Gasly fue segundo el año pasado en Brasil y este año ganó en Brasil. (Foto: AFP)
Gasly fue segundo el año pasado en Brasil y este año ganó en Brasil. (Foto: AFP)
/ MIGUEL MEDINA
Ricardo Montoya

No había podido atrapar la buena suerte hasta ahora. Esa que, según Liliana Bodoc, es una pizca de pimienta: te acercas a ella para olerla, estornudas y la haces volar lejos de ti. Además, lo habían avergonzado. Es poco usual que se promueva como piloto de una escudería importante a un novato y que luego, al no conseguir rápido el éxito deseado, se le humille reemplazándolo por otro prospecto. No lo esperaron como se acostumbra. Pudieron hacerle daño, pero no lo lograron. El domingo pasado Pierre Gasly cambió los pasos atrás por impulsos adelante, las grietas por paisajes nuevos, los puestos de escolta por triunfos inimaginables.

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En Francia no salen del asombro. El último de los suyos en conquistar un Gran Premio de Fórmula Uno había sido Oliver Panis en Mónaco, en 1996. Los 24 años de espera se les habían hecho eternos. Para colmo de males, el joven Gasly piloteaba un auto con menor potencia que los de las grandes escuderías y largaba en Monza en la décima posición. Sus opciones de triunfo eran ínfimas. Por eso tanta algarabía. Ya estaban satisfechos con que, la semana anterior, lo nombraran piloto de la carrera por su octavo puesto en Bélgica. Con el motor del Alpha Tauri parecía ser su techo.

La emoción del piloto. (Foto: AFP)
La emoción del piloto. (Foto: AFP)
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Aquel Gran Premio de Spa había tenido tintes emocionales. Un año antes, en el mismo circuito belga, perdió la vida su amigo desde la infancia Anthoine Hubert. Gasly le dedicó la carrera a su memoria. “Desde los 13 a los 18 pasábamos todo el tiempo juntos; desde el desayuno a las 7:30 de la mañana hasta las 10 de la noche”. Ahora que tiene 24 años, y deja flores sobre el lugar del accidente, comenta: “Compartimos esta pasión desde niños y, de alguna manera, sé que me acompaña”.

La revancha de Gasly había empezado a gestarse a fines del 2019. Poco tiempo después de que la gente de Red Bull lo sustituyera por Alexander Albon, Pierre, contra todo pronóstico, obtuvo la segunda ubicación en Brasil, detrás del hexacampeón mundial Lewis Hamilton. Christian Horner, el mánager deportivo de la escudería austríaca, opinó por entonces que “devolverlo a Toro Rosso, donde hay menos presión y el coche es más fácil de conducir, le ha devuelto la confianza”. Lo curioso es que ahora, tras la notable temporada de Gasly, auscultado sobre si debería regresar a Red Bull en el 2021, le ha dado a Albon el respaldo que no supo darle a Pierre. “Estamos centrados en Alex, queremos que tenga la oportunidad de consolidarse con nosotros”. ¿Doble rasero en la toma de decisiones o admisión implícita del error cometido con el francés?

Lo que sigue para Gasly luce prometedor. Su pasión por el automovilismo lo ha mantenido a flote en medio del naufragio. Su familia también lo ha protegido. Pierre recién se enteró de que su padre había presentado síntomas de COVID-19 el domingo después de su epopeya en Italia. “La victoria ha hecho que se sienta mejor”, ironizó el piloto.

Pierre necesita pronto una escudería a la altura de su talento. Una que le permita aspirar a los campeonatos. Con el monoplaza que está compitiendo puede asombrar ocasionalmente, pero no tiene oportunidades reales de alcanzar el título. De momento, el joven francés abraza su suerte y saborea el placer del reconocimiento, la maravillosa sensación de evidenciarle al mundo que con él se equivocaron.

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