GONZALO GALARZA CERF

Desde marzo su voz ya no se escucha en la radio. “Me ganaron otras actividades”, dice Migue Portanova. La televisión y la docencia a jóvenes en ISIL. De los nuevos relatores, no ve a ninguno con buenos ojos –ni oídos-. No le gustan los clichés en la narración.

Destacan su locuacidad, su facilidad para decir las cosas. Es tan riguroso, que visita las embajadas para pronunciar bien los nombres de los atletas. Ha narrado de todo. Uno de los partidos más emotivos fue por la Copa Perú. Viajó a Huancayo. En el Deportivo Junín jugaba su hijo. “Y ganó con Luigi en la cancha. ¡Fue tremendo!”, dice. Ha transmitido Adecore por su hijo Piero, y dio un play de honor en el trabajo de su otro hijo Michel. En lo profesional, en cambio, uno de los hitos de su carrera fue la pelea de Orlando Romero con Ray Mancini.

Se acaban de juntar ambos boxeadores 30 años después. ¿Qué siente de ese encuentro? Me siento frustrado, si estuviera haciendo radio hoy, esa pelea la hubiese repetido el 15 de setiembre. Esa fue la fecha, la transmití desde el Madison Square Garden con Pocho Rospigliosi para radio El Sol. Pude subir al ring, Orlando apenas alcanzó a decir que había hecho lo máximo para el país, todos quieren ganar, pero no siempre se puede. Cuando vino el golpe del KO, fue tan contundente que lo adelantamos: “No se levanta Romero, una pena pero no se va a levantar”. Y no se levantó. Aunque fue una pelea parejísima.

¿Qué pasa cuando está narrando y el corazón quiere que se levante? Termina ganándome el profesional, y la sangre que a uno le dice vamos Perú, le da paso a la responsabilidad de cumplir con quienes te escuchan.

La pelea fue un hito en su carrera. Es una de las tres que recuerdo siempre. ¿Mi mejor transmisión? 31 de agosto del 69: el 2 a 2 contra Argentina en La Bombonera, fue mi primera transmisión en grande. ‘Cachito’ Ramírez estudiaba en mi colegio. El partido fue dramático, intenso, dije me pelo a coco si clasificamos. Y me vine rapado. Se han cumplido 8 mundiales que no se puede cantar un gol peruano. Es una sensación rara. La otra es el 15 de setiembre del 83 con Orlando Romero, es mi segundo mejor trabajo profesional. Y 29 de setiembre del 88: Seúl, ya para la televisión; el vóley me ha identificado con la gente. En Seúl me mataba gritando a todo pulmón con una veintena de periodistas. Eran gritos de sentir lo que estás haciendo. Yo me hice emotivo, y siempre he sentido lo que he hecho en el relato, escuchando a Augusto Ferrando.

¿Qué aprendió de él? Lo emotivo, su capacidad extraordinaria. Ha sido mi ídolo de siempre. Era capaz de adelantarte un resultado de carrera de caballos. Yo nunca transmití una. Y Augusto lo hacía con tanta emoción y con una voz tan privilegiada que fui sintiendo el contagio de eso que tenía y que lo sacaba sin ningún temor ni problema. A mí me llegaron a apodar el gritón, pero cuando uno siente lo que hace, no da miedo, son gritos deportivos.

Sus primeros gritos fueron a través de una lata de leche… Es verdad, fue una ocurrencia de niño de barrio en la calle Áncash, en el Callao. Se jugaba en la pista. Me cambiaron, me molesté, entré a mi casa, y agarré un clavo y empecé a hacerle huecos a un tarro de leche y dije voy a estar en el partido, estaré transmitiendo lo que pasa.

¿Le dijeron que estaba loco? De niño, en el colegio, yo era el ‘Loco’ Portanova. Me quedaba en el salón en los recreos y me comunicaba con extraterrestres. Creé un planeta: Serpenty. Yo nomás puedo escucharlos, les decía a mis amigos con mis manos cubriéndome las orejas.

Sus primeras transmisiones fueron intergalácticas. Me adelanté a la época. Después empecé a animar festivales y transmisiones deportivas en el colegio. Luego me caso, gano un concurso de radio y me invitan al estadio, juega la ‘U’ con Sport Boys y el relator no llega y me dicen es tu oportunidad, y debuté en Radio Mundial.

¿Practicaba frente al espejo? De chiquillo subía a la azotea de mi casa. Yo me hago relator no solo por Augusto, sino porque me gustaba el caballo como animal y me llevaron al hipódromo, al Clásico de la Copa, y yo trataba de imitar a Augusto, me llevaba la página hípica de El Comercio y relataba las diez carreras, los caballos salían y los acomodaba a mi gusto. Tenían que llegar a la meta como estaba en El Comercio.

Tiene cinco ‘by-pass’, ¿no hay peligro de que el corazón se vaya más de la cuenta en las transmisiones? Cuando me toque, espero poder despedirme con mi familia al costado: mi esposa e hijos y nietos. Así me veo, si resulta en mis caminatas o en una cabina de TV, tendré que aceptarlo. Si alguien me puede recordar, que sea por mi voz que dicen suena tan distinta a todas.

¿De dónde salió esa voz? De Serpenty, vaya a saber si existe.

Habla Miguel Portanova: Tengo 71 años, 47 como periodista deportivo. Con los Juegos Olímpicos de Río completaré mi docena de olímpicos. Mis primeros juegos pudieron ser los últimos: Pocho Rospigliosi me llevó sin acreditación. En el colegio San Antonio Marianistas Bellavista del Callao jugaba de lateral izquierdo, era veloz y resistente. Tres de mis ocho hermanos jugaron profesionalmente. Admiro a Lucha Fuentes, a Teófilo Cubillas, a Fernando Acevedo y a Roberto Chale , les ganó la moral a los argentinos y eso se grabó en mi mente y mis sentimientos. Mi mayor virtud, quizá no lo sepa mi familia, es quererla sin medida. Mi defecto es que no se los digo casi nunca.