PATRICK ESPEJO @pespejo

Durante esos minutos que estuve dentro del Mini Monster X-Raid, me sentí un ganador del Dakar. Qué difícil expresar en pocas palabras las sensaciones vividas en un monstruo tan pequeño, pero tan sólido y espacioso a la vez. Era un auto, pero yo diría que, literalmente, voló por las zonas arenosas de San Bartolo. Qué impresionante la velocidad que puede alcanzar este Mini, campeón vigente de la prueba más famosa del automovilismo.

El primer paso fue colocarse la malla para la cabeza y el casco. Entrar en el Mini fue otra historia pues, claro, no todos tenemos la agilidad y flexibilidad de los pilotos dakarianos. Frente al timón estaba el alemán Stephan Schott, uno de los seis pilotos que tiene esta escudería que comanda el francés Stéphane Peterhansel, el diez veces campeón del Dakar. Con el arnés bien seguro, el cochecito emprendió el camino.

Pasaba con tanta ligereza los tremendos surcos que habían dejado los camiones que también practicaban allí, que mientras la máquina flotaba, mi cabeza se remecía contra la jaula de seguridad como si fuera un porfiado. Subió una pequeña cuesta como si estuviera recorriendo un camino asfaltado, pasó piedras más grandes que un balón de fútbol como si se trataran de granos de arena y llegó a alcanzar hasta 140 de velocidad en un tramo en el que un conductor normal apenas se atrevería a ir a 20 kilómetros por hora por temor a darse vuelta.

“Estamos yendo suave”, decía Stephan por el micrófono instalado en el casco con el que se suele comunicar con su copiloto. Confieso que hasta ese momento, apenas si tuve tiempo para ver tres veces el panel de control del coche y ver cómo aumentaba la velocidad de 80 a 100, de 100 a 115, y de 115 hasta los 140 cuando unas luces rojas se prendieron avisando que el auto estaba por alcanzar una velocidad de riesgo. Estábamos volando, ciertamente.

IMPONENTE “El auto es impresionante. No tiene problemas en ninguna superficie”, alcancé a escuchar al alemán antes de tener el corazón en la boca cuando ‘ataca’ una curva y levanta una pared de arena. El auto de fibra de carbono tiene un motor 100% de aluminio, un motor twin turbo diésel de 3.0 litros, con tracción en las cuatro ruedas –usa llantas Michelin– y que en un terreno plano puede alcanzar hasta 178 km/h. Increíble la potencia del coche que mide 4,33 metros de largo y 1,99 m de ancho. Cuando el campamento que organizó el equipo Mini y Comercial Gildemeister en San Bartolo ya estaba a la vista, el auto bajó la velocidad. Fue alucinante. Me sentí campeón del Dakar.