José Velásquez fue noticia hace algunos días luego de que le brindara una entrevista a un medio argentino. (Foto: El Comercio)
José Velásquez fue noticia hace algunos días luego de que le brindara una entrevista a un medio argentino. (Foto: El Comercio)
Ricardo Montoya

es, probablemente, el mejor volante central que ha tenido el en toda su historia. Poseía el excelente don de la ubicuidad. Ese que le permitía, como por acto de magia, prodigarse simultáneamente por todos los sectores del campo. Tenía esa omnipresencia futbolística que era acompañada por su lucidez para entregar la pelota y por un fabuloso juego aéreo que le permitía llegar seguido al gol.

El ‘Patrón’ se hacía sentir en la cancha. Con él, la selección tenía un semblante diferente. En medio del ballet de estrellas, que reunía a ‘poetas’, ‘diamantes’ y ‘ciegos’, José no solo era un virtuoso, sino que, además, representaba el carácter de toda una generación. Por lo mismo forma parte, merecidamente, del once histórico imaginario de los mejores jugadores peruanos de cualquier época. Toda esa magnificencia, sin embargo, pierde lustre cuando hace declaraciones a la prensa deportiva. Ser frontal es riesgoso cuando la esencia de lo que se dice no puede sostenerse. O cuando lo expresado tiene carácter extemporáneo.

En este momento crítico, en que la selección nacional necesita concentrarse para traer puntos de Buenos Aires, José exacerba los ánimos de la televisión argentina, advirtiendo sobre posibles artimañas en la Bombonera por parte de los anfitriones. Alude, para sostener su punto, a una serie de eventos ocurridos en el pasado. Las palabras de José retrotraen, una vez más, el bochorno del 78. “Aquella vez, le pedimos al entrenador [Marcos Calderón] que atajara Sartor porque Quiroga era argentino”. “En el segundo tiempo, cuando perdíamos 2-0, me saca a mí y hace ingresar a Raúl Gorriti”. Los dos comentarios son inapelables porque así sucedieron, pero en ambos casos la intención de la palabra fue dolosa. En el primero, porque Ramón en ese partido fue sacrificado por su defensa. El video prueba que el arquero no tuvo responsabilidad directa en ninguno de los tantos albicelestes. Y a esta altura, tantos años después, ¿alguien en su sano juicio puede dudar de la peruanidad de Quiroga?

En el caso de Marcos, el técnico peruano implicado, falleció en el Fokker del 87 y no hay forma de conocer su versión. Y si, como sugiere Velásquez, el encuentro formó parte de un arregló entre ambos gobiernos, ese debió ser el tenor de su denuncia.

No son pocos los que afirman que Jorge Videla (por entonces presidente de Argentina) estuvo minutos antes del inicio en el camarín del representativo peruano. En caso de que la acusación fuese cierta, ¿no nos cabe acaso tanta responsabilidad a nosotros como a ellos en este oprobio al fútbol mundial? Duele la pregunta, pero es obligatoria formularla.

José también se refirió a las Eliminatorias del 85 en las que acusó a los platenses de regar el césped (algo perfectamente lícito) y de que Camino sacó a Navarro de la cancha por órdenes directas de Bilardo. Las imágenes prueban la agresión del entonces defensa de Estudiantes contra el goleador nacional. Parece, en efecto, dirigida. Lo malo es que después, cuestionado sobre la marca ilegal de Reyna sobre Maradona en Lima no fue tan severo. El circo se armó y el espíritu del fútbol terminó dando paso a un folclórico y triste espectáculo de periodistas vociferando ofendidos por el discurso de la leyenda peruana. Una lástima.

Es innegable que la FIFA y los organizadores del Mundial de Rusia preferirían que Argentina, con Lio Messi a la cabeza, participe en la Copa del Mundo. Pero también es verdad que, de momento, no hay ninguna razón sólida en estas Eliminatorias para pensar que se está armando una conspiración para favorecer a los gauchos y perjudicar a los peruanos.

No es tiempo de encender alarmas innecesarias. La selección necesita tranquilidad. Y si bien es importante abrir lo ojos y estar atentos al entorno, tampoco podemos advertir fantasmas donde no los hay. El partido lo jugamos todos. Sumemos.

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