán’ ya no bombardeaba, pero sí enseñaba a bombardear. Había convertido en una guerra su paz con el alcohol, en la que terminó victorioso. Era 1992 y se volvió técnico de las categorías inferiores del Bayern Múnich, club en el que brilló como jugador.

Allí estaba Müller, enseñando a bombardear. Y lo continuó haciendo hasta que en el 2001 un peruano de nombre Paolo Guerrero arribó a Alemania para jugar en el club bávaro. Procedente de Alianza Lima, equipo en el que nunca debutó en Primera División, Guerrero se puso a disposición de quien fue un depredador de goles.

Muy rápido el peruano de 17 años sorprendió al ‘Torpedo’ alemán, quien decidió llamarlo ‘Teófilo Cubillas’. Era todo lo que sabía Müller del Perú. Cubillas era, entonces para él, sinónimo de ser peruano. “Me puso así porque él lo conocía”, contaría más adelante Guerrero.

¿Cómo conocía Müller a Cubillas? Mundial de México 1970. Perú perdió 3-1 ante Alemania y el ‘Bombardero’ anotó los tres tantos. “Un buen partido para nosotros, je. Y con ustedes metí tres goles. Es un bonito recuerdo”, diría el mítico delantero a El Comercio en julio del 2006, durante la realización del Mundial de Alemania de ese mismo año.

Guerrero se convirtió rápido en el aprendiz de Müller. Este era un maestro del gol, lo que ya era una motivación para el peruano. Pero no era única ni suficiente. El alemán estaba convencido de que podía sacar más de él y decidió darle un chocolate por cada gol que anotara.

Cada entrenamiento, cada partido, cada minuto y segundo Guerrero recibía consejos de Müller para definir. Dónde pararse, cómo pararse, qué hacer, qué no hacer, cómo pegarle, cuándo pegarle, etcétera. El peruano que en ese entonces solo era conocido por un círculo minoritario de personas era discípulo del máximo goleador alemán de la historia. Y eso sí nadie lo sabía.

“Gerd Müller fue mi maestro. Él me enseñó a definir. Siempre digo que un delantero, difícilmente, podría tener un mejor maestro. Cuando tuve la oportunidad de trabajar con Müller no lo podía creer”, dijo Guerrero en una entrevista concedida a la FIFA en el 2004.

Dos años más tarde de aquella entrevista, Müller se emocionó al ser consultado por Guerrero. El enviado especial de El Comercio, en pleno Mundial Alemania 2006, le dijo: ¿Qué puede decir de Guerrero? “Ah, buen jugador, buen jugador. Estaba con nosotros (en el Bayern), pero ahora se fue para el Hamburgo. Le deseo toda la suerte”, contestó antes de marcharse.

Un maestro del gol, ese era Gerd Müller. Y ese es ahora Paolo Guerrero, su aprendiz. Dos goles, uno en la final, y Corinthians alzó el título de campeón del Mundial de Clubes. Una vez Guerrero fue el ‘Nene’. Hoy ya no lo es. El tiempo lo convirtió en el ‘Depredador’ de goles.