Jonathan Maicelo cayó en el segundo round ante el veterano mexicano Raymundo Beltrán. Un gancho de izquierda impactó en el púgil nacional. (Foto: AFP)
Jonathan Maicelo cayó en el segundo round ante el veterano mexicano Raymundo Beltrán. Un gancho de izquierda impactó en el púgil nacional. (Foto: AFP)
Ricardo Montoya

Fueron varios errores simultáneos los que dolorosamente despertaron a de sus sueños de reconocimiento mundial. Bajó el brazo izquierdo demasiado, descuidó el flanco derecho y retrocedió en línea recta en lugar de hacerlo en forma zigzagueante. En estricto rigor táctico, esas espinas boxísticas le costaron al chalaco el recibir la bazuca de Beltrán y, a la postre, perder la pelea por nocaut.

Algún analista exigente de la ciencia de los puños podría ir más allá y seriamente afirmar que la diferencia de poderes fue notoria; que Maicelo, descuidando su defensa, arremetió desordenadamente contra el azteca; y que su nivel de asimilación ya no es el mismo que el de hace un tiempo atrás.

Estos serían algunos juicios que pueden sonar implacables y despiadados pero que son, asimismo, valederos. Al fin y al cabo, y equivocadamente o no, califican al boxeador desde un ‘locus’ de control pugilístico, que es desde donde se debería abordar la noticia de un compatriota representándonos en el Madison Square Garden. Aunque exageradas, Jonathan podría convivir con estas críticas que juzgan su actividad pero que no procuran descalificarlo a él.

Lo triste de esta historia ha sido que varias voces y plumas han responsabilizado al Maicelo-hombre, y no al púgil de su caída en Nueva York. Argumento ad hominem se le llama a esta falacia. Acusar de la derrota al Maicelo-personaje y no al boxeador es un despiste serio cuando de analizar pugilismo se trata. Hay que aprender a separar el trigo de la cizaña.

‘La Cobra’ no sucumbió porque se sintiera Rocky por las calles de Filadelfia, ni porque hable demasiado, o sea un sujeto mediático. Tampoco porque tenga algunas formas de ‘faite’ como se le ha enrostrado. Perdió por un yerro técnico y porque, confiado, sintió que tenía sentido a un noqueador temible como Beltrán. No fueron sus palabras ni sus actitudes las causas de su debacle. Esas cosas forman parte del márketing al que acuden varios púgiles para promocionar sus carreras. ¿O ustedes creen que Mayweather exhibe sus millones de pura casualidad? La popularidad les significa más dinero para sus arcas.

Maicelo ama lo que hace y por eso eligió el camino más duro para mejorar sus cualidades boxísticas. Lo ha conseguido. Es mucho mejor púgil ahora que cuando partió a Estados Unidos. Y con eso le ha alcanzado para combatir contra algunos de los mejores peleadores de su peso con distinta suerte. Ninguno de sus adversarios podrá decir que fue un rival cómodo. ‘La Cobra’ siempre ha honrado su profesión. Se entrena bien, se alimenta apropiadamente y trabaja para corregir sus defectos. No le ha alcanzado para coronarse con el título mundial, es cierto, pero sí para que el país entero esté pendiente de cada una de sus batallas. Nadie tampoco podrá afirmar que sus peleas fueron aburridas o que careció de coraje en alguna de ellas.

Al Garden, donde solo suben los que son buenos en serio, llegó por méritos propios. Maicelo, el pugilista, es producto de un esfuerzo individual aislado. No surge como parte de la política deportiva del Estado. Es la antítesis del talentoso pero incorregible Broncano. Un tipo esforzado y valiente que ha encontrado en el ring una veta para eludir la delincuencia, esquivar a la pobreza y superarse profesionalmente.

Recibir críticas es parte de la vida de todo deportista. Aprender a aquilatar las justas y a esquivar las venenosas va a tener que ser, de ahora en adelante, parte del régimen de entrenamiento diario de un hombre al que no valoramos como merece.

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