Luego de 35 años de especializarnos en frustraciones y derrotas, es momento de hacer una valoración de las virtudes y defectos de una selección ya histórica de cara al futuro mundialista. (Foto: Ilustración El Comercio)
Luego de 35 años de especializarnos en frustraciones y derrotas, es momento de hacer una valoración de las virtudes y defectos de una selección ya histórica de cara al futuro mundialista. (Foto: Ilustración El Comercio)
Jerónimo Pimentel

El periodismo deportivo peruano vive una situación inédita: hacer la cobertura de un proceso exitoso. Treinta y cinco años de frustraciones nos han convertido en especialistas de la derrota, en una suerte de médicos forenses habituados en diseccionar al muerto con sabiduría y destreza. Ello no sirve más. Tampoco el maximalismo opuesto: reducir la clasificación al orgullo patrio, a la fiesta interminable y al populismo ramplón. Optemos por las virtudes que enarbola Gareca, la moderación y la sobriedad, y tratemos de identificar qué se hizo bien y qué se debe mejorar.


–Lo que funcionó–

Saber cambiar. Gareca apostó por consolidar una columna vertebral: Gallese, Rodríguez, Tapia, Cueva y Guerrero. Sin embargo, cuando la base se vio afectada por suspensiones o lesiones, supo acomodar el once con relevos adecuados, así estos no hayan tenido consenso: Cáceda, Araujo, Zela, Polo, Reyna e incluso Ruidíaz. A su vez, logró modificar su planteo táctico para asumir el favoritismo contra Nueva Zelanda en el último partido, lo que lo llevó a sacrificar a uno de sus puntales durante todo el proceso, Yotún. Estos cambios son prueba de versatilidad y adaptación, y deben ser destacados.


Mantener el invicto. Alcanzar la clasificación no nos ha permitido valorar lo que debe ser un récord histórico de la selección peruana: no ha caído a lo largo de un año entero de Eliminatorias. La narrativa de menos a más se sustenta en esta imbatibilidad: 8 partidos sin derrotas es una marca tan insólita para la Blanquirroja, que cuesta cotejarla en una historia plagada de caídas. Los rivales no fueron menores, pues tocó Argentina y Ecuador de visita, y Uruguay y Colombia de local. Lo que corresponde ahora es trabajar para cuidar los mecanismos que nutren esa solidez futbolística y psicológica.


Ganar fuera. Ni siquiera nuestras selecciones ‘doradas’ lograron lo que este grupo: imponerse en Quito y Asunción. La mejora en el rendimiento de visita permitió recuperar los puntos perdidos en casa y, a la vez, dotar de credibilidad y confianza al equipo respecto al objetivo. Esa fe es otro de los tesoros que no se debe perder.


Gestionar egos. Al imponer el rendimiento y la continuidad como los requisitos indispensables para definir a los convocados, el ‘Tigre’ resolvió el affaire Pizarro sin tomar partido en una discusión estéril. Lo mismo se podría decir de Vargas y Zambrano, aunque sorprende lo olvidado que está este último en el debate (tiene 28 años). El caso de Farfán acaso sea modélico, pues el comando técnico monitoreó su situación con discreción y logró recuperarlo con los resultados que hoy celebramos. La idea que queda es la mejor posible: lo que vale es el mérito, el momento, no el apellido ni la fama.



–Lo que puede mejorar–

Ampliar la base de convocados. Perú siempre va justo y no puede permitirse el lujo de soslayar a nadie. Los casos más evidentes son los de Cristian Benavente y Alexander Callens, ya que ambos gozan de continuidad en sus respectivas ligas y cumplen aquello que exige el técnico para ser considerado.


Reemplazar a Paolo. Farfán no rinde de ‘9’, sino de segundo delantero o extremo; Ruidíaz, por características tácticas y biotipo, tampoco sirve de referencia en el área. Ante la incertidumbre del destino de Guerrero, uno de los dolores de cabeza de Gareca será encontrar a un sustituto para el ariete del Flamengo. Se debe trabajar con escenarios, en tanto la suerte de Paolo no depende de la FPF.


Sostener el rendimiento. Uno de los enemigos de la selección ahora es creer que el objetivo ya se consiguió, y que de aquí en adelante todo es extra. Ese pensamiento de equipo chico es una de las taras que debe desterrar una selección que busca ser competitiva internacionalmente. Si bien existe una sensación general de alivio después de alcanzar el Mundial y romper lo que para todos era una maldición, sería un error ir a Rusia con la idea de que ya se cumplió. Para ello será fundamental escoger bien los amistosos previos. El psicólogo tiene mucho trabajo por delante.

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