MARÍA JOSÉ FERMI @majofermi Enviada Especial de El Comercio a Tailandia
Cuando juega Perú, el coliseo Liptapanlop en Tailandia se convierte en el Dibós de San Borja. Parecemos locales: se ve y se escucha como en casa. Volteas y están las camisetas de nuestro país, las banderolas con su Te Amo Perú dibujado, los pompones rojos y blancos y hasta los gorritos de arlequín de colores. Paras la oreja y te ganas con un festejo, una marinera o un ‘Esta es mi tierra’. Solo falta una canchita en la mano para empezar a cuestionar si es que alguna vez nos fuimos del país.
Perú llena el coliseo; no en número, pero sí en presencia. La barra que alienta a nuestra selección de vóley en el Mundial de Menores acapara la atención. El primer día fueron 6, el segundo fueron 19 y ya en el tercero, 25. Cuando el rival pone un pie en la cancha para calentar, revienta el ‘Jipijai’ a todo volumen. “Nos trajimos un parlante desde Perú para ponerle a las chicas su música que tanto les gusta. Ocupó casi toda mi maleta, pero qué importa”, cuenta Zulma Gudiel, mamá de la jugadora Violeta Delgado. Ella y su esposo César viajaron desde Trujillo a Lima en bus para, luego, volar más de 30 horas hasta Nakhon Ratchasima en Tailandia.
En la jefatura de barra acompañan a los Delgado-Gudiel, Gonzalo y Albina del Valle, papás de Luciana, otra jugadora del equipo. Ambos creen a rajatabla que meter bulla afecta el desempeño del rival. Sin roche alguno, Gonzalo se mueve por todo el coliseo para estar más cerca del equipo contrario y reventarles los oídos con sus matracas y chicharras de la Av. San Luis. No en vano la tuitósfera peruana lo ha nombrado: #ElTíoMatraca. En el partido con Italia hasta se le escuchó gritar ‘Oggi si mangia pasta’ [hoy se come pasta] frente a la mirada desconcertada de las europeas.
AQUÍ ESTAMOS Pero a las menores no solo las alientan sus papás. La pasión de las chicas contagia más allá de nuestras fronteras. Y es por eso que una decena de peruanos sorprendió en el coliseo para los partidos de Italia y China Taipéi. Seis familias que trabajan en la planta embotelladora de Kola Real que el Grupo Aje tiene en Tailandia llegaron para gritar: ¡Arriba Perú!
“Desde que las chicas clasificaron en noviembre del año pasado y vimos que el Mundial era aquí, dijimos: ‘tenemos que ir’”, cuenta Dana Fonseca. “La planta donde trabaja mi esposo queda a cuatro horas y media de esta ciudad así que tuvimos que organizarnos bien para poder estar acá”. Alquilaron una combi, reservaron hoteles, programaron la alarma para las 4:30 de la mañana. Hasta los más pequeños de la familia gritaron por Perú; nuestra barra incluía chiquillos desde los 6 meses hasta los 15 años.
Para Rafael Ortiz, quien también trabaja en otra oficina de Aje, razones hay de sobra para manejar casi tres horas desde Khon Kaen para ver a las chicas. “Imagínense la emoción que puede sentir alguien que vive fuera del país cuando prácticamente este pedacito de tierra se convierte en parte del Perú”. Por eso nuestra barra suena tan fuerte, porque canta con el corazón.