HORACIO ZIMMERMANN @Horacon Redacción Online
Markarián versus Tabárez. El versus del maestro contra el ‘maestro’. No olvidemos que el primero fue técnico del segundo durante sus últimos años como futbolista. Aunque hasta ahora no le puede ganar en el duelo de entrenadores. Al menos desde que dirige a la selección peruana: cuatro partidos, tres derrotas y un empate para Markarián. Perú perdió 2-1 y dijo adiós de manera anticipada a Brasil 2014.
PERÚ FUE SUPERIOR EN 40 MINUTOS Markarián envió un esquema 4-3-1-2 con Farfán de enganche, detrás de Guerrero y Pizarro. La idea de colocar a Farfán suelto en el medio, sumado a Ballón, Cruzado y Ramírez, entiendo, era tener predominio de volantes creativos para que el juego sea más prolijo. Y así lo fue. La posesión de la pelota fue favorable a la bicolor y se jugó más tiempo en campo uruguayo que en el propio.
Uruguay tuvo que realizar un cambio obligado a los 25 minutos luego de que Forlán cayera lesionado. Stuani ingresó en su lugar y los celestes ganaron marca. Y es que hasta ese momento, y en adelante, hasta los 40’, el equipo de Markarián había sido superior en el trámite. Por tres razones: 1) Tuvo más tiempo la pelota, protagonizó el juego y no especuló. 2) Generó tres ocasiones claras (dos de Pizarro y una de Ramírez que considero debió ser penal por falta de Muslera). 3) Uruguay no generó una sola opción, de hecho, Fernández se limitó a recibir pases de sus defensores.
A Perú le fue mejor cuando atacó a su rival por el centro. Dos de las opciones claras (mano a mano de Ramírez y Pizarro) se dieron por este sector del campo. Eso sí, explotó poco las bandas. La idea de colocar a Farfán por el centro y no alinear a Vargas de titular, le restó posibilidades a la bicolor de tener un plan alterno de ataque. En ese sentido, ni Advíncula ni Yotún ayudaron. También se buscó con Guerrero por izquierda –casi posicionado como wing– pero este fue bien tomado por los celestes. Guerrero jugó muy alejado del área y eso fue favorable a Uruguay y desfavorable a Perú. Paolo explotó como ‘9’ en la Copa América, y brilla dentro del área en Brasil. Afuera no.
Había sido todo de Perú hasta ese momento. Hasta que llegó la falta de Ramos a Suárez, tras una sucesión de errores en la marca. El delantero se inventó un penal –bien cobrado– en una jugada que se puede considerar aislada, que no llevaba mayor peligro, en la que los celestes, inclusive, contaban con inferioridad de hombres en ataque. Él mismo se encargó de convertir el gol con una excelente ejecución. Y chau. Así fue el primer tiempo. Perú superior en el mediocampo, pero inferior en el área rival, donde se ganan los partidos. A Uruguay le bastó una para marcar. Se había dicho que el equipo de Tabárez no discute el protagonismo ni la posesión, sino aprovecha sus ocasiones. Y así fue. Encontró la solución al primer tiempo en una jugada individual de Suárez.
TÁCTICA SÍ; JUGADORES NO Para la segunda etapa Markarián replanteó el partido. La expulsión de Yotún al final del primer tiempo y el gol en contra obligaron al entrenador a cambiar de táctica. En ese sentido, dio entrada a Juan Vargas por Josemir Ballón, de un buen primer tiempo (quitó y entregó bien). El ingreso de Vargas restó marca al mediocampo peruano. Y pudo costar caro. Si bien Perú no dejó de tener más tiempo el balón, Uruguay aprovechó los enormes espacios entre la defensa, el medio y la delantera peruana para crear opciones: Fernández atajó un mano a mano y el árbitro no cobró dos penales a favor de los celestes (ambos a Cavani).
Entonces Markarián volvió a cambiar la táctica. Envió al campo a Herrera por Advíncula para formar línea de tres al fondo (Herrera, Rodríguez y Ramos) y a Hurtado por Ramírez para tratar de dañar por los lados (con él por derecha y Vargas por izquierda). Markarián arriesgó –no le quedaba otra– en su propuesta. Y era lógico, este partido era ganar o ganar. La bicolor había tenido la pelota en los minutos iniciales, pero no había logrado traducir su dominio en opciones. Por ese motivo, seguramente, pobló el mediocampo con la intención de que la pelota llegue limpia al área contraria, algo que había costado más de la cuenta. No obstante, la idea no prosperó. El técnico arriesgó, pero los jugadores no. Arriba hubo poco desmarque, movimiento.
Perú generó poco con la pelota en los pies. Intentó por los lados, por el centro, pero en la mayoría de ocasiones no se finalizaron las jugadas hilvanadas. Apenas un remate de Cruzado que pegó en Lugano y el balón por poco se mete en el arco de Muslera. Si la selección no fue capaz de profundizar en ataque fue porque trató de asegurar el pase al costado, atrás, con la intención –o quizás miedo– de no perderla, antes de la habilitación, el pase entre líneas. Y eso tiene que ver con dos cosas: poco movimiento de Pizarro y Guerrero y la ausencia de ideas de creación.
Fue en ese preciso momento cuando Uruguay liquidó el partido. Suárez se encontró un balón, remató colocado y celebró. Si algo diferenció a la selección ‘charrúa’ de la peruana es que fue eficaz a la hora de atacar. Entiéndase eficaz porque la mayoría de opciones que generó, las culminó. Y dos de ellas terminaron en gol, suficiente para que el equipo de Tabárez retorne a Montevideo con un triunfo de carácter decisivo. Planteó un juego de especulación, pero le bastó una noche genial e inspirada de Suárez para ganarlo.
EL ÍMPETU DE FARFÁN NO BASTÓ El gol fue un baldazo de agua fría para Markarián y sus dirigidos. Apenas se habían hecho los cambios y Uruguay ya ganaba 2-0. Quedó poco por hacer con uno menos y dos tantos en contra. Farfán fue el mejor de la bicolor. Se movió por todo el frente de ataque, intentó solucionar con jugadas individuales el déficit colectivo del equipo, pero no alcanzó. Pese a que anotó un golazo de tiro libre a siete minutos del final. Resultado: un adiós anticipado a Brasil 2014.
Este partido era una final. Y las finales no tienen revanchas. Ya la perdimos. Ellos ya la ganaron y están cerca del mundial. Perú perdonó en el primer tiempo y Uruguay no. Mientras nuestros rivales necesitaron pocas opciones de gol para anotar, nosotros necesitamos más de cinco para lograrlo. Y no se puede estar satisfecho con ello, nadie puede estarlo. Es la realidad que Perú ha construido a lo largo de las Eliminatorias y que quedó evidenciado en este compromiso.
Uruguay propuso el juego que advertimos todos: de fricción. El árbitro argentino influyó, fue determinante, sí. Lo cierto es que Perú no encontró respuestas para afrontar esta situación. Las circunstancias nos superaron, pero ese no puede ser el argumento para defender lo sucedido porque un futbolista profesional se prepara justamente para que las diversas circunstancias que se presenten no lo superen. El equipo tuvo personalidad, sí, en casi todo el primer tiempo. Pero perdió los papeles y le costó adaptarse a un partido friccionado. No lo pudimos evitar y perdimos.