Más de 8 mil personas participaron en la carrera que dura diez año. Y yo, también.
Jorge Castillo Zanabria

Y llegó el . El día que estuve esperando por exactamente seis semanas. Me levanté temprano, aunque dos veces de madrugada creyendo que ya era la hora; sin embargo, dormí tranquilo, pues mi alimentación del día anterior fue bastante ligera. El almuerzo del sábado, pollo con algunas verduras como tomate, lechuga, zanahoria y palta, pero le agregué papa y un poco de arroz. Sí, ya sé que dos carbohidratos en una sola comida y un día antes de una competencia no es lo más conveniente pero solo fue un poco, un pequeño ‘gustito’. Por la noche, casi igual: ensalada con pepino, col, espinaca, pollo a la parrilla y casi dos litros de agua. Horas antes de una carrera, ya les había contado en un post anterior que, la hidratación es vital para un mejor rendimiento, así como ingerir alimentos ricos en proteínas y de fácil asimilación.

Tenía el kit listo con el polo de la competencia -número 6914-, el playlist con dos canciones extras: “Papillon” (del grupo Editors. Miren el vídeo y comprenderán mejor) y “Andas en mi cabeza” (es pegajosa y con ritmo, quien dice que nunca la ha bailado, miente). Sincronicé mi reloj Logic con el smartphone, short, polo, medias, toalla y casaca para el frío. Todo ok. Para desayunar, una taza de avena y un plátano. Más que suficiente. Partí rumbo al Pentagonito, lugar de partida.

Al llegar, sucedió lo que más temía: empezó a molestarme, por algunos segundos, una que se iniciaba en la parte derecha de mi cuello y terminaba en la parte baja de la cabeza. Llevaba más de cinco días aquejándome, y pensé haberla controlado con algunas pastillas. Aunque el médico me recomendó dos días antes no correr, era imposible dejar de hacerlo. ¡No podía renunciar! Durante este mes y medio me despertaba a las 5:30 a.m. para ir a entrenar, dejar de salir los viernes para correr los sábados y recuperar las veces que no pude asistir al entrenamiento por el trabajo, comer más saludable y en porciones moderadas. A mis 34 años, descubrí que mi cuerpo era capaz de correr una larga distancia sin terminar casi ‘muerto’ como siempre pensé, que gracias al running el malestar en las rodillas y espalda baja tras estar parado durante mucho tiempo (colas de banco, Metropolitano, conciertos, etc)…¡Había desaparecido!. Pero, sobre todo, no podía dejar de vivir y contar esta experiencia única, correr una 10K, que al inició me costó, sin embargo, ha sido una de las cosas más gratificantes que he hecho.

Me concentré y empecé a calentar, todo está en la mente me dije. Estiré un poco el cuello, brazos, cintura y piernas. Puse en práctica todo lo aprendido pues temía abandonar la carrera por una lesión inesperada. El dolor pasó y era cuestión de esperar el emocionante inicio. Debo admitir que estar rodeado de más de 8 mil personas entre padres y madres de familia, amigos, hermanos, niños, jóvenes y personas de la tercera edad, me motivó más. Se vivía una verdadera jornada deportiva y los latidos estaban a mil.

Los primeros 5K
Empecé con trote bastante suave (6’31”) mientras algunos iban corriendo a más velocidad por toda la Av. San Borja Norte. Admito que me pareció un poco pesado el tramo hasta Aviación, aun así, mantuve el ritmo. Al llegar a la Av. Guardia Civil sentí un leve dolor en la planta del pie izquierdo pero esto no fue impedimento para seguir. No estaba cansado, sabía que podía llegar ¡Claro que llegaría! Aceleré en el asfalto bajando mi ritmo a 5’40”. Nada mal para ser mi primera vez, según me dijo mi coach Víctor Espinoza, horas después.

Así fue mi tiempo durante la carrera ¿Nada mal para mes y medio, no?
Así fue mi tiempo durante la carrera ¿Nada mal para mes y medio, no?

Antes de las curvas del Ovalo Quiñones y de la Av. Gálvez Barrenechea, estaba el primer puesto de hidratación, frené un poco pero no me detuve. Realicé por 15 segundos una caminata dinámica. Otra molestia aparecía en mi cuerpo, esta vez fue a la altura de las costillas, tomé un sorbo de agua y tras respirar fuerte y prolongado, tuve un segundo envión y retomé la carrera. En ese tramo mi ritmo había subido unos más de lo normal a 6’48”. Admito que me preocupaba un poco llegar más del tiempo que tenía en mi mente, pero me repetía “disfruta la carrera no te aceleres, es tu primer 10K, da lo mejor”, y así lo hice.

Bajada en San Isidro
Entrando a Canaval y Moreyra aproveché la prolongada bajada que caracteriza esa avenida e intenté avanzar más rápido para llegar a los 7K que me esperaban al iniciar la avenida Arequipa. Unos metros antes de llegar a Juan de Arona, en el segundo puesto de hidratación, sentí que las piernas me pesaban e hice mi tiempo más alto 7’42”. Tomé un vaso de hidratante y uno de agua. En ese instante de pausa, vi algo que es digno de contar. Una señora de no menos de 80 años corría a paso muy rápido sin detenerse a tomar algo, “es una señal” me dije. Nuevamente, un envión más. Antes de voltear apareció Víctor, a quien le debo los consejos y entrenamiento, gracias a él y a mis compañeros de la sede del Campo de Marte descubrí que correr es toda una ciencia que puede ayudar a cambiar tus hábitos e impulsarte a cumplir tus metas.

Últimos 3K
La bajada del puente que cruza la Av. Javier Prado fue un breve descanso para la subida... en ese momento, sentía que mis piernas me decían "para". Y así lo hice, hay que ‘escuchar’ siempre al cuerpo, recomiendan todos los runners. Empecé a caminar despacio; sin embargo, algo dentro de mí quería continuar y me molesté, pues mi tiempo lo bajé a 6’30”. Víctor me sugirió que me mantenga tranquilo, que disfrutara los últimos tramos de la competencia. "No fuerces ni sobre cargues tu cuerpo. Desde que saliste en San Borja y ahora que vas a terminar ya ganaste", me dijo. Y no lo dudé en ningún momento.

Volvimos al ruedo. Esta vez por espacio de 6 o 7 cuadras más. Era increíble como la gente ubicada en las veredas, sin ningún vínculo directo, gritaban animándonos a seguir, a no desistir, a terminar la carrera. A mitad de los 8K, los organizadores del evento colocaron una plataforma, la cual creí, era la meta final pero no. Era un escenario donde dos artistas en medio de rimas alentaban a todos. Mi corazón empezó a latir más fuerte. Antes de iniciar la calle Emilio Fernández disminuí el ritmo un poco. Solo unos metros más, pensaba. Respiré hondo y aceleré lo más que pude mientras veía la meta, cientos de corredores, la gente alentando y pensaba en todo lo que viví en ese mes y medio. Crucé la línea de llegada y pisé lo más fuerte que pude. ¡Lo había logrado: una hora con 8 minutos, más de 600 calorías quemadas y un total de 12 mil 211 pasos! Me sentí feliz.

Luego de conversar con algunos amigos y contar nuestros tiempos, les dije que no sería la última vez que participaría en una competencia. Mi 'iniciación' en el mundo del running había surgido efecto. Ahora sí, a empezar el tratamiento médico para estar en óptimas condiciones. Nos vemos en la siguiente carrera.

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