Primero fue un coche bomba, luego un atentado suicida. Los dos ataques ocurridos en un mismo fin de semana, no hicieron más que sembrar el miedo entre los rusos ante una posible serie de atentados a seis semanas de que se celebren los Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi.

En el interior los extremistas puede actuar con mayor facilidad que en Moscú, pero en la capital también se ha aumentado la vigilancia por los Juegos, señala Vladimir Markin, portavoz del departamento que investiga lo sucedido.

Los islamistas radicales de la conflictiva región del Cáucaso Norte amenazan desde hace meses con llevar el terror al corazón de los Juegos. Y después de un primer atentado perpetrado en octubre, ahora han vuelto a golpear a la ciudad industrial de Volgogrado. La antigua Stalingrado, que fue escenario de una de las batallas más sangrientas de la Segunda Guerra Mundial y que actualmente está considerada un importante cruce de carreteras, es una urbe en la que viven millones de personas y se encuentra a unos 700 kilómetros de Sochi.

En la estación de trenes de Volgogrado las personas se apiñaban junto al control de equipajes, indicaron testigos a la televisión rusa Rossija-24. Debido a las fiestas de Año Nuevo había muchas más personas de lo habitual y portaban también más equipaje consigo de lo normal, dijo la propietaria de un kiosko cercano, Irina Kirillowa, que no sufrió ninguna lesión.

Habló sin embargo del ensordecedor estruendo, de los cristales hechos añicos y de las personas que gritaban. La terrorista suicida, una mujer, hizo detonar los cerca de diez kilos de explosivos que portaba y mató a al menos a 16 personas, dijo el protavoz Markin. Al menos una de ellas era miembro de las fuerzas de seguridad.

Además, decenas de personas resultaron heridas porque la carga explosiva portaba asimismo clavos. En octubre también fue una terrorista suicida la que activó la carga en un autobús matando a seis pasajeros.

En la ciudad ha cundido el pánico, dijo Kasbek Farniyev, el asesor del gobernador local. Dos atentados en dos meses, eso es demasiado para la población sencilla. El Estado tiene que actuar, exigió. Aunque no se trata de Sochi, Volgogrado es una de las ciudades que acogerá encuentros del Mundial de Fútbol que se celebrará en Rusia en 2018.

La terrorista que hizo estallar la carga explosiva en Volgogrado en octubre era una islamista de la república secesionista de Daguestán. En esta región montañosa suelen registrarse enfrentamientos entre las unidades del Kremlin y los extremistas. Fue el líder islamista checheno Doku Umarov quien pidió llevar la guerra al centro de Rusia.

El líder checheno acusa al presidente Vladimir Putin de impulsar una sangrienta política de ocupación en el norte del Cáucaso. El objetivo de Umarov es crear un Estado islámico, un emirato del Cáucaso independiente de Moscú. Y aunque el Kremlin inyecte miles de millones en esta pobre región para ofrecer a jóvenes una perspectiva laboral y apartarlos del radicalismo, las autoridades acusan a las redes terroristas internacionales como Al Qaeda de financiar a los islamistas.

Tan solo hace dos días causó preocupación el potente coche bomba que estalló en la ciudad de Pyatigorsk, en el Cáucaso Norte. En el atentado ante una comisaría murieron tres personas. Las autoridades creen que también se trata de un acto terrorista. De Pyatigorsk a Sochi hay sólo 250 kilómetros de distancia.

El Comité Nacional Antiterrorista aseguró en Moscú al Comité Olímpico Internacional en reiteradas ocasiones, que atletas e invitados no correrán ningún peligro. Los políticos rusos rechazaron en una primera reacción que tras los recientes atentados se vayan a endurecer las medidas de seguridad de Sochi, que ahora son extremadamente elevadas.