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Sandy Dorador es una de las dos mamás de la selección peruana de fútbol femenino. Hoy celebrará el Dia de la Madre junto a su mayor bendición: Uziel Imanol. (Foto: Violeta Ayasta)
Marco Quilca León

La vida es una caja de sorpresas. Un día puedes ganar un campeonato de fútbol amateur y al otro iniciar el partido más hermoso y difícil que puede existir: ser futbolista y madre al mismo tiempo. Ese es el que caso de Sandy Dorador, una de las mejores jugadoras que nuestras tierras ha dado. Su sorprendente historia se contrasta con la lucha diaria que ha lidiado por ser mujer y elegir “un deporte de hombres”, como muchos señalan erróneamente.

Nacida un 4 de enero de 1990 en Lima, Sandy es la antepenúltima de diez hermanos (seis hombres y cuatro mujeres). Las pataditas que daba cuando estaba en el vientre de su madre Gladys eran como una premonición. Cuando tenía siete años de edad, y mientras sus amigas y hermanas elegían muñecas para jugar, ella prefería un balón. “Muchas veces me botaban mis propios hermanos y me mandaban a la casa, pero yo me quedaba porque me gustaba. A veces lloraba por estar en la canchita de mi barrio”, recuerda.

Como suele ocurrir con los genios, el talento estuvo en sus venas. Con apenas doce años, ya era muy requerida para las “estafas” (campeonatos de barrio en el que pagan por jugar). La transición del fútbol amateur al profesional fue muy rápida. Llegó a los 14 años a la selección peruana y con 15 ya era la capitana.

“Mi mamá me acompañaba a todos mis partidos feliz y orgullosa de mi. Mis hermanos siempre trataron de oponerse por un tema de protección a la discriminación que recibía, pero mi mamá seguía conmigo”, señala mientras sus ojos se humedecen. Sandy adoptó de su progenitora el espíritu combativo. Prácticamente desde que nació, Gladys ha sido padre y madre para ella y toda su familia. Igual siempre se las ingenió para darles lo mejor y apoyarlos en todo.

La lucha de Sandy inició desde que empezó a patear un balón a las afueras de su casa o en la loza de su barrio. Y fue aumentando conforme pasaron los años. “Su lugar es en la cocina” o “Las mujeres no sirven para el fútbol”, son algunas de las frases que la han acompañado. “Recuerdo una vez que me llevaron a un campeonato. Yo tenía 14 años. Pero no me hicieron jugar porque los hombres no querían. Me dolió mucho. He pasado muchas cosas difíciles y me alegra que el fútbol femenino haya crecido mucho en estos años. En la academia que trabajo tengo muchas niñas y eso me reconforta”, dice.

En el Mundialito de El Porvenir. (Foto: Facebook Sandy Dorador)
En el Mundialito de El Porvenir. (Foto: Facebook Sandy Dorador)

-El giro de 360 grados que dio su vida-

La vida de Sandy Dorador cambió un 2 de agosto del 2007. Aquel día, por cesárea, nació Uziel Imanol, su pequeño hijo, su mejor gol, la mayor bendición que Dios le ha dado. Ambos nombres son bíblicos y significan “Dios es mi fuerza” y “El señor está conmigo”, respectivamente. La historia del cómo se enteró de su embarazo es tan impresionante como sus gambetas en un campo de fútbol y es preferible recordarlo con sus propias palabras:

Uziel ha heredado la pasión por el fútbol de su madre. Aquí una foto de él y el equipo donde jugaba. (Foto: Facebook Sandy Dorador)
Uziel ha heredado la pasión por el fútbol de su madre. Aquí una foto de él y el equipo donde jugaba. (Foto: Facebook Sandy Dorador)

“Tenía casi 18 años y me llevaron a jugar un campeonato a un camal (lugar donde sacrifican animales de granja). El premio era de mil soles más un toro. Llegué para disputar la final y cuando entré empecé a sentir náuseas. Vomité. Era raro que eso pase porque ya había ido a jugar ahí. Al día siguiente fui al médico y me enteré que tenía cuatro meses de gestación”.

La noticia impactó. No solo en ella, que pasaba por su mejor momento futbolístico, también en su pareja y su familia. Pero el apoyo siempre lo tuvo. “Pasé de ser la niña que jugaba al fútbol y estudiaba a cambiar pañales”, añade.

Al pequeño Uziel le detectaron un problema de inmunodeficiencia (defensas bajas) cuando tenía dos meses de nacido. Constantemente se enfermaba. Eso hizo que Sandy vuelva a jugar a las “estafas” un mes después de haber dado a luz. “Ganaba entre 100 y 120 soles por partido y ayudaba mucho en los gastos de la casa”, cuenta; mientras sonríe y hace un comparativo con el suelo que recibe una futbolista como profesional (lo máximo que se gana es 930 soles).

El gran saludo de Uziel para todas las mamitas en su día.

Sandy nunca dejó el fútbol. Incluso, llevaba a su hijo a los entrenamientos con la selección peruana en la Videna o algunos partidos. Eso generó dos cosas contrarias. La primera y buena fue que Uziel heredó su pasión por el deporte rey (también quiere ser futbolista); y la segunda (mala) es el tiempo que no estuvo a su lado por los viajes con la selección o equipos a torneos internacionales.

Algunos de sus títulos conseguidos en su carrera.
Algunos de sus títulos conseguidos en su carrera.

El año pasado me pidió que me retire y esté con él. Y claro que lo he pensado, pero quiero hacerlo ganando algo con mi país. Estos Panamericanos Lima 2019 son la oportunidad perfecta de cerrar mi carrera ganando la medalla de oro y dedicarme al periodismo deportivo, que es una de las cosas que más quiero”, dice, mientras llega su hijo y la abraza.

Junto al técnico de la selección peruana de fútbol femenino, el brasileño Doriva Bueno. "El mejor", así lo llama.
Junto al técnico de la selección peruana de fútbol femenino, el brasileño Doriva Bueno. "El mejor", así lo llama.

Yo quiero ser futbolista, jugar en el Barcelona y comprarle su casa a mi mamá. Ella es la mejor del mundo, la más perfecta y yo estoy orgulloso de ella”, dice con inocencia el pequeño de once años mirando a fijamente a su mamita. Mañana es el Día de la Madre, pero Sandy ya recibió el mejor regalo hace poco más de una década y se llama Uziel Imanol.

Una infaltable foto envuelta con la bandera del país que tanto ama: Perú.
Una infaltable foto envuelta con la bandera del país que tanto ama: Perú.

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