Río 2016: fiebre por intercambiar pines olímpicos de colección
María José Fermi

Si en Perú la sensación cada vez que hay un torneo de fútbol es cambiar figuritas, en los Juegos Olímpicos la fiebre es el intercambio de pines. Deportistas, dirigentes, voluntarios, periodistas y aficionados no pueden resistirse a esta moda. En otro nivel están los profesionales: coleccionistas de pines olímpicos desde hace décadas que llegaron a hace una semana para continuar con su afición.

 son los juegos número 14 para el estadounidense Timothy Jamieson. Su afición comenzó en Los Ángeles 1984. Este arquitecto, que en su vida cotidiana trabaja en el sector construcción en Virginia, pone una pausa cada dos años a su rutina para viajar a los Juegos Olímpicos de Verano e Invierno. Tiene más de 30 mil pines “y normalmente viajo con unos 3 mil al evento al que voy para intercambiar”, explica a la entrada del Parque Olímpico.

Allí, en exhibidores de felpa, hay pines de todos los tamaños y colores. El atletismo de Atenas 2004, el del equipo alemán Beijing 2008, el del hockey sobre césped en Barcelona 92. “Tengo tantos pines que es imposible recordar absolutamente toda mi colección. Seguiré coleccionando hasta que pueda seguir costeándome esta pasión”, dice Jamieson.

Río 2016

La dinámica es fácil: las personas se acercan adonde Jamieson exhibe sus prendedores, le ofrecen uno y, a cambio, el estadounidense les permite escoger el que quieran. Eso sí, hay algunos más especiales que no entran en el intercambio regular.

Aunque el intercambio es el principal móvil de los coleccionistas, la venta también existe. “Los primeros días hemos cambiado pero ahora aceptamos vender algunos para costear gastos del viaje”, explica Federico Gariga, español que inició su afición de niño en Barcelona 1992. Hoy ya tiene más de 22 mil pines, en Río va intercambiando unos 400 y está vendiendo algunos a 20 reales. 

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